domingo, 10 de marzo de 2013
MUERTE EN LA CARRETERA
Aquella Semana Santa del ochenta y pico, decidimos pasarla
en algún pueblo Navarro. A los cuatro nos entusiasma el románico y la ruta está
llena de fantásticos monasterios e iglesias románicas.
Además los fans de las alubias, teníamos ocasión de devorar
media cosecha de la Rivera de Navarra. Así es que alquilamos una casa en Sos
del Rey Católico, provincia de Zaragoza, cuna del unificador de España junto con Isabel I.
Navarra, como casi todas las provincias del Norte de España
está repleta de cientos de iglesias románicas. No así en el sur de España, toda
la parte septentrional de la península estuvo más de cuatrocientos años en
constante guerra con los moros invasores. La frontera entre ambos bandos se
modificaba con relativa facilidad. Ataques y contra ataques que hacían que un
mismo territorio cambiase varias veces de dueño. Los habitantes del norte, los
cristianos, tenían asumido que vivir era guerrear. Aún en períodos tranquilos
los que trabajaban los campos lo hacían con una mano en el arado y la otra en
la espada. El hecho de vivir en poblaciones grandes era motivado por la
necesidad de vivir en grupos para mejor defensa y en último extremo en torno a
una iglesia. Una iglesia era a la vez que templo, fortaleza donde recluirse en
casos extremos. Una iglesia románica es un recinto amurallado, sin ventanas,
una torre cuadrangular de imposible acceso desde el exterior, al mismo tiempo
esas torres dominaban un amplio panorama campestre y desde ellas, como torres
de vigilancia se podía divisar si por la lejanía se aproximaba el ejército
enemigo. Generalmente por turno o por personas no aptas para el trabajo,
siempre había varios escrutando el horizonte. Podía ocurrir que no se diera un contraataque musulmán en
veinte o treinta años, pero la vigilancia era perpetua. Como primera medida se
hacía una gran hoguera en lo alto de la torre que se podía ver a muchos
kilómetros a la redonda y que iba poniendo en guardia con suficiente antelación
a quienes estaban laborando en las cercanías. Una cadena de hogueras avisaba en
el término de quince minutos a poblaciones separadas entre sí por 200 km. Como
es natural los bosques hubieran impedido ver al enemigo acercándose. Se talaban
para evitarlo he ahí el origen de la deforestación de las mesetas. Los
vigilantes vivían una vida regalada, a veces, años y años seguidos. La alarma
cuando se producía, se transmitía desde lo alto de la torre con una piadosa
frase: “Viva la Virgen”. Todo el pueblo la repetía y así no eran cogidos por
sorpresa. Los vigilantes de las torres se identificaban por su vida cómoda, de
ahí ha quedado la frase, para siempre, al denominar a los vagos y juerguistas
como “es un viva la Virgen”.
Cuando atraveséis la meseta, desde el coche o el tren,
observad que es frecuente ver en las elevaciones del terreno, en la cima de las
cerrezuelas y oteros los restos – apenas tres paredes - de lo que en su día eran torres de
vigilancia, que jalonaban el paisaje de tal manera que formaban una tupida red
con puntos de fuego que lanzaban al aviso incluso a más de 100 km. Desde lo
alto de la Peña de Francia, se ve tierra de seis provincias españolas. La
ciudad de Salamanca, se ve perfectamente y está separada exactamente por 100
km. Con claves crípticas, tipo morse la noticia se expandía por toda la
geografía mesetaria en cuestión de minutos. El tiempo para refugiarse en el
pueblo y, dentro de él, aprovisionarse en la iglesia para desde su torre
impedir cualquier ataque a la puerta, único hueco de entrada. Al osado que se
aproximaba a la puerta le caía un buen chorro de aceite hirviendo. Dentro tenían
agua en aljibes, o construían un pozo
que podía superar los 100 metros de profundidad.
En Francia hay un monasterio, fortaleza en Cordes Sur Ciel,
que tiene un pozo de 113 metros de profundidad y servía para extraer agua y
también para huir.
Pues a Navarra vamos. Casi en la frontera norte con Navarra
hay un pueblo llamado Almazan o, como dicen ellos, la ciudad de las tres
culturas.
Mientras las mujeres iban a dar una vuelta por el pueblo.
Moisés y yo (Moisés fue alumno mío en Corias) recalamos en una cafetería.
Éramos los dos únicos clientes en aquel momento. Pedimos un par de cafés a una
mocina de unos dieciséis años, día arriba, día abajo. A la hora de pagar saqué
un montoncito de calderilla. Una moneda de cien pesetas tenía un color un tanto
extraño, pues era predominantemente rojo.
Hay días que mejor no haberse levantado o viajar con la boca
sellada con esparadrapo. Conozco a otros como yo que sí, de súbito les viene
una idea a la cabeza ya no reparan en nada y sueltan todo. Tenemos esa falta de
prudencia. Así fue en aquella cafetería, le enseñé a Moisés la moneda le
espeté: “Mira llevo aquí la moneda que le birlé al viejo al que atropellamos
hace un rato, el jodido llevaba poco dinero encima.”
Moisés: “No debimos dejarle tirado allí en la cuneta”.
Yo: “Bueno, por esta zona abundan los buitres y pronto lo
despiezarán”.
Moisés: “Bueno cuando quieran enterarse ya estaremos en
Sos”.
Yo: “Tienes razón”.
La mocina nos miraba alucinada. Yo creí que habíamos gastado
una broma, sí, sí…
Al salir se acercó a la puerta y vio como nos introducíamos
en un Ford Sierra azul. La vi como nos observaba.
Íbamos ya cerca de Sos cuando nos adelantó un motorista de
La Guardia Civil, su pareja se puso detrás y al poco nos adelantó un coche de
Tráfico.
Yo: “Moisés que me da que estos vienen a por nosotros”.
Moisés: “Pues nosotros no hicimos nada de modo que
tranquilos”.
En efecto el coche se detuvo ante un restaurante de
carretera. El motorista nos hizo una seña para que aparcáramos. Del coche no se
bajo nadie, los motoristas se acercaron uno por cada lado, el de la derecha me
dijo:
-
“Buenas, ¿De dónde vienen?”
-
De Madrid.
-
¿Se han detenido en Almazan?
-
Sí, Señor
Guardia.
-
¿Sabe por qué le paramos?
-
Pues me lo imagino, comentamos en el bar que
habíamos atropellado a un viejo.
-
Y ¿Qué
explicación da usted de eso?
-
Pues que era una broma y la camarera lo creyó.
-
¿Y a usted le parecen normal ese tipo de bromas?
-
Pues no, pero no creí que la chica lo creyera.
-
Bueno, sigan al coche de la policía hasta Sos.
El sargento de Sos fue más burócrata de lo razonable. Nos
pidió uno por uno el carnet: que de dónde veníamos, que a dónde íbamos, que
dónde trabajábamos. Lo más de sorprendente le pareció lo mío y lo de Mabi. Nos
mandaron a otro salón y mientras tanto telefoneó a la Biblioteca Nacional y lo
que le dejó más descolocado fue cuando le dijeron que sí, que Mabi era la
secretaria del Director General de Tráfico.
No obstante nos dijo que tenía que inspeccionar la zona del
supuesto atropello y tendríamos para un par de horas, total un retraso de casi
cuatro horas y un consejo malhumorado: “No vayan por ahí gastando bromas tan
idiotas como esta” y el caso es que tenía razón.
Nos fuimos y nos recompensamos visitando Leire, La Oliva
etc… y todo el resto del románico Navarro. Yo comí alubias y bebí vino Navarro
y fuimos de Tafalla a Olite que están
tan cerca que casi se emplea el mismo tiempo que en cantar la famosa Jota:
Compré
una burra en Tafalla.
Morena
mía, prenda dorada.
Y se me
murió en Olite
La
burra yo no la pago
Morena
mía prenda dorada
Mientras
que no resucite.
Todo esto ocurrió hace 30 años. La impresión sobre los
navarros fue inmejorable. Me refiero a su hospitalidad. Hoy Marzo de 2013, mi
amigo Moisés recorrió Navarra de Norte a Sur haciendo el camino de Santiago, su
impresión ahora ha sido totalmente distinta. Por doquier encontraban gentes
oscas y mal encaradas, aviesos con los peregrinos.
¿Qué ha ocurrido? Lo típico de nuestra historia, para un
español, vivir es guerrear.
Pepe
Morán. Dominico-Ex.
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2 comentarios:
Anda uno despistado, y a punto de desaparecer de la pantalla del blog este episodio de Morán, huérfano, injustamente, de comentarios.
El relato, real o no,- todo puede ser real mientras una mente lo alimente-, está escrito con precisión, y destreza de oficio, como siempre, y es ocurrente.
Además del buen hacer de su escritura, Morán, nos trae trozos de arte e historia y recuerda la función de esas maravillosas construcciones románicas que, aún hoy, imprescindible visitarlas, jalonan los Pirineos, desde el Cabo de Creus hasta el Golfo de Vizcaya.
Sus alabanzas a la cocina Navarra están de sobra contrastadas, como diría la Michelín “justifica el viaje”. Si alguien tiene alguna duda que se acerque a Tubal en Tafalla, sin hablar de otros restaurantes de la zona.
Hasta un retazo del rico y variado folklore navarro trae en este relato.
El episodio con los civiles me parece chusco, a cualquiera, en ciertos sitios, le puede pasar si se va un poco “sobrao”, y los sorianos, también las sorianas, son gentes serias, basta ver el cuidado y esmero con que cuidan sus montes comunales.
Como todo no pueden ser coincidencias no puedo compartir, al menos generalizando, la apreciación de su amigo sobre el cambio de carácter de los navarros. Durante años visité Navarra con cierta frecuencia, un amigo, aunque vive en EE.UU. desde hace años, es de Olite y, acompañado por él o no, siempre he recibido buen trato.
Tengo grabado, aunque ocurrió al lado, en Gipúzkoa, un episodio de hace unos dos o tres años que puede hacer contrapunto a la impresión de su amigo sobre los vasco-navarros.
Habíamos reservado, por primera vez, para mediodía en un restaurante con fama de comer bien. De camino, por un incidente que no viene al caso, nos estrellamos contra un guarda-raíl, no nos pasó nada, solo quedamos un poco aturdidos, pero el coche quedó destrozado. Acudieron de un caserío cercano, muy amables, a socorrernos, a regular el tráfico, el coche había quedado atravesado en la carretera y avisaron a la Ertzaintza.
Llamamos al restaurante, dudando poder llegar para comer, y nos respondieron que no nos preocupásemos, esperarían para darnos de comer a la hora que pudiésemos llegar. Entre hacer el papeleo con la policía, esperar la grúa etc. llegamos, con el taxi que mandó el seguro, cerca de las cinco de la tarde cuando abandonaban el restaurante los últimos clientes. Nos dieron, sin meter ninguna prisa, una excelente, y no cara, comida. A los postres, pasadas las seis y media de la tarde, el dueño sonriente se acercó con una botella de Môet Chandon diciendo: “Esto invitación de la casa, para olvidar el susto”
Dicen que cada uno cuenta la misa según le fue, o, más o menos, algo así.
A Ulpiano sin conocerlo, es de las personas que a uno le caen bien por la claridad de sus ideas y forma de exponerlas sin tapujos.
Anteriormente, quise hacer un comentario a la entrada de Morán, fueron pasando los días y uno por desidia o pereza fue languideciendo.
Maestría y destreza en el oficio como dice Ulpìano, le sobran a Morán, pero en precisión, en esta entrada quiero aportar mi granito de arena. Almazán, situada en el arco de ballesta del Duero, es digna de ser visitada, por sus edificios e iglesias de diferentes estilos ( románico, gótico, barroco y renacentista), tierra recia y noble que se palpa al pasear dentro de sus murallas, no se encuentra en la frontera norte de Navarra, pues la Rioja y Zaragoza se interponen y la distancia hasta la Tudela es bastante considerable.
Hubo una importante judería, pero las tres culturas no convivieron juntas, ya que árabes y cristianos, estaban siempre en lucha.
Después de expulsar a los judíos con su inteligencia; a los árabes con su sensibilidad, nos quedamos los cristianos guerreando con la fuerza bruta
La adnamantina creo que hizo lo correcto en poner en conocimiento de las Autoridades, la posible comisión de un delito. Bromas aparte.
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