Sucedió en LA VENTA DEL
CULEBRÍN
Por jrFRANCOS
En su construcción actual
data de 1860, pero dado que está en plena Vía de la Plata y en cruce de
caminos, es de suponer que en el lugar hubo asentamientos humanos desde mucho
atrás.
Está a unos cuarenta y
cinco kilómetros desde Los Santos de Maimona (al ladito de Zafra), donde vivo,
en dirección a Sevilla.
Y está a unos 200 de
metros del Área de Servicio Leo, siempre con muchos coches, cantidad de gente y
la impersonalidad que tienen todas esas áreas. Son todas iguales.
Por eso cuando voy a
Sevilla paro allí. Ambiente familiar, comida casera y un bar con solera. Buenos
precios.
La última vez que lo
hice, yo que pregunto mucho y pedí que me contaran alguna anécdota, me
relataron la siguiente historia: Llegó un día un señor, con un buen coche, bien
trajeado y modales educados. Antes de pasar al interior, se dirigió a las
traseras de la venta, donde en tiempos estaban las caballerizas y el patio de
carros.
Después se dirigió al
comedor. Una vez terminado pagó y dejó generosa propina. "Esta noche
volveré a cenar y a dormir". Apenas les dio tiempo a decirle que no tenían
camas, que solo daban comidas, porque se dirigió a la puerta sin prestar atención.
Y de noche volvió y cenó,
dejando de nuevo propina. "Si no les importa voy a dormir a la parte de
atrás". Asombrados los camareros le siguieron. Una vez extraído un macuto
y un saco de rafia lleno de "algo" del maletero del coche, de su buen
coche, se dirigió a las caballerizas. Los camareros alumbrándole con linternas.
"No se molesten, tengo la mía", y encendió un candil de carburo.
En la destartalada
caballeriza, llena de telarañas y polvo de años sin usar, se fue a una esquina
y fumigo el suelo y paredes inmediatas para matar mosquitos, hormigas y arañas.
Vació el saco de rafia, cuyo contenido no era otra cosa que hojas de maíz secas,
las que se usaban para hacer aquellos colchones de antes llamados
"jergones". Después extendió sobre ella una lona, puso por almohada
un cojín también de lona que parecía relleno con hojas de maíz secas por su
crujir, colocó en la cabecera un cuadro con el retrato de un hombre y tapándose
con una manta zamorana de aquellas de entonces, se echó a dormir, despidiendo a
los boquiabiertos camareros con un "Hasta mañana, nos vemos en el
desayuno".
Loco no parecía estarlo,
pero su comportamiento inducía a pensar que era un chiflado cuerdo. Y con esa
sensación los camareros cerraron y se fueron también a descansar.
Durante el desayuno les
contó que su padre era transportista; tenía una carreta tirada por un par de
caballos. Que transportaba productos de la zona (jamones y embutidos ibéricos,
quesos, dulces caseros, vino de pitarra... Y hasta carbón de encina para los
asaderos de carnes y también para los braseros de "picón" (carbón
vegetal), la calefacción de entonces de los hogares más humildes. Los llevaba a
Sevilla, a ciento cinco kilómetros. Dos jornadas y media.
En uno de sus viajes,
siendo un niño, le acompañó y pararon a dormir en dicha venta.
Ahora, que había logrado
ser alguien en la vida, quiso recordar aquel viaje donde hizo parada y noche
junto con su progenitor, cuyo retrato fue el que colocó en la cabecera de su
"cama".
Una vez desayunado,
cuando se fue dejó un sobre pequeño con una tarjeta dentro ("si necesitan
algo ya saben dónde hallarme"), que decía:
Dr. Hernández Canseco, Manuel
cardiólogo
Hospital Quirón Salud
Sevilla
Y esta es la historia del
hijo de un transportista de carreta tirada por dos caballos, quien llevando un
nivel de vida medio alto, de restaurantes y hoteles cuando acudía a congresos,
quiso recordar y honrar a su padre, durmiendo donde un día, muchos años atrás,
había dormido junto a él.
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Nota.- Publicado también
en el medio de comunicación de la "Asociación Senderista y Cultural la Verea", con más de cien
socios.
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