viernes, 13 de mayo de 2011
EN EL AUTOBÚS
Aquel verano resultó extremadamente caluroso, incluso para Londres y pocos recursos teníamos los pobres para combatirlo (¿aire acondicionado?, y ¿qué es eso?). Yo tenía una válvula de escape los miércoles por la tarde. Libraba en el trabajo y estaba invitado por el Padre Reidy (un fenomenal cura irlandés) a compartir la tarde con él en su parroquia en Kilburn, barrio en el noroeste de Londres. Había pista de tenis, piscina y cena. Todo gratis. Aquel miércoles de primeros de julio invité a otro español, Luis, a que me acompañara, pues donde comen dos, comen tres y el Padre Reidy era un encanto. Además me daba pena del pobre Luis que estaba recién llegado a Londres y no conocía a nadie ni hablaba una palabra de inglés.
Así, pues, el tal Luis y yo nos dirigimos a la parada del bus (creo que era el 73) y echaba no menos de 45 minutos desde el Hyde Park hasta Kilburn. Llegó el bus, subimos, pagamos y entramos. Los asientos estaban dispuestos en forma de salita: dos frente a dos, dos mirando hacia el frente y los otros dos hacia atrás. Hubo suerte y pudimos sentarnos juntos, frente a una pareja o matrimonio mayor. En segundos, todo cambió. Fue terrible. ¿Conocisteis alguna persona fea en vuestra vida? Nada. Ni comparación. Aquel hombre era de una fealdad extrema, casi repulsiva. No había rasgo en su fisonomía que se salvara. No sé si habéis comprobado que cuando algo repulsivo entra en nuestro campo visual es muy difícil apartar la vista; como si hubiera algo que nos impulsa a seguir mirando el objeto repelente. Pues eso nos pasó a nosotros y, claro, comenzamos:
-Yo: ¿Te das cuenta qué tío más feo?
-Luis: ¿Es un pecao. ¿Te das cuenta que no tiene barbilla?
-Yo: Y, ¿qué me dices de los ojos? Son de pez muerto.
-Luis: Yo no he visto tío tan feo en mi vida.
-Yo: Da grima mirarlo. Pero si tiene cara de conejo.
-Luis: Y, ¿qué dices de las orejas? Si sale un día de viento, se lo lleva.
-Yo: Pues si esa es su mujer, ¡vaya estómago que tiene! Porque esta fealdad es de nacimiento.
-Luis: Y, ¿qué me dices de la nariz…?
-Yo: Deberían prohibirle salir a la calle durante el día.
-Luis: Oye, ¿y si fuera, además, un asesino?
-Yo: Bueno, tío, no exageres. Bastante desgracia tiene ya…
-Luis: Ya, pero con estos ingleses cualquiera sabe…; acuérdate de Jack el Destripador…
-Yo: Yo creo que las autoridades no deberían permitirle andar así por la ciudad.
-Luis: Ya, ya. ¡Vaya caso!
Y así 40 minutos. Era tal la abstracción que habíamos hecho de todo lo que no fuera la cara de aquel individuo que, de pronto, me entró la preocupación, miré hacia afuera y dije:
-Yo: Oye, me voy a fijar, no sea que nos pasemos de la parada de Kilburn.
-El feo (en castellano impecable): Les quedan a ustedes dos paradas.
Pepe Morán Fernández.
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4 comentarios:
Menos mal que, a pesar de todo, parece que el feo no tenía muy mala leche, pues de haberla tenido, Pepe y su amigo seguro que hubieran tenido que acortar bastante el trayecto en bus y cambiarlo por el: pies para qué os quiero.
¿Cómo hicistéis para levantaros del asiento?
Seguro que el servicio de limpieza tardó lo indecible para recuperar los asientos.
¿Les invitasteis a cenar?.
Me gustaría compartir esa experiencia con vosotros en el Bus,seguro que yo no sería capaz de aguantar la risa,pero recuerdo perfectamente esos buses y también un tipo de avión el Convair Metropólitan que tenía esos asientos iguales,lo que ocurre es que a veces la suerte es mejor y entonces estas encantado con el viaje.tengo que decir que esos asientos casi nadie los quería y que hay determinados personajes que sinceramente son únicos e irrepetibles.Morán tienes un excelente sentido del humor y eso es estupendo me reí mucho con tu historia y la de Luis,supongo que el cura Irlandés también.Slds muy cariñosos.
Morán, todos estamos esperando la segunda parte. ¿Qué ocurrió después?.
¿Os pusisteis de rodillas y pedisteis perdón, salisteis del bus sin decir ni mu, fuisteis directamente a confesar con el P.Reidy?.
Espero nos saques de la duda, no nos dejes así.
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