miércoles, 5 de mayo de 2010
INVERNADA DEL VAQUEIRO
Con la reaparición del invierno en estos primeros días del mes de mayo, después de haber disfrutado de un pequeño veranillo, me vienen a la memoria las fiestas rectorales del colegio, y también recuerdo de un año, curso 1963-64, que aprovechando el buen tiempo que hacía, nos fuimos a bañar un grupo de tres, o cuatro, al Chandeo. Aunque hacía tiempo engañoso, sofocante de tormenta, el agua estaba muy fría, casi gélida; supongo que no superaría los catorce grados centígrados. En un arranque de euforia, animados por los primeros calores, nos retamos entre los amigos a ver quién era capaz de bañarse, y al menos la machada de sumergirse una vez en el agua, la llevamos a cabo. Lo peor fueron las consecuencias. En los días siguientes, concretamente a mí, me entró una bronquitis aguda que casi no podía ni hablar. Gracias al doctor Don Jesús Urlé que era un gran médico y, con varias inyecciones de antibiótico, me la fue corrigiendo.
Del resto de los intrépidos e insensatos bañistas, creo que alguno más acusó el chapuzón, pero el más afectado fui yo. ¡Cuántas tonterías se cometen de joven!
Esta invernada de ahora, no falla cada año. Mi padre le llama “La invernada del vaqueiro” y es por lo siguiente. Antaño cuando los ganaderos de La Marina, zona de Luarca, llevaban el ganado a pasar el verano a la Veiga del Palo que son los montes vecinales de Caboalles de Arriba en la provincia de León, lo solían hacer a primeros de mayo. Los vaqueiros confiados por el buen tiempo que comenzaba a hacer a últimos de abril y primeros de mayo, se ponían en marcha con la caravana de vacas y, era raro el año que, ya en el trayecto, pues tardaban varios días en llegar debido a que el desplazamiento se hacía a pie, no padecían una fuerte invernada. Según iban ganando altitud la lluvia se iba convirtiendo en nieve. Hubo años que tuvieron que hacer un descanso en el trayecto de varios días, debido al fuerte temporal reinante. Aunque las condiciones meteorológicas se repetían, año tras año, los itinerantes ganaderos no espabilaban. De ahí que hayan dado título, a este empeoramiento del tiempo en los primeros días de mayo.
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