viernes, 13 de mayo de 2011
CONFIANZA
Sirva como prólogo la siguiente conotación. No soy Moralista, ni Sociólogo, ni Filósofo, y mucho menos Psicólogo, solamente uno de tantos que aún posee la capacidad de preocuparse por lo que le rodea, y dentro de sus limitados conocimientos, trata de encontrar una respuesta a las interminables preguntas que generan los recientes acontecimientos, que dicho sea, no han sido de lo más halagüeños en los últimos quince años.
A pesar de que siempre he tratado de preocuparme por aquello que puedo controlar, nunca he podido mantenerme al margen de lo que acontece a nuestro alrededor, ya sea de carácter social, político, deportista, religioso... y un conglomerado mayor de situaciones que, de una forma directa o indirecta, bombardea nuestra existencia.
Es por ello que cuando acontecen catástrofes similares a las recientes, ya sea Lorca, Haití, New Orleans, Japón, Chernóbil, etc., algunas producto humano, y otras a lo que en Estados Unidos se domina como“actos de Dios”, me vengan a la mente frases como: “No puedes engañar a la Madre Naturaleza”(publicidad); “Si algo puede salir mal, saldrá” (leyes de Murphy); “Reglas de Compromiso” (fuerza militar, policial...); “Conflicto de Intereses”, (jurisprudencia); “Las Necesidades de la Mayoría, Sobrepesan a las de la Minoría o a la Individual” (filmografía); “Daños Colaterales” (filmografía); “Para que dar limosna a un pobre si es aumentarle la vida al miserable” (Filósofo Griego); y otras muchas que guardan, a mi entender, como denominador común, un ausentismo mayúsculo a ese concepto tan básico que se ha dado a conocer como la Confianza.
He de precisar que esa carencia está más bien dirigida a los efectos, puesto que las causas, aún no estamos en condiciones de augurar el cuando, el cómo, o el dónde han de ocurrir, a pesar de que en ciertos casos el dónde y el cómo se podrían minimizar.
Es evidente que siempre se puede volver a las raíces, a lo simple, a lo básico. Tiempos cuando un apretón de manos significaba aceptación; una manta el reemplazo de una buena estufa, o una vela al mayor o menor número de voltios... pero a medida que avanzamos en ese mundo denominado Tecnología, creo que poco a poco nos vamos complicando más la vida en lugar de facilitarnos nuestra existencia. Nuestra dependencia crece y es directamente proporcional a la importancia con que catalogamos a nuestro medio ambiente.
Cada día “confiamos” más y más en nuestros congéneres, y estamos llegando a un punto, si no lo hemos sobrepasado ya, en que ese exceso de confianza sea el arma arrojadiza para aquellos que han de obtener un beneficio sea como sea; utilizando como excusa otra de las muchas frases con el mismo denominador común, a saber: “el fin justifica los medios”.
Por eso me tomo la libertad de incluir un artículo de Joaquín Iglesias Aranda, licenciado en Filosofía y Teología, que me llamó mucho la atención allá por el 2005, por motivos que en estos momentos no recuerdo y dice así:
“La confianza es el fundamento de toda relación humana. Nadie puede caminar junto al otro sin tener la certeza de que puede confiar en él. Sin confianza es imposible avanzar y crecer. Cuando hablamos de confianza hablamos de transparencia. Para confiar en otra persona hace falta primero tener un conocimiento. Cuanto más se conoce, más confianza hay en una relación. Donde hay confianza se da una comunicación bonita y enriquecedora. En las relaciones es muy importante cuidar mucho la confianza. Ésta siempre se tiene que basar en la libertad. La confianza es necesaria especialmente en los matrimonios, en las familias y en las amistades sinceras. Muchos conflictos que se dan hoy entre padres e hijos son porque quizás muchos padres no han sido merecedores de la confianza de sus hijos y han perdido su credibilidad ante ellos. Entre muchos jóvenes, que hablan a menudo de sus vivencias, debe alcanzarse ese grado de madurez para evitar que la confianza sea traicionada por sus compañeros. Por desgracia, muchas veces se ha traicionado la confianza de alguien. Esto es muy grave porque quien ha sido defraudado tiende a desconfiar y se encierra en sí mismo. Por esto hemos de aprender a confiar en los demás y, al mismo tiempo, ser merecedores de confianza. La confianza señala la intensidad del vínculo entre dos personas. La verdadera confianza existe cuando hay madurez en las relaciones humanas. Implica estabilidad, respeto, amor. Todos necesitamos que alguien confíe en nosotros. Quien confía en otra persona la hace crecer y contribuye a su felicidad.La confianza, desde un punto de vista cristiano, se fundamenta en el amor. Jesús amó tanto al mundo que fue capaz de dar la vida por nosotros. Dios confía en nosotros plenamente porque nos ama totalmente.”
Es bueno saber que muchos de nosotros vamos regresando a nuestras raíces, así lo reflejan muchos de los artículos y comentarios de este Blog, (aprovecha Jesusín que te estoy dando hilo para que te reincorpores), sin olvidarnos de, lo que somos y disfrutamos, sea producto de la confianza que en su momento depositamos en otros y ellos a su vez, en nosotros.
No sé si ha quedado claro, pero al menos yo me he quedado más a gusto. Gracias a todas y todos por vuestros minutos de atención.
Un abrazo.
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1 comentario:
El artículo de Joaquín Iglesias Aranda es muy interesante y creo que es una gran realidad, al menos en lo que respecta a lo que dice de las relaciones humanas y concretamente a las familiares. En cuanto a las de rango más elevado eso ya es harina de otro costal; ahí influyen demasiado otros temas muy personales de creencias o descreencias.
Es más, en cuanto a la primera parte del artículo, diré que yo mismo me veo reflejado en lo que dice. Por motivos que no vienen al caso comentar aquí, yo he sufrido esa falta de confianza y transparencia hacia mi persona por parte de algún miembro directo de mi familia, lo que ha originado a posteriori, un deterioro muy importante en las relaciones personales. También diré que yo, salvando las distancias, ya había llegado a esa misma conclusión, de un tiempo a esta parte. Aunque, en mi caso, fuese de una forma empírica, sin llegar a plasmarlo de forma tan clara y acertada, como lo dice este señor.
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