LOS SANTOS DE MAIMONA, cuna de artistas/14

                                         Texto y fotos: jrFRANCOS

       A comienzos de la década de los ochenta, llegó a España una partida de Fondos Europeos -de los primeros que llegaban- para atención educativa a colectivos desfavorecidos. Nació así la Educación Compensatoria, que en la provincia de Badajoz adquirió rango de experiencia piloto con 17 aulas y 5 CAR (Centros de Apoyo y Recursos, el antecedente de los actuales CPR, Centros de Profesores y Recursos, dedicados a la formación permanente del profesorado).

      Una de esas aulas estaba en Los Santos de Maimona, se denominaba Mariaño, por estar ubicada en el barrio del mismo nombre. Al frente de la misma estuve yo durante cuatro años (1983-87). Acogía a chavales de ambos sexos (16 en total) que habiendo cumplido los 14 años habían salido de la Escuela sin Graduado Escolar y estaban excluidos del mundo del estudio y del trabajo, ya que el uno lo habían abandonado y para el otro no tenían la edad reglamentaria.

      La estructura organizativa de aquellas aulas era la siguiente: por la mañana, clases instrumentales (lectura, escritura y cálculo, además de cultura general), que impartía yo, y curso ocupacional, en concreto de carpintería, que funcionaba como cooperativa, pues se hacían trabajos que se vendía. Lo impartía un carpintero profesional. Ya por la tarde, había una serie de Talleres de Animación Socio-Cultural, de libre asistencia  para los chavales que quisiesen y abiertos a la población en general (fueron el germen de las actuales universidades populares, que por entonces empezaron tímidamente a aparecer).

      Uno de las talleres que implanté fue el de pintura, al que asistió desde el primero al último día nuestro artista de hoy.

      Si en algún alumno la Educación Compensatoria cumplió sus objetivos al cien por cien, fue en él:  se sacó el Graduado Escolar, hizo un primer aprendizaje del oficio de carpintero y se inició en la pintura y vendió sus primeros cuadros. 

           FICHA

Nombre: José Hernández Sastre

Fecha de Nacimiento: 3-1-70

Estado civil: casado y con dos hijos

Formación académica: Graduado Escolar

Profesión: carpintero

Aficiones: la pintura, pasear por el campo, la caza (como acompañante, pues no tiene escopeta, para contemplar la naturaleza), la pesca y la pintura.

Formación artística: tres cursos en Educación Compensatoria con los pintores locales José Juan Mancera (1) y Antonio Amaya (2). Autodidacta. Visitante de exposiciones por salas de la comarca y de museos. En 2010 fue al Prado, donde vio las exposiciones permanentes y la temporal  dedicada a Joaquín Sorolla. Cuando llegó a casa y le preguntaron dónde había estado por Madrid, su respuesta no dejó lugar a dudas: "Estuve en el cielo". En 2011 volvió a la capital para visitar el Thysen y la exposición temporal que allí colgaba el escultor y pintor del hiperrealismo Antonio López. También visita siempre que va a Badajoz y el tiempo se lo permite el Museo de Bellas Artes.

Técnica y tendencias: pinta al óleo sobre lienzo, algunos de los cuales hace él mismo el bastidor, sobre todo los de gran formato, que no es frecuente encontrar en el comercio. Su pintura es fundamentalmente  realista (paisajes de la naturaleza, retratos, paisajes urbanos, temas taurinos y de caza, naturalezas muertas).

Exposiciones: ha participado en cinco exposiciones colectivas (la primera en 1984 con el resto de alumnos del taller de pintura, cuyo catálogo -que a falta de ordenadores hice con letras adhesivas a modo de linotipista del frota y pega- aparece en la imagen; allí vendió su primer cuadro en 800 pesetas; la última con el resto de pintores del pueblo). Tiene en mente hacer una en solitario o compartiendo sala con otro artista, para lo cual tiene preparados ya 20 cuadros.

Obra vendida: 5 cuadros (no regala, ni a la familia, porque tiene claro que "cosa regalada, cosa poco valorada").

     José Hernández se lamenta mucho de la falta de tiempo para dedicarse a su afición favorita. "Cuando la mujer un fin de semana coge a los niños y me dice que se va a casa de sus padres, me froto las manos, porque entonces puedo dedicar tres o cuatro horas, tranquilo, a pintar". Como persona joven que es, cuando lo más probable es que haya una hipoteca o préstamo que pagar, niños que hay que llevar de la mano, en fin, lo que es una familia que se está haciendo, el tiempo y la tranquilidad para la creación es un bien escaso. El mismo tiempo que necesitaría -me comenta- para coger el maletín de pinturas, el bastidor y el caballete e irse al campo a pintar del natural, ahora que se nota con cierta soltura en el manejo del dibujo y el color, o para leer algún libro, asistir incluso a algún curso y pasar a una pintura más impresionista, para liberarse un poco de la rigidez de líneas que impone la pintura realista. Tal vez por eso ahora mismo está con dos cuadros, de gran formato, uno de ellos el Santuario de la Virgen de la Estrella, donde la tiranía de las esquinas, cornisas, espadañas y tejados impone su ley, y un paisaje adehesado, donde se puede permitir introducir cambios.

     José es un enamorado de su afición. Pinta sin pensar en ventas ni exposiciones (todo eso si viene bien, pero está en un horizonte lejano); pinta por afición, porque se siente muy a gusto con un pincel en la mano ante un lienzo. "Pierdo la noción del tiempo", me comenta, cuando está pintando. Me refiere que hace unos años, cuando estuvo de baja por rotura del brazo izquierdo (él es diestro), se pasaba todo el día pintando, teniendo su madre que llamarlo hasta dos y tres veces para que fuese a comer. "Estaba feliz", dice, y eso lo resume todo.

     Por si no quedase claro, basta ver sus aficiones: la pintura, una serie de cosas más, y la pintura.