miércoles, 31 de marzo de 2010
PERSONAJES SINGULARES 2
Durante mi estancia en la Escuela de Minas de León, años 1966 a 1970 el amigo Antonio Menéndez de Grado, más conocido como Tom, había ido por aquellas fechas a parar a los dominicos de La Virgen del Camino, y cuando se enteró de que yo también estaba en León, tuvo la gentileza de visitarme, por lo menos, una vez a la semana durante un curso entero; normalmente solía hacerlo los sábados.
Mi patrona después de recibir varias visitas del “fraile dominico”, como decía ella por información sesgada mía, el amigo Tom llegó a ser un personaje casi familiar en casa de mis patrones, pero no exento de cierta intriga y misterio. Digo patrones, porque lo eran. Pero no de la diócesis o región, no. Y voy a explicar esto, por si algún joven no sabe a que se refería este tratamiento. Entonces los estudiantes vivíamos de patrona, es decir, de huéspedes en casas particulares de familias que se ganaban la vida de esa forma, albergando en sus domicilios a gente de fuera de la ciudad que venía trasladada temporalmente por razones de trabajo, o por estudios, y que el costear un hotel, durante largo tiempo, estaba fuera de sus posibilidades. También había muchachos solteros que tenían la dignidad de, llegada una cierta edad, si no se casaban se independizaban poniéndose de pupilos o de patrona, para liberar a los padres de su manutención y otros gastos que pudieran resultar gravosos después de veintitantos, o treinta años, viviendo de “gañote”.
En las ciudades con tradición universitaria había muchas familias y, sobre todo mujeres viudas que les sobraban habitaciones en las casas, y se ganaban la vida de esta forma.
Respecto a los estudiantes diré que, en aquellos años aún no había llegado el “lujo “de tener pisos alquilados para el “toreo”. Entonces, solamente había dos opciones de estancia: colegio mayor, o patrona. Los colegios mayores eran escasos y sobre todo muy caros. Para la gente de a pie, como un servidor, que nos veíamos obligados a cambiar de provincia para poder estudiar lo que habíamos elegido, teníamos que orientarnos por la solución más económica; y ésta era, la patrona.
Los estudiantes de hoy día, si alguno sintiera inquietud por saber en qué consistía aquella modalidad para poder vivir fuera de la casa familiar, con toda seguridad tendrá que recurrir a sus padres o, al buscador de Google para saberlo.
Una vez matizado lo de patrona y patrones, continúo con el amigo Tom. Este caballero moscón le hacía mucha gracia a mi patrona y siempre que venía a casa, ella intentaba charlar con él un rato. Pero apenas lo lograba pues Tom, ya sabía donde yo estudiaba, y nada más abrirle la puerta y traspasar el umbral de entrada, se lanzaba escaleras arriba, casi sin saludar, dando unas zancadas de gimnasta que era visto y no visto. La señora que era bajita, tenía que seguirle a la carrera escaleras arriba para poder darle alcance. Menos mal que solamente había que subir un piso, pues de no ser así, no le vería ni el pelo.
A mi patrona lo que más le inquietaba de este hombre, era la variedad de la indumentaria. Unas veces venía vestido de religioso con ropa talar, y otras veces de civil; y no llegó a venir vestido de bombero o paracaidista, porque no se terció. Ella estaba muy mosqueada con este “dominico raro”.
Se dio el caso de venir a visitarme durante la semana y yo estar en clase. Ni corto ni perezoso el amigo Tom se iba a la Escuela de Minas y directamente en secretaría decía que necesitaba ver urgentemente a Benjamín Galán. La secretaria le preguntaba ¿de parte de quién? Se dio el caso de que, una vez, Tom vestido de dominico, le contestó: de su padre. Suponeros la cara que pondría la señora secretaria, que tendría del orden de cincuenta años y una mujer acostumbrada a bregar con estudiantes de veintitantos y treinta años, cuando un personaje no muy convencional como Tom, vestido de religioso, le pregunta por un alumno y dice que él, es su padre.La carcajada interior de todo el personal presente, debió de ser sonora pero, aún así, dieron orden al conserje que me avisase. Tal que, el conserje envía a un bedel a la clase y éste, solicita al profesor que si el alumno B.G. puede salir que le esperan en secretaría. El profesor accede a la petición y yo, mientras bajamos del aula a secretaría, le pregunto un tanto preocupado al bedel, que quién me llamaba. El bedel con cara de sorna y conteniendo la risa me contesta: dice que es su padre, pero lo raro es que está vestido de fraile. No me diga más, le contesté. Ya me imagino quien es. En ese momento me tranquilicé pues ya advertí de quien podía ser mi nuevo padre putativo.
A partir de ese día, tanto el conserje como los bedeles, cada vez que nos encontrábamos por los pasillos, me soltaban así de lado, a media voz: Galán, nunca digas de esta agua no beberé…, y yo completaba la frase: ni este cura no es mi padre.
El cachondeo me acompañó durante los cuatro años que permanecí en la Escuela de Minas de León. Así era el amigo Tom en sus buenos años. Probablemente haya una tercera versión de Personajes singulares 3; es decir, más de lo mismo.
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