PRESENTACIÓN

Anualmente cuando nos reunimos los antiguos alumnos de Corias, bien sea en grupos minoritarios por promociones en diferentes lugares del Principado y alrededores, o de forma general en el encuentro de Corias a finales de cada mes de septiembre, siempre solíamos comentar al sentir la alegría de juntarnos de nuevo que, era una pena el que hubieran pasado tantos años sin comunicarnos y sin saber unos de otros.

Afortunadamente, en estos tiempos eso está subsanado gracias a los medios informáticos disponibles que tenemos a nuestro alcance. Aprovechando la oportunidad que nos brinda BLOGGER para poder crear un espacio cibernético común, en la nube, donde se pueda participar y expresar los recuerdos que cada uno de nosotros guardamos celosamente de aquellos años, es cuando surge el Blog de los antiguos alumnos de Corias.

Esta elemental presentación lo único que pretende y persigue es reavivar la amistad y la armonía que hemos trabado entre todos nosotros durante los años de convivencia en el Instituto Laboral San Juan Bautista de Corias y, que a pesar del tiempo transcurrido, aún perviven frescas en nuestro recuerdo.

Otro de los objetivos del blog es recordar y compartir las peripecias vividas por aquellos jóvenes que coincidimos bajo las mismas enseñanzas, disciplinas, aulas, comedores, dormitorios, juegos, etc., durante varios años en el convento de Corias y que aún las tenemos muy presentes.

La mejor forma que tenemos para rememorarlo es ir contando en este blog todos los pasajes que cada uno de nosotros recuerde, expresados con la forma y estilo propios de cada uno pero, siempre supeditados a los principios del buen gusto, el respeto y a la correcta educación que nos han inculcado los padres dominicos. El temario en principio aún siendo libre, sí debiéramos procurar en general, que tengan preferencia los temas relacionados con el colegio y su entorno, ya que es el vínculo y denominador común entre todos nosotros.

Como es lógico, cada colaborador es el único responsable de sus opiniones vertidas aquí en el blog; las cuales pueden ser expresadas libremente sin condicionantes ni cortapisa alguna por parte de la dirección; tan solo debemos atenernos todos, a las premisas mencionadas anteriormente del respeto y el buen gusto.

Una vez hecha esta breve presentación, se pide la colaboración y aportación de todos los antiguos alumnos pues, seguro que todos tenemos algo ameno e interesante que contar. Unas veces serán relatos agradables y divertidos, y otras no tanto; pero así es la realidad de la vida.

Al blog le dan vida una serie de antiguos alumnos que colaboran de forma fehaciente y entusiasta con Benjamín Galán que es el bloguero administrador. A este galante caballero el cargo de administrador no le fue asignado por méritos propios, más bien por defecto, de forma automática; simplemente, por ser el titular del blog. Pero podría delegar el cargo en cualquier otro colaborador que así lo deseara.

De antemano, muchas gracias a todos los participantes y colaboradores. Tanto a los antiguos alumnos y profesores que deseen intervenir, como a todos nuestros amigos lectores.

¡A colaborar y a disfrutarlo!

(21 de noviembre de 2009)

B. G. G. (BLOGUERO PRIOR)

jueves, 2 de mayo de 2013

SÍ, A LA BICICLETA

Hoy he visto en el Facebook este cuadro en el que se elogia hasta en cinco puntos,  las ventajas que supone el uso de la bicicleta sobre cualquier otro medio de  transporte y a mí se me ocurre añadirle  hasta un sexto punto, que consistiría en  el propio placer que supone el andar por los caminos montado a lomos de una elemental máquina como es la  bicicleta. Como yo he sido captado para practicar este ameno y saludable  deporte ya de parte tarde y no por gusto ni iniciativa propia en principio, sino más bien por imposición facultativa, voy a contaros en esta entrada  mi pequeña experiencia, muy positiva por cierto, como practicante tardío pero sin dopaje,  del pedaleo.

Yo, después de los 18 años aproximadamente, he tardado en volver a subirme a una bicicleta y cuando lo he hecho ya fue de bastante mayor;  concretamente, lo hice con sesenta años y condicionado  por la imperiosidad de tener que hacer ejercicio físico como fuera. Mi reincorporación a este ecológico medio de transporte, no fue  para evitar el coche en los desplazamientos por la ciudad,  ni tampoco como entretenimiento lúdico, no: fue única y exclusivamente por imposición médica. Lo que pasó es que, poco a poco me fue enganchando y ahora si no lo pudiera practicar, sé que lo echaría de menos y eso que cuando me reincorporé, hace unos siete años, llevaba sin andar en bici más de cuarenta años. Incluso llegué a pensar que se me habría olvidado, pero no, el andar en bicicleta es como el nadar y el bailar, nunca se olvidan del todo.

Yo, debido a un problema de hiperlipemia congénita que vengo arrastrando desde los cuarenta años, aproximadamente, ya solía caminar  bastante, principalmente los fines de semana que era cuando disponía de tiempo, pero siempre por recomendación médica ya que mi escasa afinidad con los deportes es de sobra conocida por todos mis compañeros de Corias, pero llegó el momento en que, con la dosis de medicación prescrita que estaba tomando  y el desgaste añadido que suponían las caminatas de los fines de semana, sumados los efectos de  ambos esfuerzos, el deporte no era lo suficientemente agresivo como para contribuir a rebajar el nivel tan alto  que tenía de triglicéridos en sangre, y entonces el médico me aconsejó que para no tener que elevarme en exceso la medicación, como compensación debería practicar deportes más fuertes y  más violentos que el caminar,  como podría ser el machacarse unas horas  en un gimnasio o andar bastante en bicicleta. Opté por lo segundo y así lo hice. Me compré una bici normal de paseo, dada mi condición de sesentón y comencé primero haciendo recorridos pequeños, hasta que me fui endureciendo lo suficiente como para ser capaz de subir pendientes fuertes y aguantar pedaleando sin parar dos o tres horas. Una vez  que lo tomé en serio y  lo hacía dos o tres veces por semana en sesiones de dos horas y pico cada una, llegué a recorrer cada vez del orden de cincuenta kilómetros y   aquello para mí fue mano santa, pues al mes de comenzar a practicar esta disciplina, dos veces por semana, ya me había bajado considerablemente el nivel de lípidos en sangre; tal que, el médico viendo la efectividad del ejercicio,  me rebajó bastante la dosis de la medicación que estaba tomando diariamente y me animó encarecidamente a que continuase haciendo lo mismo, sobre todo, por los buenos resultados obtenidos en un principio. Y así, poco a poco, le fui cogiendo afición, la cual de momento aún conservo y mantengo,  pues ahora, además de las sesiones obligatorias, también me gusta si el tiempo lo permite, salir de vez en cuando a dar una vuelta en bicicleta por el campo en plan  paseo.

Durante el buen tiempo suelo salir con la bici un par de veces por semana y recorro en total entre 45 y  50 km cada vez, siempre por carreteras locales que tengan el menor tráfico posible, porque los coches son el verdadero peligro para los ciclistas. El recorrido que hago es bastante completo pues  tiene un poco de todo: tramos llanos con  algunas fuertes subidas, no muy largas, y también con bajadas. El recorrido completo me lleva del orden de 2,5 horas, con un receso a medio camino de unos cinco-diez minutos, para soltar y reponer agua  y comer un plátano. En invierno, debido a que el tiempo en León no acompaña mucho para poder llevar a cabo estas prácticas camperas, bien sea por la lluvia,  por la  nieve, o por las bajas temperaturas, entonces he tenido que buscarme otra alternativa a techo cubierto y para ello  tengo en casa una bici estática que hace las veces de la dinámica, pero el practicar con este quieto artilugio resulta aburridísimo. El pedalear parado es como el viaje a ninguna parte; o comparable al asno que da vueltas sin parar interminablemente,  con los ojos vendados, alrededor del pozo para hacer funcionar a la noria. Menos mal que,  gracias a la compañía de la televisión y de la radio que, por aburridas que puedan resultar a veces sus programaciones, en estos casos suponen un gran alivio para poder concluir las sesiones previstas. Con este aburrido y estático artilugio suelo hacer también dos sesiones por semana de 30 km cada una. Estos 30 km me llevan del orden de una hora y diez minutos que no es un tiempo exagerado, pero la mayoría de las veces cuando finalizo,  me parece que en vez de llevar una hora encima de la bici,  llevo dos o tres, como poco; eso pedaleando  con un grado de dificultad de 7 en una escala de 1 a 10.

Según el contador electrónico de la propia bici, cada  una de estas sesiones de pedaleo estático,  me supone una quema de 700 calorías. La verdad es que se suda mucho más en la estática que en la dinámica. Cosa lógica por otra parte,  ya que la segunda tiene el aire acondicionado incorporado de serie. Ahora bien, a igualdad de kilómetros recorridos, el cansancio se nota mucho más después del recorrido hecho  por carretera que después de estar pedaleando en la estática hora y pico sin distanciarse ni un centímetro del punto de partida.

Aquí en la capital leonesa contamos con una amplia infraestructura de bastantes kilómetros de carril bici, muchos de ellos discurren por la ciudad, sobre todo hacia la Universidad  y el resto por el alfoz de la capital siguiendo el curso de los ríos. A mí en general,  me gusta más andar por el campo que por la ciudad y   no me atrae demasiado el rodar por esta senda urbanita tan llena de ciclistas y a veces también de peatones;  aunque reconozco que para poder trasladarse por la ciudad, el carril bici,  es la mejor forma de que te respeten un poco más  los malos conductores pues, como vayas por  fuera de esta vía,  la mayoría de ellos te ignoran y te pueden llevar por delante en cualquier momento.

A modo de apunte anecdótico debo decir que mi bici es un tanto atípica pues es una bici de puro paseo que lleva unos cambios buenos, los cuales te permiten poder subir cuestas pronunciadas,  siempre que  el que vaya encima pedalee con brío. Pero también  está  equipada con: portabultos, guardabarros para que no salpique el agua a la espalda cuando llueve, teléfono móvil, cuenta kilómetros y timbre. El timbre es muy importante, sobre todo para ahuyentar a los peatones patosos que cruzan sin mirar por donde no deben. Solamente le falta el cestito de color rosa en la parte delantera para hacer la compra.

Como conclusión final  también diré que, la condición de  bloguero está  muy en línea con el gusto por la bicicleta, ya que durante los paseos campestres, cuando va uno exhausto sin apenas alcanzar a respirar,  sudando como un pollo mojado sobre el sillín, en esos momentos se le suelen ocurrir a uno muchas ideas para luego desarrollarlas y plasmarlas aquí en el blog.


B. G. G. , bloguero “Prior”

9 comentarios:

Maribel Pérez dijo...

Todo tiene explicación, la cuestión está en encontrarla. Yo cuando veía a Benjamín y Elena siempre le decía a Manolo: Estos conservan el tipo como jovencitos, vaya suerte que tienen.
En la comida de septiembre hablando con Elena me dijo que no solía probar el turrón hasta Nochebuena, y que sólo lo comía dos o tres días. Ahí ya empecé a pensar que no me extrañaban mis kilos, pues si paso dos días sin comer dulces me entra hasta “tristeza” – me gustan todos: pasteles, rosquillas, chocolates, turrón… -
Otra cosa son los paseos, yo por mi salud, no puedo estar mucho tiempo de pie, lo que conlleva no poder pasear más de media hora o tres cuartos, eso en el caso de que no trabaje ese día, porque si estoy cansada no puedo pasear nada. Me recomienda el médico que intente pasear, al menos, un cuarto de hora al día. Con eso os podéis imaginar mi forma física. Manolo pasea todos los días unas dos horas, pero aprovecha cuando yo estoy trabajando.
En cuanto a la bici, yo, cuando tenía unos siete u ocho años empecé a pasear en bici, y así hasta los diecisiete o dieciocho años. Y luego,cuando nuestra hija era adolescente que tenía una. –La mía no sé qué fue de ella-. Como dice Benjamín, nunca se olvida el andar en bici, ni el nadar –eso lo practico todavía ahora, pero cinco o diez minutos-. De eso tengo anécdotas y son que padezco bastante de vértigo, ya conté aquí, que, entre otras cosas, no me subo en escaleras mecánicas, tampoco me gustan las alturas… Cuando voy al médico por alguna crisis de vértigo, le comento que siempre fui un poco “torpe” físicamente, pero eso sí, que hasta cierto punto, pues sé andar perfectamente en bici y nadar. ¡Siempre digo lo mismo!
Cuando vamos a Barcelona, me extrañaba mucho al principio, ver la cantidad de gente que se mueve por allí en bici. En la sala de espera del médico, se ve mucha gente vestida “normal” y con zapatillas de deporte y calcetines, para la bici. En todos los sitios, incluidos los hospitales, hay aparcamientos para bicis. Incluso hay un sistema de tarjetas que por una cantidad al mes, puedes alquilar una bici, la dejas donde te viene bien, eso sí bien aparcada y sujeta, y puedes coger otra de la misma empresa, creo que son del Ayuntamiento, dos o tres kilómetros más allá. Aunque nos dijeron una de las últimas veces que fuimos que estaban desapareciendo bastantes y que igual suprimían ese servicio.
El primer sitio donde yo vi los ejecutivos con traje y corbata y zapatillas de deporte, en sus bicis fue en Holanda, creo. El caso es que aquí dicen que se usan menos que en la zona Mediterránea por el clima, pero el del norte de Europa no es muy bueno. Creo que es más bien cultural.
En resumen, que el Prior y señora, cuidándose con los dulces y dando esos paseos, andando o en bicicleta. ¿Cómo no van a conservar el tipo?

ulpiano dijo...

Una magnífica obra de teatro escrita por Fernando Fernán Gómez, llevada al cine por Jaime Chavarri, tiene por título “Las bicicletas son para el verano”
Para los alumnos externos de Corias, unas dos décadas después de las fechas en que está situada la obra, las bicicletas eran para otoño, invierno y primavera por obligación y para verano por devoción.
Entonces recorrí montado en ella - de día o de noche, bajo lluvia, viento o sol, incluso nieve- doce kilómetros al día los primeros cursos y veinticuatro los siguientes, cuando también iba a comer a casa. Durante esos cinco años la comunión con la bici fue casi perfecta. Los fines de semana también la montaba para hacer largos recorridos por carreteras de piedra y tierra someramente compactada, sembradas de socavones, que seguían y siguen, ahora asfaltadas, los cauces del Naviego y del Cibea.

Después, durante cuarenta años, igual que Galán, olvido total de ella. Hasta hace pocos años cuando estancias más largas en Andalucía y el regalo de una plegable de ruedas pequeñas me empujaron a retomar ese ingenio de dos ruedas. Por puro placer, para sentir de nuevo la brisa de primera hora de la mañana o del atardecer con esa sensación de libertad que otorga la bicicleta. También por cuestiones prácticas: comprar el periódico y el pescado recién traído de un puerto cercano por la mañana, contemplar una puesta de sol y tomar una cerveza o lo que se tercie al anochecer. Pero siempre sin matarme, poco más de una hora, incluidas paradas, al comienzo y otro tanto al final del día.
Siempre por carriles bici o caminos de tierra, mejor si discurren en paralelo al mar. Odio compartir calzada con los automóviles.

Hace algún tiempo sustituí la plegable por una de media montaña que permite por igual abordar con garantía los caminos pedregosos que el paseo relajado por pistas asfaltadas.
Reconozco que en el cambio de bicicleta, además de las cuestiones prácticas y de comodidad, influyó un hombre de bien sobrepasados ochenta años que solía pasear a su perrita por las inmediaciones de mí recorrido. Un día este hombre, con el típico gracejo andaluz, me saludó diciendo:” ¿dónde va un hombre tan grande con una bici tan chica?” acabando de convencerme que debía cambiar de montura.
Además de los comportamientos incívicos que con toda razón denunciáis, en España, a diferencia de países más desarrollados del centro y norte de Europa, la bicicleta ha venido siendo arrinconada por el coche, convertido este, más allá de su necesidad real, en nuevo medidor de estatus social.
Nunca dejó de sorprenderme, cuando trabajaba en la periferia de Madrid, al ir o venir en el tren de cercanías leyendo cómodamente el periódico, ver los kilométricos atascos, en la gran mayoría de coches viajando solo el conductor, que se producían en la autovía que discurría paralela a las vías. Como tampoco deja de llamarme la atención, aquí en el centro de Madrid, las numerosas mamás que llevan a sus retoños al colegio o van al súper de la esquina a bordo de grandes todoterreno. Los mismos que el fin de semana invaden y destrozan el monte acabando con la impagable tranquilidad de la montaña.

Maribel Pérez dijo...

Esta entrada de “Sí, a la bicicleta”, según van pasando los días me trae muchos recuerdos, voy a intentar plasmarlos. Lo haré por orden cronológico inverso.
Empiezo por recordar un grupo de chavales que venían de estudiar del Convento de Corias con unos impermeables oscuros, que tapaban parte de la bicicleta también, -el manillar por ejemplo-.Me llamaban la atención porque esos impermeables nunca los vi a nadie más, para mí es un distintivo de los estudiantes de Corias. Si mal no recuerdo entre ellos estaban Ramos, Pepín el del Pelayo, Rodri… así sobre la marcha no recuerdo a más, pero venían en grupos más numerosos. No sé si Ulpiano venía también. Yo lo recuerdo de pasar en bicicleta por la zona que yo vivía, camino obligado de Corias a Limés, pero con el impermeable no. Los tres que nombré, los recuerdo mejor porque sus padres tenían trato con los míos.
También recuerdo a mi padre con una bicicleta gris, de las que entonces se llamaban “de hombre” pues tenía la barra recta. Yo lo conocí usándola para desplazarse por la zona de Cangas y pueblos cercanos –Corias, Limés, Llano-, cuando ya tenía el taller, pero la bici en cuestión tenía más historia. Cuando vino para Cangas, en 1947, después de cinco años de servicio militar, desde Tánger a Calanda, entre otros (cinco años dan para mucho), se dedicaba, junto con su hermano Manuel, a poner “mini centrales” para dar luz a los pueblos. Pusieron muchas, en el concejo de Cangas, por poner ejemplos distantes, Riomolín, La Viliella, Mieldes, Genestoso. En Ibias, en Degaña, en la provincia de León por la zona de Murias de Paredes, Aguasmestas, Valle de Fornela, etc.
Pues a lo que iba, a esos sitios se desplazaban en bicicleta. Como os podéis imaginar prácticamente no había nada asfaltado, además aprovechaban los atajos, con lo que la mayoría de las veces llevaban la bici en la mano por la montaña. Se guiaban con una brújula. El viaje a Ibias solía durar unas seis horas. Creo que debía de ser un deporte muy completo.
Y para finalizar recordar lo que nos contaba Jenaro Flórez de cuando era estudiante en Oviedo por el año 1910 e iban y venían –él y los hermanos, que tienen una calle en Cangas- en bicicleta. Tardaban un día completo, que a mí tampoco me parecía tanto, teniendo en cuenta que iban por la carretera y estaba sin asfaltar. Por otra parte tenían que estar bien entrenados. De este hombre, seguro que Gión, Olga y Ulpiano se acuerdan. A nosotros nos contaba esto en Castrosín, que coincidíamos en la comida en una casa, hace entre treinta y cinco y cuarenta años, el día de la Fiesta varios años, también el día del “ramo” del agua y otras celebraciones. A mí me parecía una heroicidad.

Benjamín Galán dijo...

Continuando con el tema de las bicicletas, diré que los impermeables que recuerda Maribel que eran como una capa grande que convertía en los días de lluvia a los alumnos externos de Corias, en una especie de monjes budistas, con aquel atuendo que no solo tapaba al ciclista, sino también parte de la bici, sé que los vendía Serafín (Serafo) que era un hombre singular que tenía una tienda de repuestos de bicicletas en la calle Mayor, frente por frente de la desaparecida zapatería de Casa Carchuelas. Este Serafo, que siempre tenía un palillo en la boca y que nada más verte entrar en la tienda te decía: “¿Qué quieres Oubacho?”, fueras de donde fueras, y que ya lo hemos sacado a relucir aquí en otras ocasiones, este hombre solía vender todo lo relacionado con las bicicletas: lo mismo vendía parches para arreglar los pinchazos, que capotes para la lluvia. Ahora, impermeables de ese mismo tipo que aquellos que usaban los alumnos de Corias, los emplean muchísimo los peregrinos que van a Santiago en bicicleta. De hecho, yo conozco una tiendina muy curiosa, que había y creo que continúa, en Villafranca del Bierzo, que en el cartel anunciador pone Quincallas y no sé que más. En esta tienda sé que los vendían como rosquillas para los caminantes. Tenía varios modelos de diferentes largos y para los ciclistas eran exactamente igual que los de los alumnos de Corias que cubren al ciclista y gran parte de la máquina de pedalear.
En los años de nuestra infancia, las grandes distancias que cubrían las personas que cuenta Maribel, eso era ya todo un récord, sobre todo, para el tipo de bicicletas de entonces. Mi padre, siendo yo niño, también tuvo una Orbea muy buena con frenos de varilla, que la utilizaba para bajar a Cangas desde Posada, que son 34 km entre ida y vuelta. En todo el recorrido los tramos llanos y de bajada, esos muy bien, pero las cuestas resultaban matadoras con aquellas bicis de paseo tan elementales que había entonces; las cuales, normalmente, como tren de arrastre solamente llevaban la catalina y un piñón. Por cierto, hace mucho que no oigo a nadie decir catalina para referirse a la corona o rueda dentada. En los casos de tener que subir fuertes cuestas con aquellas pesadas máquinas, lo más acertado y prudente era bajarse de tales caballerías y acometer la subida a pie llevando la bici de la mano. Mi padre los días que tenía que bajar lo hacía temprano y para las tres de la tarde ya estaba de vuelta en Posada, después de tener que arreglar un pinchazo o dos en el trayecto, con todos los recados hechos y también con los encargos que le solían hacer las vecinas que no tenían en casa un vehículo de dos ruedas como el que tenía el sastre. En aquellos años, según se sacrificaban las personas de los pueblos para desplazarse hasta la Villa y poder proveerse de lo necesario, no me extraña que no necesitaran hacer ejercicio físico extra, Cómo para que hubiera gimnasios en aquellos años. Entonces no sobraba ni una dichosa caloría en el cuerpo. Más bien al contrario, lo que quería la gente era poder estar gordos como palafrenes aunque sudaran la gota gorda, pero eso era un privilegio no al alcance de todos.

Anónimo dijo...

Galán,se ve que tienes una bici en estado impecable,como todo lo tuyo,pero le falta al go que yo considero importante,una dinamo para pasear por la noche y ver al peatón y una luz trasera de posición,hasta me parece que es obligatorio tenerlas,lo del casco está en estudio y algunos opinan que si es bueno llevarlo y otros dicen lo contario,por ejemplo que no vas a llevar el paraguas colgado del brazo todo el día por si acaso llueve,cuando ves que luce el sol radiante,esto es así y los técnicos harán su valoración,pero de momento las luces,no lo olvides,son muy necesarias,un abrazo,voy a dar un corto paseo antes de comer,Agur.

Víctor Gión dijo...

Galán,se ve que tienes una bici en estado impecable,como todo lo tuyo,pero le falta al go que yo considero importante,una dinamo para pasear por la noche y ver al peatón y una luz trasera de posición,hasta me parece que es obligatorio tenerlas,lo del casco está en estudio y algunos opinan que si es bueno llevarlo y otros dicen lo contario,por ejemplo que no vas a llevar el paraguas colgado del brazo todo el día por si acaso llueve,cuando ves que luce el sol radiante,esto es así y los técnicos harán su valoración,pero de momento las luces,no lo olvides,son muy necesarias,un abrazo,voy a dar un corto paseo antes de comer. Agur.

Benjamín Galán dijo...

No creas, solo para ir tirando. La dinamo no la tengo puesta porque frena un tanto y hay que pujar algo más si se lleva. No obstante, de noche no suelo andar. Para cuando hay poca luz, porque está nublado u oscuro, llevo una luz trasera roja bastante buena. Hace unos años, me trajeron de Holanda unos familiares dos pilotos muy curiosos: uno es de luz blanca para la parte delantera y el otro es rojo para la parte de atrás. Van alimentados por pilas y la verdad es que les suelen durar mucho tiempo, a pesar de que hay veces que se mojan por la lluvia, pero están tan bien impermeabilizados que no les entra ni gota de humedad. El casco cuando salgo por la carretera siempre lo llevo puesto. Ten en cuenta que, si tuviera uno la mala suerte de caerse, puedes hasta “descornarte”, y eso no conviene pues, ya que tiene uno tantas cosas en la cabeza, que más da una más, que una menos.

ulpiano dijo...

Sí, Maribel, a Jenaro Flórez lo recuerdo perfectamente. Tenía viñas en Limés y subía en bicicleta casi todos los días, me cruzaba con él con frecuencia. Además era amigo de mi abuelo de Ardaliz y en ocasiones, siendo muy pequeño, asistí a alguna de sus largas charlas políticas. Años después, ya en Madrid, mantuve relación con un familiar suyo, me parece que sobrino, llamado Enrique Flórez, estaba casado con la hermana de unos amigos y fuimos compañeros en una movida política. Según me dijo no mantenía relación con Cangas. Murió, aún joven, hace bastantes años.
Los alumnos que recuerdas debían de ser dos o tres cursos posteriores al mío. Yo solía emparejarme con los que, como Baragaño, llegaban hasta Santa Catalina.

Víctor Gión dijo...

Benjamín,es que la bicicleta en Holanda es el pan nuestro de cada día,nacen y ya tienen la bici en casa,además y muy importante,Holanda,que lo conozco muy bién,es llano y tiene carril bici por cualquier sitio,puedes ir de Rotterdam a Amsterdam,Utrech,Hilversum,Den-Agg(,La Haya) dando pedal y recorrer casi todo ese precioso y pequeño país con poco esfuerzo,las pendientes no existen o son escasísimas y claro,eso juega a su favor,por otra parte ya veo que tienes equipada la bici con luz delantera y trasera y siendo Holandesa,la mejor,un abrazo,PD seguimos con lluvia y día tristón,la cuenta para comer y dormir la siesta,hasta otro ratín,