viernes, 21 de mayo de 2010
ADMIRACIÓN POR LOS COMPAÑEROS MAYORES
Viendo algunas fotos de los grupos de alumnos de cursos superiores al de uno, comprobamos que, aunque no nos acordemos de todos los nombres, al menos de la cara de cada uno, sí nos suena perfectamente; sin embargo, si se trata de compañeros de cursos posteriores, es decir, más pequeños, eso ya es otro cantar. Salvo que hubiera existido una relación personal de amistad anterior, por vecindad o por familia, es más difícil que nos sepamos los nombres de los compañeros más pequeños que nos han seguido en el colegio. Eso es norma general en la vida diaria: siempre miramos hacía los que más destacan y que están por encima; nunca hacia los que vienen detrás.
Cuando llegabas al colegio a primer curso y veías a los alumnos de los cursos superiores, por lo general de más edad, les mirabas con cierta admiración y respeto, pues aunque eran chavales como tú, más o menos, les veías con cierta superioridad y cada día que pasaba más; y era simplemente, porque ellos ya habían demostrado el ser capaces de superar algo que a ti te estaba costando y que no estabas seguro del todo de que lo pudieras llegar a concluir como ellos. Por eso mismo, cada uno de nosotros les veíamos a nuestros precedentes como más listos; por eso les admirábamos y hasta daríamos algo importante a nuestro alcance, para ser como ellos. El dicho de que, “la veteranía es un grado”, no hay duda alguna que es una realidad; tanto en el ejército como fuera de él.
Lo del respeto a los compañeros mayores creo que era una realidad y supongo que os habrá pasado a la mayoría de vosotros lo mismo que a mí. Que a los mayores les veíamos en otro nivel, como muy superiores a nosotros, aunque la diferencia de edad fuese muy pequeña, pero el ir por delante en los estudios, era lo que les distanciaba de uno; sobre todo, los primeros años; después, poco a poco, todo se iba igualando y uniformando, y al final de la estancia nos veíamos todos en un mismo nivel.
Yo tengo una anécdota al respecto que es la siguiente. Creo que estaba en cuarto curso de bachiller aproximadamente, y un día de semana por la tarde, iba solo caminando hacia Cangas para verme con alguien de mi familia, y al pasar a la altura de casa de La Chata estaba el amigo Majo, que ya había dejado el colegio, repartiendo vino con su camioneta por los bares de Corias. El Majo tendrá como mucho, dos años más que yo, más o menos; para el caso, casi iguales. Sin embargo, como este mozo cuando yo llegué a Corias, él ya estaba en tercer curso, yo le veía a él y a los de su curso desde un peldaño subjetivo superior, lo que les atribuía una especie de autoridad. Este comportamiento se mantenía al menos durante los primeros cursos y, como consecuencia, uno siempre procuraba ser educado y obediente cuando hablabas con cualquiera de estos veteranos, como reconociéndoles cierta potestad de ejemplo sobre los que les seguíamos.
Tal que, el amigo Majo al verme, me saludó y me dijo: -Galán, si hicieras el favor de echarme una mano y ayudarme a sujetar la barrica de vino para poder bajarla del camión. -Sí hombre, faltaría más, y nos pusimos los dos manos a la obra. La barrica aunque no era muy grande, sí pesaba lo suyo, y había que retenerla con fuerza y maña para que no se lanzara rodando por el lateral trasero que hacía de plano inclinado entre la caja del camión y el suelo. El camión estaba encarado hacía la puerta de la bodega del bar, paralelo a la carretera, entre ésta y el río. La bodega estaba situada en los bajos del edificio y el acceso era una rampa con bastante pendiente hacía abajo lo que aumentaba aún más, la altura de la trasera del camión. La barrica de vino que sería de unos cien litros como mucho, avanzaba con fuerza rampa abajo intentando cada vez tomar más marcha, y el retenerla para mantener el avance adecuado, costaba lo suyo. Yo, puse tanto empeño en el encargo que me había hecho el amigo de retener la barrica, que se me aflojaron un poco los esfínteres y en plena maniobra, se me escapó un sonoro pedo. En aquel momento me sentí tan avergonzado que al instante, me puse colorado como un tomate. Cómo sería el trance que, el compañero de fatigas al verme en aquel estado de rojez me dijo: tú tranquilo Galán, eso le pasa a cualquiera. Lo principal es que no se nos haya escapado la barrica.
Y la verdad era que, siendo chavales como éramos, lo ocurrido debiera de haber sido motivo de broma y de risa, sin embargo, aunque el amigo le restó importancia e hizo como si no hubiera pasado nada, a mi me supuso pasar un mal rato y una gran vergüenza.
Una vez que el bocoy ya estaba en tierra firme, el vinatero me dijo: Galán, muchas gracias por tu habilidad y por tu ayuda, que sin ella no hubiéramos puesto el vino a salvo y en su sitio pero, en adelante, procura no emplear tanta fuerza y, si lo haces, dosifícala mejor para no malgastarla inútilmente.
A pesar de que este mozo y yo, nos vemos de vez en cuando y a veces hablamos de los años de juventud, nunca le he recordado tal anécdota; simplemente, por considerarla aún vergonzante para mí, y seguro que él ni se recordará de tal cosa. No obstante, aquel desliz provocado por flojera primaveral en una tarde soleada de hace cincuenta años atrás, es hoy el día que no se me ha olvidado todavía, y cada vez que me viene a la memoria, me produce una gran risa.
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3 comentarios:
Pues sí. A los mayores los veíamos siempre como más cercanos a la meta y que ya habían pasado todos aquellos malos tragos que a veces teníamos que pasar.
De todos modos, en mi caso, los momentos más recordados no tienen mucho que ver con los mayores sinó con los "iguales". Es decir, del mismo curso.
Y, como no, el que uno "estuviese en Corias", aún hoy da un poco de confianza en esa persona.
Tienes mucha razón, Felipe. En este caso el dicho de que: " no hay peor cuña que la de la misma madera"; afortunadamente, no se cumple. La prueba es evidente. Nada más que oímos algo tocante a Corias, la mayoría de nosotros, saltamos como autómatas pues, aunque tengamos alguna crítica de aquella etapa, los elogios que podemos hacer al respecto, son mucho más contundentes y numerosos
Tenéis toda la razón del mundo. Los que sois un poco mas jóvenes y llegásteis a Corias más tarde, recordáis muy bien a los "mayores" porque éramos un poco la referencia de Corias. En cambio nosotros no teníemos a nadie en quien mirarnos. De ahi que al menos en mi caso los recuerdos de Corias sean más del "presente" de aquellos años, que los posteriores, puesto que a lo sumo los recuerdos llegan a la generación de Galán, Angel, El Peque, etc, cuando nosotros estábamos en 3º. Y más en el caso mio que era externo. En eso los internos nos ganáis por goleada. De todos modos como yo soy un sentimental, sigo con atención el desarrollo de este Blog, aportando mi pequeño granito de arena.
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