viernes, 8 de junio de 2012
EL PROBLEMA DE LA ENSEÑANZA
“El problema de la enseñanza no tiene solución.
Periódicamente surge una llamada de alerta sobre el empobrecimiento de la
misma. Los directamente implicados en el problema claman pidiendo más dinero para solucionarlo.
El Gobierno de turno se lo da. Al cabo de cierto tiempo, nueva alarma, nueva
petición de gasto. El Gobierno se ve coaccionado y aporta más dinero con
inocente advertencia evangélica “toma, vete y no peques más”. Pero vuelve a
pecar y vuelve a pedir más dinero como solución. Así año tras año, decenio tras
decenio.”
MILTON FRIEDMAN. Premio Nobel
de economía 1979.
“La
enseñanza gratuita, como la sanidad gratuita tienden a gasto ∞, o sea,
infinito. Todo el presupuesto de una nación no alcanzaría para atender el ansia
bulímica de estos dos servicios. Llegaría la sociedad a exigir un profesor por
alumno y un médico por enfermo.”
GUY SORMAN. Economista francés
actual.
La gran pregunta es o debería ser: ¿Por qué cuanto más
aumenta el gasto menos calidad de enseñanza tenemos?, ¿no debería haber una
proporción “más gasto = más calidad”? España nunca en su historia dedicó tanto
dinero de sus Presupuestos Generales a la enseñanza como ahora. Sin embargo,
todas las evaluaciones que se han hecho de forma imparcial (PISA) detectan que
estamos a la cola del ranking de calidad en la enseñanza en Europa.
Esta gran y decisiva pregunta debería ser la fundamental a
la hora de encontrar el origen del mal. ¿Quién de todos los implicados en este
problema debería hacer un sincero autoexamen de conciencia y preguntarse qué
parte de responsabilidad le corresponde? Y buscar por ese camino el origen, la
etiología de la creciente decadencia de la enseñanza. Alumnos, familias,
profesores, políticos, etc. son forzosamente coautores de la debacle. Aunque
ninguno de esos grupos esté dispuesto a reconocerlo. Nadie quiere admitir, ni
como hipótesis que él pueda ser parte causante del deterioro de la enseñanza.
Visto que no hay culpable conocido o reconocido lo más recurrente (SIEMPRE) es
confeccionar una pancarta y salir a la calle a pedir más dinero. No más
exigencia, no más calidad, no más rigor y seriedad. Más dinero. Y los políticos
ante tal clamor, atienden al eterno pedigüeño. Se auto engañan. Y ellos lo
saben. Pero pedir a una sociedad que ha dimitido de sus profundos deberes que
ha llegado el momento de modificar viejos y perniciosos hábitos, resulta un
imposible para los políticos. Y así, vamos acumulando el deterioro año tras
año.
Es tal el cúmulo de intereses creados en torno a la
educación que no se admite ni la más leve insinuación de que quizás haya mejor
manera de hacer bien las cosas. Son intereses gremiales, personales,
ideológicos… que impiden cualquier tipo de cambio profundo.
Quise orientarme para hacerme una idea de qué piensa la
sociedad sobre el tema. Me metí en Internet y consulté los informes PISA de los
últimos años. Estamos, año tras año, a la cola de los países de la OCDE. Nada nuevo, eso
ya lo sabíamos. Consulté otros foros, busqué respuestas a la pregunta de
fracaso escolar y no leí más que banalidades.
Es evidente que en otro campo cualquiera de la actividad
humana sería y lo es, fácil, evaluar, detectar, diagnosticar el origen del
fallo en algo que no funciona. En la enseñanza tropezamos con una especie de
extraña omertá. Nadie quiere encarar el problema seriamente y se recurre a lo
más fácil: considerarlo un problema de tipo económico.
Digo que, de los varios elementos que convergen a crear y
agravar el problema, hay dos que, sin excluir su parte de responsabilidad, son
los menos decisivos: uno es el económico y otro los alumnos. No es problema de
dinero, ni que las mujeres den a luz tantos miles de vagos, ineptos e incapaces
para aprender.
Creo, con José Antonio Marina, que aquí ha ocurrido un
fenómeno inédito históricamente. Antes, en tiempos no muy remotos, a los niños
se les educaba en la familia, y luego en la escuela. Ahora, los educa “la
tribu”, léase sociedad, amigos, pandilla, medios de comunicación… que
identifican la felicidad con el consumo, que devalúan valores tan elementales
como el deber, el espíritu de sacrificio, etc. Ha habido simultáneamente una
avalancha de desprestigio contra la familia y haciendo que ésta se siente
impotente para controlar a sus hijos y así se genera una dejación de los padres
impotentes para controlar a sus hijos.
Y los políticos. Éstos van detrás bendiciendo cuantas
aberraciones les exija la sociedad. Por tanto, los políticos elaboran leyes de
educación para mediocres, indolentes, niños a los que no se les puede exigir
que cumplan con su deber.
Yo todavía alcancé a ver leyes tan aberrantes e
inconcebibles como que un alumno suspendía hasta dos asignaturas en octavo de
EGB pero se le permitía matricularse en las once asignaturas de primero de FP.
Y, al terminar primero con ocho asignaturas suspendidas se le autorizaba a
matricularse en las once de segundo. Total, dos de octavo, ocho de primero y
once de segundo son 21 asignaturas para un semi-analfabeto. Y cuidado con
pasarse suspendiendo, que vendrá el inspector del Ministerio a insinuar que se
suspende demasiado en el colegio. Al año siguiente, el profesor aprueba a la
mayoría, sepan o no sepan. Y el Ministerio feliz, los padres más felices aún,
el centro desmoralizado y el profesor absolutamente desmotivado.
Cuando me jubilé de la enseñanza, forzado por la edad, lloré
por la amargura de dejar a mis alumnos. Mi hija Rosa lleva cuatro años de
profesora de instituto y, pese a su gran vocación para la enseñanza, ya está
quemada, amargada con su profesión. Según me dice, ella quería ser profesora,
no policía municipal. A esto hemos llegado.
Pepe
Morán Fernández. Dominico ex.
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5 comentarios:
Puedo compartir, en gran parte, lo escrito aquí por Morán. Sin embargo no estoy de acuerdo con su tratamiento de la enseñanza actual como un todo, como un grupo uniforme de pedigüeños, sin distinción entre enseñanza pública, concertada o privada, con intereses ideológicos y económicos enfrentados.
Tampoco con centrar el foco de determinados comportamientos juveniles sobre la familia, de todo habrá, obviando la devastadora influencia que ejerce, a través de modernos y poderosos medios de comunicación, la codicia del mercado para convertir al individuo en objeto de negocio, desde su más tierna infancia, despojándolo de valores en los que precedentes generaciones nos pudimos encontrar.
De tu artículo, Morán, estoy total o parcialmente en desacuerdo hasta la mitad (a veces hasta pareces un topo del Gobierno desprestigiando sibilinamente al profesorado, que es lo que hace, cuando hablas de salir con la PANCARTA) salvo en la referencia a Milton Friedman y Guy Sorman con lo del "gasto infinito" en cuanto a lo de la "enseñanza gratuita y sanidad gratuita", así como con lo del "ansia bulímica" -expresión muy acertada que en esos aspectos tiene la sociedad. En eso, sí, completamente de acuerdo. En lo demás, tendría mucho que rebatirte. Sólo a partir del párrafo donde dices. "Creo con José Antonio Marina..." y hasta el final, coincido plenamente. Sin quitar ni poner una sola coma. Incluso hasta con las sensaciones que tiene tu hija como enseñante, que fueron las que tuve yo en los últimos años de mi ejercicio (me jubilé en el 2008) y son las mismas que tienen dos de mis hijas también, que optaron por la enseñanza con mucha ilusión, y con tres trienios ya están quemadas. Una incluso, la de medias, que es la que lleva más tiempo, alumna que fue brillante, tanto que cuando acabó año por año Hispánicas le concedieron una beca de investigación con las opisicones ya aprobadas, para lo que necesitó un permiso especial, habla de pedir unos años sabáticos e irse por ahí a recorrer mundo y trabajar de camarera o lo que salga "para despejar y desconectar", dice. Ambas, con mucha ilusión, ganas de trabajo y espíritu renovador, chocan contra el mismo muro que la tuya.
¡Pues, anda, cuando llevéis los treinta y pico de años que estuvo vuestro padre -les digo- no sé qué va a ser de vosotras! Pero eran otros tiempos, otros métodos, otro material humano (padres y alumnos) y otro tipo de sociedad con otro tipo de valores... y sin tanta mierda audiovisual como se ve, incluso hasta en los medios impresos.
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En fin, Morán, tu tema es tan sesudo y problemático -fíjate que no se le encuentra solución- que daría para una mesa redonda y no corta.
Lo dejo ahí.
Ponerse a debatir tema tan sesudo aquí -fíjate si es sesudo que se ha convertido en problema al que parece no encontrarse solución- sería largo y monologuista, pues yo te iría rebatiendo idea tras idea (donde hay una perniciosa, que parece seas un topo del Gobierno desprestigiando a los profesores, que es lo que hace él subliminalmente al igual que tú, cuando dices que lo recurrente es salir con la pancarta a la calle pidiendo más dinero; y ¿quién sale con la pancarta a la calle? Sindicatos, padres y los PROFESORES. Morán: las huelgas y manifestaciones de clase son casi siempre peseteras, pero también conllevan una serie de peticiones de cambios en aras de la calidad que no deben olvidarse);
Cuando digo que pareces un topo del Gobierno Morán, quería decir un "paramilitar" (el que actúa soterradamente y sin oficialidad reconocida, pero permitida, en favor del que manda).
Me refiero concretamente a cuando hablas de que los más fácil y recurrente es salir con la PANCARTA a la calle, es decir, a manifestarse públicamente, para pedir... "No más exigencia, no más calidad, no más rigor. Más dinero".
Ahí hay un mensaje subliminal pernicioso que a base de repetirse -y se repite, tú el penúltimo en hacerlo- termina calando y echando a la sociedad contra los sindicatos y PROFESORES, que son los que van tras la pancarta (en contadas ocasiones también los alumnos y padres), porque el ciudadano de a pie, ajeno a los entresijos de la enseñanza, hace la siguiente lectura: "Tres meses de vacaciones,
horario cómodo con toda la tarde libre, cinco horas de trabajo al día (no tiene en cuenta la de exclusiva, ni el trabajo de coordinación en departamentos, ni el de preparación de las clases, ni el de horas y horas de corrección de exámenes o el de reciclaje para los que no se acomodan, ni los calentones que te dan padres y alumnos -y por ese orden-), sueldo aceptable y sobre todo seguridad en el trabajo... Y encima pidiendo más dinero y mi hijo cada vez más burro. Me cago en la madre que los parió, a esos los ponía yo a picar con un pico, para que supieran lo que es trabajar".
Ese pensamiento, con distintas versiones pero el mismo trasfondo, lo he oído yo cantidad de veces. u. Y tú, Morán, conduces a él con lo de la PANCARTA, olvidando que en las manifestaciones a parte de dinero, hay una serie de puntos donde se reivindican cambios y reformas que más que dinero lo que requieren es voluntad política, cambios estructurales. Pero ahí con la iglesia hemos topado, porque a la larga a los gobiernos -y más a los de derechas- les conviene el desprestigio de la Escuela Pública, aquella por la que nació y tanto luchó y tantas personas de valía dio la ILE (Institución Pública de Enseñanza) hace tantos lustros. Aquí lo que interesa es desprestigiar la Enseñanza Pública en aras de la concertada o privada, donde tantos intereses tienen gobernantes o allegados. (Ulpiano lo insinúa en su comentario, lástima no lo desarrollase más a fondo, como él conoce y sabe hacer).
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Un desprestigio, también sibilino desde el Poder, y este sí que nos toca de lleno a enseñantes y no, es el que se está haciendo contra los jubilados, por muchas flores bonitas que digan con la boca chica, con el resultado que buscan: que somos una carga (fíjate, de la veneración que se tenía en tiempos por la persona mayor, como crisol de experiencia y sabiduría, al estorbo y lastre de que es un saco sin fondo en cuanto a costo). A mí, y probablemente a alguno de vosotros también, personas en edad laboral me han insinuado y con pocos disimulos, ese sentir.
A ver si un día ordeno y recopilo una serie de apuntes que tengo por ahí, más los que siga captando y los cuelgo en el Blog. Ya veréis.
RECTIFICACIÓN:
Cuando digo ILE (Institución Pública de Enseñanza, quería decir Institución Libre de Enseñanza).
Cuando dije en mi comentario "Aquí lo dejo", eso quería hacer. Parece un contrasentido que luego siga con otro párrafo. La explicación es ésta: cuando hice el borrador, en la lectura previa vi que había "desaparecido" un párrafo, que es el que luego apareció tras el "Aquí lo dejo".
En fin, cosas del "Invento del Maligno".
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