A la orden de ¡INMERSIÓN!, dada por el moderador, el primero de la fila sumergía la cabeza en el balde e intentaba pescar alguna moneda con
sábado, 6 de marzo de 2010
JUEGOS FLORALES
Las Fiestas Rectorales del Colegio, como todos recordamos, se celebraban durante los primeros días del mes de mayo y suponían para el internado, unos de los días de asueto más importantes de todo el curso escolar. Con motivo de estos festejos, el Colegio elaboraba un programa festivo repleto de diversiones y de entretenimiento para todos, como: competiciones deportivas, teatro, cine, actuaciones musicales; a veces, hasta excursiones. En fin, un poco de todo.
Recuerdo un año estando aún en bachiller elemental; probablemente sería segundo curso, años: 60-61, que entre los actos programados figuraban para los más pequeños, los Juegos Florales.
Tales juegos se componían de varias pruebas y eran todas muy bien acogidas por los alumnos de los primeros cursos pues, tenían una recompensa, como caramelos o incluso dinero. El juego que yo recuerdo con gran simpatía y hasta con un poco de repelús, es el siguiente.
El nombre de la prueba no lo recuerdo bien pero, bien podría ser: El buceador. Los preparativos para el juego eran simplemente, un gran balde de cinc lleno de agua casi a rebosar, y que en el fondo se habían depositado una serie de monedas de peseta y alguna que otra de duro. La prueba consistía en que el buceador metiera la cabeza en el balde con los ojos vendados y las manos atrás, e intentara detectar y recoger con la boca alguna moneda, la cual pasaba a su propiedad.
El moderador de la prueba en este caso, era el Padre Jaime. El balde se situaba en el patio principal, sobre una mesa para que estuviese a la altura de los buceadores con el fin de que estos, no tuvieran que doblarse en exceso. Una vez con todo preparado para el comienzo, se podía contemplar una larga fila de aspirantes a buceadores, alineados frente al balde, lleno a rebosar de agua, y el moderador dispuesto a dar comienzo a la prueba y a su arbitraje.
A la orden de ¡INMERSIÓN!, dada por el moderador, el primero de la fila sumergía la cabeza en el balde e intentaba pescar alguna moneda con
El participante tenía un tiempo prudencial y limitado para el intento. Si se alargaba mucho en la inmersión se le descalificaba por lento, haciéndole abandonar la prueba. Entre los valientes participantes se encontraba a mitad de fila, el amigo Atilano. Una vez el mozo situado frente al balde, y bien repleto el pecho de aire para poder aguantar el mayor tiempo posible bajo el agua, el amigo se amorra con gran ímpetu en el balde e intenta atrapar alguna de las monedas. Como estaba bien “inspirado” tardó bastante en sacar la cabeza del agua, y después de mucho esfuerzo, sí logró atrapar alguna moneda.
Después de la larga inmersión, Atilano todo ufano saca la cabeza, muestra la captura y la guarda en el bolsillo. El moderador dice: ¡el siguiente! Pero el siguiente no se decidía y parecía que se negaba a meter la cabeza en el agua, con lo cual, la prueba estaba detenida. Jaime al percatarse de la parada dice: ¡niño!, mete la cabeza. El niño contesta que tururú, y Jaime viendo la cara de sorpresa del participante, le pregunta, ¿pero qué pasa aquí? Y contesta la víctima de turno: es que hay flotando en el agua “unas cosas verdes”.
El moderador echa un vistazo al recipiente y comprueba que, efectivamente, sobre la lámina de agua serpenteaban unas hilachas, verdosas amarillentas, largas y compactas, a modo de chicharro o verdel, que la nariz de Atilano había liberado a causa del reblandecimiento provocado por la prolongada inmersión.
Jaime, ni corto ni perezoso, buscó un palo, pescó el "náufrago", lo arrojó al suelo y dijo: ¡el siguiente!
Los participantes estaban quietos con síntomas de asco y un poco reticentes a continuar la prueba pero, ¿quien tenía “razones” para desobedecer al moderador? Tal que, sin pensarlo dos veces, el que le correspondía bucear, hizo de tripas corazón y metió la cabeza bajo el agua. Al poco rato, ya no quedaba ni una sola moneda en el balde.
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