domingo, 16 de mayo de 2010
EL CHANDEO
!Hola!
Habiendo dejado para otro día la segunda parte de mi anterior título ("Glosas Emilianenses" y "El Chandeo" o "Chandeu" o simplemente "EL Pozo"), paso ahora a ello.
El río Narcea tenía un significado especial para los inquilinos del convento y nada sería igual sin él.
Por una parte, estaba lo que podíamos decir, parafraseando la otrora "¡agua va!" cuando no había otro desagüe ni alcantarilla que cubo de agua a la calle, el "¡balón al río!" cuando algún futbolero confundía la cornisa del frontón o el portón de entrada con la portería de abajo y enviaba el balón fuera del recinto, yendo a veces a parar al río, lo que daba lugar a la formación inmediata y espontánea por lo urgente, de un grupito que iba siguiendo al susodicho por la orilla hasta que lograba "pescarlo".
Yo no soy aficionado al fútbol o mejor dicho, soy un mal aficionado en cuanto a lo que se lleva: me interesa la intrahistoria del fútbol, eso sí, y veo la segunda parte de los partidos con morbo, por ejemplo Alcorcón-Real Madrid, la final europea del Atlético y por el estilo. Baste decir que en mis siete años de internado solo marqué un gol, récord difícil de igualar, por muy de defensa que jugase siempre. (Eso sí, fue un golazo: donde terminaba el cemento, le metí un zurdazo con mis alpargatas de esparto -las "adidas" de entonces- que se coló por la escuadra como una exhalación; yo creo que Fray Tejo, que andaría por allí con su cámara, debió registrarlo y de mano en mano y por estas casualidades que a veces tiene la vida, debió llegar a "C.Z.", porque casi medio siglo después marcaría un gol idéntico en aquella final que le valió al Real Madrid la última copa de Europa).
También por el río Narcea se organizó en una ocasión un descenso hasta no sé dónde con embarcaciones de material reciclable: cámaras de camión infladas. Seguro que alguno de vosotros participó y lo recordará. Yo no lo hice y no recuerdo por qué, con lo que me atrajo siempre todo lo relacionado con ríos y lugares de agua no salada en general.
Y en el río Narcea estaba, allá donde terminaba la finca de los frailes o "flaires" como decían en mi pueblo, en aquella curva, "El Chandeo", nuestra piscina (piscina natural, un aliciente más que hoy en día oferta el turismo rural. Fijaros si éramos unos adelantados).
En una de las ocasiones que fuimos a bañarnos cuatro o cinco de 7º, yo llevaba una cuerda que me había dado Matías (¿os acordáis de él?: era el que llevaba la cuadra). Reciente probablemente alguna película de Tarzán, la até a aquel "humeiro" que se miraba la cara en el mismo espejo del agua y... ya podéis imaginaros lo que hicimos: carrerilla desde el arenero y cuando volabas por la mitad de la corriente te soltabas lanzando el grito del "mono humano de la selva" y chapuzón que te crío. Muy divertido. Muy divertido, sí, hasta que en una ocasión mi pulgar del pie izquierdo fue a dar contra un estacón sumergido y traicionero que invadió mi intimidad incrustándose entre la uña y la carne. A partir de aquel suceso fui tomando conciencia de lo que era el llamado "tormento chino", que consiste o consistía, pues es de suponer que esas prácticas hoy estén desterradas -o sustituídas por otras más refinadas (recordar Guantánamo)- en meterle al detenido cañas afiladas de bambú en ese sitio: entre la uña y la carne de los dedos, hasta que "cantase". De modo que, amigo Galán, si de "heridas de guerra" se trata de presumir, ponte a la cola, porque la bronquitis que cogiste por bañarte en el mismo lugar con el agua muy fría (ver "La invernada del vaqueiro" de pocas fechas atrás), entre el médico Urlé, la penicilina y unos cuantos pinchazos en el culo, seguro que a la semana estabas nuevo, lo que no puedo decir yo, que solo conté con agua oxigenada y yodo, que todas las noches me ponían en la enfermería, por lo que me tiré semanas y semanas rascando "pupa". (Ahora que lo pienso, puede que a mi sequía de goles como futbolista -uno en siete años, ¿a quién dé más?- no fuese ajena esta lesión).
Pero "El Chandeo" también nos brindó episodios eróticos, a parte de los lúdicos y trágicos. Uno de ellos, estando también allí un grupo de los de 7º, primera promoción que terminó el Superior (1959-66), lo paso a relatar. Mientras los demás nos bañábamos o estábamos charlando al pie del agua, el amigo llamémosle "A.B." se retiró a un campito de al lado, separado de nosotros por unos arbustos. Al cabo de un rato empieza a llamar nuestra atención con cierta urgencia: "¡Oye, vení, vení, mirai lo que me pasa". Allá que nos dirigimos todos, yo como el más joven e impresionable el primero, y allí que me encuentro al amigo "A.B." tumbado boca arriba sobre una toalla, desnudo, y con el atributo masculino en perfecto pase de revista. ¡Aquello sí que era una pica y no las de Don Juan de Austria en Flandes!
(Cuarenta y muchos años después volví a encontrarme con "A.B." e hicimos y hacemos muy buenas migas. Me contó muchas cosas, entre otras, cómo no entre hombres -y también entre mujeres, no creáis ni sintáis remordimientos de conciencia-, sus lances amorosos. Y aunque en estos casos la prudencia aconseja creerse la mitad de la mitad, pues hablando de mujeres y conquistas los hombres exageramos casi tanto como los cazadores, la verdad es que sus andanzas darían pie para escribir un libro. Sancho, con su sabiduría popular hubiera sentenciado: "La buena planta delante lleva la espiga". Y vaya que si era buena espiga aquella que yo vi un día de junio y sol de 1966 en "El Chandeo".
Saludos.-jrFRANCOS
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Habiendo dejado para otro día la segunda parte de mi anterior título ("Glosas Emilianenses" y "El Chandeo" o "Chandeu" o simplemente "EL Pozo"), paso ahora a ello.
El río Narcea tenía un significado especial para los inquilinos del convento y nada sería igual sin él.
Por una parte, estaba lo que podíamos decir, parafraseando la otrora "¡agua va!" cuando no había otro desagüe ni alcantarilla que cubo de agua a la calle, el "¡balón al río!" cuando algún futbolero confundía la cornisa del frontón o el portón de entrada con la portería de abajo y enviaba el balón fuera del recinto, yendo a veces a parar al río, lo que daba lugar a la formación inmediata y espontánea por lo urgente, de un grupito que iba siguiendo al susodicho por la orilla hasta que lograba "pescarlo".
Yo no soy aficionado al fútbol o mejor dicho, soy un mal aficionado en cuanto a lo que se lleva: me interesa la intrahistoria del fútbol, eso sí, y veo la segunda parte de los partidos con morbo, por ejemplo Alcorcón-Real Madrid, la final europea del Atlético y por el estilo. Baste decir que en mis siete años de internado solo marqué un gol, récord difícil de igualar, por muy de defensa que jugase siempre. (Eso sí, fue un golazo: donde terminaba el cemento, le metí un zurdazo con mis alpargatas de esparto -las "adidas" de entonces- que se coló por la escuadra como una exhalación; yo creo que Fray Tejo, que andaría por allí con su cámara, debió registrarlo y de mano en mano y por estas casualidades que a veces tiene la vida, debió llegar a "C.Z.", porque casi medio siglo después marcaría un gol idéntico en aquella final que le valió al Real Madrid la última copa de Europa).
También por el río Narcea se organizó en una ocasión un descenso hasta no sé dónde con embarcaciones de material reciclable: cámaras de camión infladas. Seguro que alguno de vosotros participó y lo recordará. Yo no lo hice y no recuerdo por qué, con lo que me atrajo siempre todo lo relacionado con ríos y lugares de agua no salada en general.
Y en el río Narcea estaba, allá donde terminaba la finca de los frailes o "flaires" como decían en mi pueblo, en aquella curva, "El Chandeo", nuestra piscina (piscina natural, un aliciente más que hoy en día oferta el turismo rural. Fijaros si éramos unos adelantados).
En una de las ocasiones que fuimos a bañarnos cuatro o cinco de 7º, yo llevaba una cuerda que me había dado Matías (¿os acordáis de él?: era el que llevaba la cuadra). Reciente probablemente alguna película de Tarzán, la até a aquel "humeiro" que se miraba la cara en el mismo espejo del agua y... ya podéis imaginaros lo que hicimos: carrerilla desde el arenero y cuando volabas por la mitad de la corriente te soltabas lanzando el grito del "mono humano de la selva" y chapuzón que te crío. Muy divertido. Muy divertido, sí, hasta que en una ocasión mi pulgar del pie izquierdo fue a dar contra un estacón sumergido y traicionero que invadió mi intimidad incrustándose entre la uña y la carne. A partir de aquel suceso fui tomando conciencia de lo que era el llamado "tormento chino", que consiste o consistía, pues es de suponer que esas prácticas hoy estén desterradas -o sustituídas por otras más refinadas (recordar Guantánamo)- en meterle al detenido cañas afiladas de bambú en ese sitio: entre la uña y la carne de los dedos, hasta que "cantase". De modo que, amigo Galán, si de "heridas de guerra" se trata de presumir, ponte a la cola, porque la bronquitis que cogiste por bañarte en el mismo lugar con el agua muy fría (ver "La invernada del vaqueiro" de pocas fechas atrás), entre el médico Urlé, la penicilina y unos cuantos pinchazos en el culo, seguro que a la semana estabas nuevo, lo que no puedo decir yo, que solo conté con agua oxigenada y yodo, que todas las noches me ponían en la enfermería, por lo que me tiré semanas y semanas rascando "pupa". (Ahora que lo pienso, puede que a mi sequía de goles como futbolista -uno en siete años, ¿a quién dé más?- no fuese ajena esta lesión).
Pero "El Chandeo" también nos brindó episodios eróticos, a parte de los lúdicos y trágicos. Uno de ellos, estando también allí un grupo de los de 7º, primera promoción que terminó el Superior (1959-66), lo paso a relatar. Mientras los demás nos bañábamos o estábamos charlando al pie del agua, el amigo llamémosle "A.B." se retiró a un campito de al lado, separado de nosotros por unos arbustos. Al cabo de un rato empieza a llamar nuestra atención con cierta urgencia: "¡Oye, vení, vení, mirai lo que me pasa". Allá que nos dirigimos todos, yo como el más joven e impresionable el primero, y allí que me encuentro al amigo "A.B." tumbado boca arriba sobre una toalla, desnudo, y con el atributo masculino en perfecto pase de revista. ¡Aquello sí que era una pica y no las de Don Juan de Austria en Flandes!
(Cuarenta y muchos años después volví a encontrarme con "A.B." e hicimos y hacemos muy buenas migas. Me contó muchas cosas, entre otras, cómo no entre hombres -y también entre mujeres, no creáis ni sintáis remordimientos de conciencia-, sus lances amorosos. Y aunque en estos casos la prudencia aconseja creerse la mitad de la mitad, pues hablando de mujeres y conquistas los hombres exageramos casi tanto como los cazadores, la verdad es que sus andanzas darían pie para escribir un libro. Sancho, con su sabiduría popular hubiera sentenciado: "La buena planta delante lleva la espiga". Y vaya que si era buena espiga aquella que yo vi un día de junio y sol de 1966 en "El Chandeo".
Saludos.-jrFRANCOS
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4 comentarios:
Todos los elogios que haces, amigo Francos, del Chandeo, como buen pozo que era, no sé si lo seguirá siendo, eran objetivos y merecidos. Hasta me creo que su verde entorno hubiere propiciado en AB el brote de la espiga, pero yo puntualizaría aún más y diría que la espiga no era de trigo, sino de centeno, pero con cornezuelo muy desarrollado. En la actualidad AB, según sus propias palabras, sigue teniendo excelentes cosechas y todo a raíz de aquella espiga que, en vez de ir degenerando; todo lo contrario, cada año es más resistente y menos transgénica.
Pero de nuestra piscina natural del Chandeo, no todo van a ser alabanzas, tengo entendido que también tenía su negra historia o leyenda, como la mayoría de los pozos profundos que existen a lo largo de los caudalosos ríos asturianos de corrientes muy rápidas; en este lugar de baños del río Narcea, me suena haber oído que perdieron la vida más de uno y más de dos jóvenes que procedían del convento, pero esto, de ser cierto, sucedió en etapas anteriores a ser instituto laboral. Probablemente, alguno de los antiguos alumnos de Corias tendrá mayor información al respecto.
La verdad es que me dáis envidia de la cantidad de anécdotas que tenéis para contar en este espacio. Pero la ventaja que tengo como veterano de Corias y EXTERNO, y recalco ésto porque nosotros vivíamos de otra forma la convivencia en Corias, era precisamente eso. Que los sufrimientos del internado no los conocimos y por tanto nuestro caminar por el Instituto Laboral de Corias fue muy distinto a los que pasaron frio y sufrieron los sabañones tras aquellos imponentes muros de piedra del Convento. Aunque la disciplina también nos afectaba puesto que la mano del P. Jaime de vez en cuando se estrellaba con nuestras caras.Pero reconozco que no había comparación con vosotros los internos. Claro que con el paso del tiempo fuisteis teniendo unas libertades que otros no tuvieron. Pasasteis de llevar la "Carabina" al lado cuando subiais a Cangas, a tener cierta libertad, con el consentimiento de Carmelo, hasta para ir al baile al Club o al Trébol. O al cine como alguno que yo me se y que hace ya un tiempo que no aparece por estos foros. Benjamin, Samuel o Balsera, que vivieron las dos épocas pueden dar fe de ello.
De todos modos, sigo con entusiasmo vuestras aventuras y como ya sabe Benjamín, cuando mis meninges me iluminen procuraré comentar algún pasaje ( QUE LOS HAY) de nuestra vida en Corias. La diferencia era que nosotros en vez de ir al Chandeo con Zapato Loco, íbamos a Llano y algunas veces "bien acompañados".
Ahora que recordáis el Chandeo o Chandeu; ¿os acordáis de aquella partida de latas de conserva que habían aparecido, un poco más abajo del pozo mencionado, escondidas debajo de unas ramas?. ¿En qué quedó todo aquel hallazgo?
Algo me suena de lo del nido de las conservas, pero de forma muy remota; no tengo ningún recuerdo claro de tal hallazgo.
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