martes, 25 de octubre de 2011
FE CIEGA.
A propósito de la anécdota que nos cuenta Pepe Morán en su entrada, Los cinco duros de B. N, parece que este amigo tenía bastante más fe en las ofrendas que encargaba por la intención de su abuela, valoradas en cinco duros, que en las horas de estudio que se habría pasado a lo largo del curso memorizando fechas y acontecimientos históricos de nuestro país, para rendirle cuentas a fin decurso al P. Jaime para que le concediera el deseado aprobado. La verdad es que los cinco duros, aunque parezca mentira mucho dieron de sí; digamos que hicieron dos milagros por el precio de uno: ya que aparte de lograr el aprobado en la asignatura de Historia, también obtuvo B. N. la distinción de que dijera de él, el P. Jaime , que no sólo era buen estudiante, sino también muy piadoso. ¡Ea!
Supongo que este alumno en el siguiente curso se pasaría todo el año ahorrando para utilizar la misma táctica en el resto de las asignaturas. A cinco duros cada una, le podía salir el aprobado completo del curso, por menos de cincuenta duros. Lo que no sabemos, es si con otros profesores, funcionaba igual de bien el milagrero ofrecimiento.
Tratándose de temas de fe ciega, yo voy a contar aquí una anécdota similar que nos trasmitió el mismo protagonista de los hechos y que también podríamos titular como: “coge fama y échate a dormir”.
El P. José García contaba que en una ocasión se acercó a la portería del convento de Corias un señor procedente de los pueblos cercanos preguntando por él, e insistiendo en que quería verle sin falta, para un tema de suma necesidad y urgencia. El padre José una vez puesto en alerta por el portero, Fray Pedro, le recibió en el momento, no sin cierta impaciencia por saber cuánto antes en qué podría servir al desesperado visitante. El hombre después de saludar efusivamente al reverendo fraile, besando repetidas veces su mano le dijo: mire padre José, vengo a pedirle un favor sabiendo que usted es una persona muy buena y muy poderosa, tanto, que tiene sobradas influencias hasta en los altos estamentos militares del Estado. Por eso le pido que interceda ante quien competa para que al hijo mío mayor, que está a punto de que le llamen a filas, le destinen dentro de Asturias durante el servicio militar, pues nos hace tanta falta en la casa que, si nos lo mandan lejos durante todo un año, estamos perdidos. Si esto sucediera, que Dios no lo quiera, tendríamos que dejar las tierras baldías sin sembrar, ya que él es el alma de la hacienda y el que hace todo, gracias a que es muy habilidoso, fuerte y muy trabajador.
Le diré que también hemos tocado otros palillos y para ello hemos recurrido a un sargento que es algo familia de mi señora y que está destinado en la Caja de Reclutas de Pravia, pero en ese familiar no confiamos demasiado, pues nos parece que un sargento no tiene competencias suficientes como para cambiar el destino de un recluta.
El P. José le contestó que él haría ese favor que le pedía de mil amores, si estuviera a su alcance, pero que no conocía a nadie que pudiera influir sobre las personas que decidían los destinos de los reclutas. El visitante decía: P. José, eso lo dice usted por lo comedido y humilde que es, como de costumbre, pero yo sé de buena tinta los poderes que usted tiene en todos los sitios oficiales. El pobre fraile volvía a insistir una y otra vez, que él no era la persona adecuada para poder ayudarle en lo que le pedía. El otro, terco como una mula, le volvía a decir: aunque usted se quite importancia yo sé muy bien con quien hablo, y también me voy bien tranquilo de aquí, pues sé que estoy en buenas manos. ¡Usted haga lo que pueda buenamente!
El paciente P. José ya perdido y sin saber qué hacer ante la terquedad de aquel hombre, y por quitárselo de encima de una vez por todas, le contestó que haría lo que pudiese, pero que no confiara mucho en sus gestiones ya que él era solamente un humilde fraile y que no tenía mucho a quien apelar. También le hizo hincapié en que no echara en saco roto lo de llamar a alguna otra puerta más, y a poder ser, que tuviera más agallas que las suyas para este tema.
Tal que, el P. José una vez que se vio libre del importuno visitante, se olvidó por completo del tema pues lo que le pedían estaba totalmente fuera de sus posibilidades y atribuciones.
Al cabo de varios meses, una mañana le vuelve a llamar el portero y le dice: P. José, le está esperando aquí en la puerta principal un señor que trae de la mano un cordero vivo y quiere verle. El P. José no comprendía nada de lo que le estaban diciendo pues no era competencia suya en la institución, la recepción de animales; no obstante, se acercó a la portería para ver de qué se trataba. Según iba avanzando por el claustro hacia la entrada principal, ya reconoce al personaje en cuestión y recuerda que se trata del padre del recluta, que tiempo atrás, le había hecho la petición de interceder en el destino para la prestación militar obligatoria del hijo.
El P. José, como siempre, le saluda cordialmente y le pregunta por el mozo. El padre del recluta estaba pletórico y le decía al fraile que el hijo estaba muy contento pues, gracias a la intervención suya, el mozo había sido destinado al destacamento de Pravia, y que todos los fines de semana disfrutaba de pase pernocta lo que les había solucionado por completo el problema tan tremendo que tenían; por lo tanto, en agradecimiento por el favor tan grande que nos hizo, gracias a sus buenos contactos, le traigo este cordero para usted y si lo considera oportuno puede compartirlo con la comunidad para que lo celebren todos los frailes en mi nombre.
El fraile se queda boquiabierto y le dice al hombre que muchas gracias por la atención, pero que no puede hacerse cargo del obsequio, porque él no había hecho nada y lo más seguro era que el cambio de destino del recluta se debiera a la eficiente mediación del familiar militar. El del cordero volvía a la carga y repetía: usted tan modesto y sencillo como siempre P. José; pero usted a mí no me engaña, el rapaz nuestro está en Pravia gracias a las buenas agarraderas que usted tiene. El fraile volvía a insistirle que se llevara al animal para su casa de nuevo, pues ellos no podían admitir semejante regalo.
Después de largo rato, en un tira y afloja, al final el cordero se quedó en el convento y el familiar militar se quedó a dos velas sin cordero, después de ser el verdadero artífice de la mejora lograda en el destino del recluta. El Padre José, para aquel hombre era infalible, lo mismo que la ofrenda de cinco duros para nuestro compañero B. N.
B. G. G. (bloguero “prior”)
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6 comentarios:
Esta entrada de Galán me trae la foto fija de un tiempo, en el cual, corderos y jamones, gallos y lacones, chorizos y huevos desfilaban desde los pueblos a Cangas para obsequiar a notarios y abogados, médicos y funcionarios, jerarcas verticales, pasantes o secretarios y hasta aguaciles o guardias municipales, a todos aquellos que detentaban poder o estaban en sus aledaños. Era una costumbre ancestral para intentar lograr algún ansiado, no siempre lícito, objetivo; y digo era, cuando soy consciente que en cierta forma aún es.
Otros de los agraciados eran los curas, en su mano aunaban todos los poderes, hasta los celestiales. Estos eran muy celosos defendiendo su parcela, siempre intentando que los frailes, recluidos en el convento, no se la invadieran. Con uno de los frailes, P. José, lo tenían difícil, quizás por ser del concejo, de Robledo concretamente, su influencia entre los paisanos, más aún entre las paisanas, era enorme, tan grande como las “agarraderas” que le atribuían. Además estaba la aureola de santo conferida, especialmente, por el extendido rumor que su curación de una grave enfermedad, nosotros estábamos allí, había sido directamente obra, no de los médicos, sino de Dios.
Situándonos en aquella foto,la fe ciega en el conseguidor, la historia contada por Galán resulta creíble y real.Saludos
Amigo Ulpiano, doy fe de lo que comentas respecto a la ancestral costumbre de conseguir favores o agradecer algo a cambio de jamones, gallos, etc.., pero te falta añadir unos profesionales que también eran acreedores de tal agasajo, y a los que no hacía falta llevarselo a Cangas, pues lo tenían o la tenían en el mismo pueblo o en uno cercano.
Me estoy refiriendo a las maestras, o en mi caso a los maestros, pues en mi primer destino como tal, en Gedrez, yo me quedaba en la casa escuela durante la semana, y los fines de semana bajaba a mi casa de Cangas.
Como nunca fui mucho de andar por bares ni de "jugar la partida", pues muchas tardes-noches de invierno las pasaba en la escuela con los niños que querían aprender a escribir a máquina, leer algunos de los pocos libros que allí había, o simplemente acompañarme un ratito y jugar al futbol en el patio de la escuela.
Desde los primeros días acepté como normal que los padres de mis alumnos me regalasen carbón para la estufa de la escuela y para mi vivienda en el piso de arriba, pero un viernes por la tarde, cuando aún estaba en clase con todos mis alumnos, se presentó el padre de uno de ellos con un jamón. Te aseguro que los colores se me subieron a la cara y que tentado estuve de meterme debajo de la mesa, pero por más que le insistí al buen hombre que yo cobraba puntualmente mi sueldo y que él no me debía nada, que los maestros ya no pasabamos hambre, .... no hubo más remedio que aceptarle el regalo, pues no hacerlo suponía una ofensa que a él le parecía muy grave.
Benjamííínnn...!!! Un chico de todas matrículas y de dieces en conducta...!!! Casi nada...
Cada dia nos asombras un poco mas...
Bueno. Y hablas de los profes que no se dejan sobornar y que no aceptan de buena gana a poner un aprobado a quienes, según ellos, no lo merecen...
Sin embargo, no todo fue asi. Había otros que hacían lo que fuese para aprobar un alumno.
Os voy a contar una anécdota real de uno de los que aprobaban a todo el mundo. Desgraciadamente, hoy ya no está con nosotros. Si nos puede ver desde algún sitio, seguro que continuará con su sentido del humor y se reirá con nosotros.
Tampoco voy a decir el nombre de este padre, y sólo doy una pista, como hace este chico del blogg: Nuestro padre, de nombre, empezaba por jo y terminaba en se. Y no doy mas detalles (yo soy más ladino, y me gusta hacer sufrir al personal, aunque ya veréis qué pronto llega Benja y lo suelta todo...)
Pues un dia, en clase de religión, este hombre solía proponer una definición para Dios, quizá excesivamente larga. No sé si la recordaréis: Comenzaba diciendo que lo es infinitamente TODO. Infinitamente bueno, sabio, poderoso... y un montón de calificativos mas, todos en grado superlativo, por supuesto.
Y un compañero (muy malo él), sentía curiosidad por aquello y a veces le preguntaba: Pero, padre, infinitamentre todo, todo??
A lo que siempre replicaba: Pues sí. Como es infinito, también lo es infinitamente todo, t o d o!!.
Y este alumno (anónimo), no le acababa de convencer. Y entonces preguntaba:
Pero, entonces, también tiene que ser infinitamente gochu, padre...
Y ahi se acababa la clase. Sólo le faltaba al padre j. que le dijesen eso. Decía que era una herejía... y no sé cuántas cosas mas... Se llevaba las manos a la cabeza...
Y el alumno sonreía pícaramente, escondiendo la cara entre las manos y fingiendo soportar estoicamente un merecido castigo divino...
Y al final, a este alumno, le aprobaba. Eso sí: No sé si lo recordaréis, con varios interrogantes.
ya cun esto, alón.
Muy bueno, Emilio-Ramón,una vez más has estado al quite como debe de ser; sí señor. El fraile que nos insinúas como autor de los hechos, no caemos del todo en quien podría ser; pero es lo mismo.El mensaje está captado perfectamente¡Ea!
Agora que vien a cuentu estu de tsevar lus maquelus de las casas de lus pueblus, pa lus bandougas de Cangas, nun baxei you cestaus de cousas pa: abugus, nutarius, manchapapeles del xuzgau ya del ayuntamientu, curas ya monxas. ¡Válga-me San Tisón! Esu ía más viechu que mixar pu las sebes. Na mía casa criábamos lus gatsones, lus cunexus ya lus cabritinus pa baixá-lus pa Cangas nas navidades pa faer la rosca a dalgunu daquetsus comedores que tses dibía-mus muitus favores. Mia mai cada sábadu que baxaba’l mercau siempre diva cuna maniega cargada de petsas de manteiga ya de queixus de afuega’l pitu pa lus muertus de fame de la Administración.
You, muitas veces piensu que el mangante de miou pai nun tsevantou cabeza de tantus maquelus que tuvo que apuxar pa Cangas de lus favores que debía. Entre lus abugaus pa lus pleitos que tinía cunus harmanus pu la facienda, ya las burracherísimas que cuchía de vez en cuandu pur la Vitsa ya que se mitía cun tou’l mundu, nun ganábamos pa tapar lus furacus abiertus que tiníamus pindientes.
Esti rapaz de Fuengirola que ía maeyestru, Ramus, siguru qui tuvu bien cuntentu en Xedré cun tou lu que tse daban lus paisanus: murcichas, andochas, butietsus, ya de tou. Pul vatse de Rengus fálase un dichu que di: A Xedré una ve. Peru esu nun ía virdá . Sin non que lu diga esti mozu cangués que ta en Málaga.
El rapaz de Tsimés que chapina pu lus madriles, pae-me que ta bien anterau del asuntu tamién; miánicas que sí.
Tiene famosa memoria
este "galán" de Posada,
y en el Blog que es su noria,
rememora su intrahistoria
y cordialmente toda Entrada.
Un abrazo,
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