Dicen que dijo Oscar Wilde, que no existen más que dos reglas para escribir: Tener algo que decir y decirlo. Voy añadir una tercera.: Que alguien te lo pida, como en este mi caso.
Después de casi tres semanas oculto entre los muros del Hospital Universitario de Asturias por un “descuido” del Ángel de la Guarda se precipitaron mis huesos a un plano metro y medio “más abajo” de donde debían estar. Vuelvo al hogar y mi hijo Pío, me abre este afectuoso blog, donde aparece mi nombre con un común y cariñoso deseo. Poco después varias llamadas de otros compañeros de Corias con la misma intención.
Una de ellas, la de Samuel, -que hace gala de lo que significa su nombre: “… de naturaleza emotiva,…”-, que me pedía esto estoy haciendo: volver a escribir algo para el blog.
Ya está justificada la tercera regla, es decir los tercetos listos, pero, al contrario que al poeta, me faltan los cuartetos. ¿Qué contar? Allá va. Si supiera narrar mi propia vida, aún reconociéndola vulgar, escribiría la más grande novela que jamás se hubiera escrito. (Creo que ésta fue una idea de no recuerdo qué escritor italiano).
Como no estoy en esa tesitura “…no digáis que, agotado su tesoro, de asuntos falta, enmudeció la lira: podrá no haber poetas pero siempre habrá poesía”. A ver si encontráis poesía en lo que sigue.
Andaba, más que correr pues ya canoso y con bastón, llegando a su final 2009. Suena el teléfono, preguntan por mí; efectivamente era yo, Josemanuel “Gera” y el interlocutor me hizo otras muchas preguntas, no sé, como para refrescarme la memoria, o para sacarme de la nebulosa en que vi inmerso, o tal vez para revivir tiempos hermosos y por cierto con escenas muy concretas. El caso fue que por más que insistía en preguntar a quién tenía el gusto de escuchar, no lograba que se identificara. Tampoco era capaz de identificar su timbre de voz ni emparejar su obvia cultura con aquella actitud; con la sutileza de sus palabras, …Así pasaron no menos de quince minutos.
-Tú sí que hablas bien, me dijo. ¿Dónde te cultivaste? ¿Quién te enseñó?
-En Corias, un instituto cercano a Cangas…, respondí.
-Y, ¿quién era el fraile que más te quería?, me inquirió.
¡Oh mísero de mí!
-Me he sentido querido, muy dilecto, por más de uno, por varios, contesté entre orgulloso y pedante.
Y cité al P. Carmelo, al P. Eutimio, el P. Jaime, al P. Jesús Martín, al P. Basilio y, alguno más.
¡Oh mísero de mí, repito, más infelice aún!
-Y, Morán, ¿no te quería Morán?
-¡Vaya si me estimaba que me dio varias ma-t-r-í-c—u---l…
¡Horror! Toda la música de Wagner, con todo su dramatismo, llovía sobre mí, en “pedazos” grandes que cada uno me mataba. Así muriendo una y otra vez, apenas pude exclamar:
-¡Padre Morán!
-¡Qué lejos queda ya, Gera, lo de Padre Morán!
La conversación duró poco más.
Más adelante intenté conectar, varias veces, con él y nunca logré volver a escuchar sus sabias e ilustradas palabras. Más aún, acepté asistir a dos eventos de los de Corias por si la fortuna…
Tampoco me extraña que, después de tal desaire, de tal decepción, no le resulte seductora una conversación conmigo. Aunque mi admiración por él, igual que seguramente el cien por cien de los que hemos tenido la fortuna de conocerle, sea perenne.
Esta intriga o enredo es en mi vida, como las hojas secas que hay en cualquier árbol por frondoso que sea, aunque este no es mi característica. “Si algún día la veis, decidle que la quiero”.
Y como dice el padre Basilio, ¡salud!
Josemanuel “GERA”.
2 comentarios:
Hola Gera, totalmente ajeno a "sus descuidos" (del ángel se entiende), no sabía de tus males. Espero que el suelo haya sido de corcho y que todo vaya mejorando. Aprovecho para desearle al Bloguero Prior que sus progenitores vayan a su vez recuperándose. Un abrazo.
Gera, gracias por hacerme caso y me alegra que tu salud se vaya entonando, aunque sea despacio.
A cierta edad, los peldaños de más de 17 centímetros, hay que hacerles frente con precaución y mirarlos frente a frente, no confiarse en el ángel de la guarda que la crisis, los ERES y las jubilaciones llegan a todos los niveles; hasta la corte celestial.
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