martes, 2 de marzo de 2010
¡Qué ricos estaban los bocadillos!
En el reciente comentario de Samuel dice que, cuando iba al cine, algunas veces, entre película y película solía hacer una escapada a los bares para comerse un bocadillo; bien en el Bar Chispas, o en otro bar que estaba a la mano derecha subiendo desde la calle Mayor al cine Trébol, y que no recuerda su nombre. Pues yo te diré cual era. Ese bar se llamaba El Bodegón y lo atendía una guapa y seria moza llamada Encarna (del nombre no estoy muy seguro). Yo he bailado algunas veces con ella en el Club, sobre todo, en los últimos cursos. El bar tenía el nombre muy bien puesto pues, era un mostrador de madera con varias barricas de vino detrás, adosadas a la pared, probablemente hubiese también alguna colambre o pellejo, unas estanterías donde se exhibían las latas de conservas abiertas, de tamaño grande 1.600 gramos , y el pan. El local disponía de varias mesas, alguna con escañil y poco más. El suelo del bodegón estaba más bajo que la calle y al entrar había que descender como uno o dos peldaños. Estando el visitante sobrio, no suponía dificultad alguna y era muy fácil franquear la entrada pero, el que saliese o entrase algo chispo, tenía muchas posibilidades de, sin querer, besar el suelo.
Yo también tengo comido muchos bocadillos en el Bodegón; sobre todo, de conservas: de anchoas, de mejillones y de sardinas; por este orden era mi preferencia. Los bocadillos eran generosos de tamaño y de calidad, equiparados con el apetito del cliente, y el precio muy moderado.
Los días de mercado se llenaba a tope este bar de la gente del concejo que venía a Cangas, y como algunos solían traer la comida de su casa era necesario un lugar que admitiese llevar meriendas. En El Bodegón podían comer sentados a cambio de gastar la bebida. Generalmente , lo que más se consumía eran las pucheras (jarras de loza blanca en forma de barrica) de vino de Cangas. Y el que no traía la comida de casa, se podía poner tibio con los hermosos bocadillos que preparaba la buena mesonera.
Nosotros los estudiantes, como el presupuesto no era muy amplio y había que estirarlo al máximo, solíamos tener bien localizados los bares de la Villa que eran más moderados a la hora de pasar la minuta y sin que hubiese, por ello, merma de la calidad. En aquellos años en Cangas, había bastantes bares con gran surtido de: bocadillos, tapas y raciones, y con unos precios muy aceptables.
Como el apetito nos acompañaba a todas partes y durante todo el día, era como la sombra en verano, yo recuerdo de tomar apetitosos bocadillos en los siguientes bares: Bar Narcea (actual Bar Tiso), Bar Acebo, Bar Chicote, El Metro, El bodegón y el Bar Moreno. Algunos, han cambiado de nombre, de dueño y también de actividad; como es el caso del Bodegón. Todos estos bares eran unos puntos de avituallamiento estupendos para todos los bolsillos y, tanto para yantar como para abrevar.
Después de abandonar Corias, siendo ya más mocete, cuando venía de León solía ir en compañía de los amigos de Posada, al Bar Castil (bocacalle perpendicular a Mayor a la altura de la Droguería Narcea ). En este bar se comían unos callos espléndidos; servidos en plato sopero, a rebosar, con cuchara grande y buen pan para el moje. Nada más ver el plato humeante sobre la mesa, se nos saltaban las lágrimas de placer. Y una vez bien comidos, lo del dicho: barriga farta requiere gaita. Seguido al baile. ¡Qué más se podía pedir!
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1 comentario:
¡Que razón tienes Benjamin! Los bocadillos del Bodegón eran de primera división. Aunque tampoco se comia mal en el Chicote y los que citas. Todavia hoy ponen unos pinchos de empanada que te chupas los dedos. Yo añadiria el Bar la Mina en el Corral.
Menos mal que cuando leo este comentario tuyo acabo de cenar, porque sino el hambre se habria elevado al cuadrado.
Efectivamente Encarna se llamaba la moza del Bodegón. Era un poco mayor que nosotros. Bailaba muy bien sobre todo los pasodobles. ¡Cuantos he bailado yo con ella!
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