viernes, 12 de marzo de 2010
Reflexiones
En los días pasados hemos hablado de los bares de Corias y de La Villa, que durante nuestra estancia en el Convento, solíamos frecuentar para suplementar “la zapera” que como se decía en el artículo de los Alternadores precoces, nos seguía a todas partes como la sombra en verano. Pensando en el tema, se me ocurren algunas otras reflexiones.
Recuerdo que a media mañana, durante las dos horas de clase en el Taller de Metal, nos daban permiso, entre clase y clase, para salir a casa de La Chata con el fin de reponer fuerzas. La especialidad de los almuerzos estudiantiles en este bar, eran principalmente, los bocadillos de salchichón y de chorizo Pamplona. El pan eran unos bollitos redondos de la panadería Silvela , tiernos, recién traídos, que daba gloria verlos, degustarlos y hasta recordarlos ahora mismo. También diré que el, tente en pie, iba acompañado de un abundante y burbujeante tinto de Cangas, rebajado con gaseosa, y servido en vaso amplio grande de sidra. Creo que no hacen falta más elogios para decir lo oportuno y apetitoso que resultaba este “mini almuerzo” para aquellas tempranas horas.
Aquello estaba estupendo pero, visto a día de hoy, me da la sensación de que no debería de ser un acto bien visto, ni por nuestros progenitores ni, muy adecuado para un internado de jóvenes aspirantes a bachilleres; ya que, alguien podría pensar que era un acto poco ejemplar por parte del Colegio pues, se toleraba el gusto de ir a los bares desde jóvenes. Pero bien mirado el caso, la enseñanza laboral en sí, estaba concebida para formar profesionales, no licenciados. En realidad esta formación, venía a ser como las escuelas de artes y oficios que, en España, tanto renombre llegaron a adquirir algunas, como; la de Éibar en Guipúzcoa. Y para ello, no sólo se impartían las asignaturas específicas para llegar a ser un buen tornero, fresador carpintero, bobinador… etc., sino que, también se enseñaban los hábitos y costumbres propias del personal del gremio de talleres.
Durante los primeros años de colegio, siempre tuve presente una arenga que presencié por parte del Padre Jaime, durante una riña dirigida a un grupo de alumnos, que no recuerdo el porqué, pero sí lo que les dijo; y por cierto, me confundió bastante. Les dijo: “aquí no queremos señoritos. Lo que pretende el Ministerio de Educación, y nosotros los profesores, es hacer de vosotros buenos profesionales, responsables con funda de Mahón, Azul de Vergara, como traje, y manojo de llaves del taller en el bolsillo”. A mí me dejó un tanto perplejo la sentencia de este hombre pues, ni yo, ni mis padres, teníamos la más mínima intención de que yo fuese lo que Jaime acababa de pronosticar. Aquello, no se lo comenté a ninguno de mis amigos pero, la verdad, me dejó un tanto confundido (como le pasa a Dinio, con la noche) y desconcertado.
También llegué a pensar que, probablemente, yo no hubiera escogido el centro adecuado para lo que deseaba, después de analizar lo que acababa de oír. En fin, pasado el momento, más o menos, se me fue olvidando lo que dijo Jaime, pero no lo eché en saco roto. Por eso aún lo acuerdo. Menos mal que luego pasamos a manos del Padre Carmelo, y este señor, era todo lo contrario; nos subía continuamente la moral, diciéndonos que todos teníamos capacidad suficiente para ser licenciados o ingenieros en la especialidad que más nos gustase, y que todos deberíamos ir pensando en concluir estudios en la Universidad.
Muchos de nosotros, en el curso séptimo y último del bachillerato, ya nos orientábamos hacia las ingenierías técnicas (entonces peritajes); unos lo hacían bien por vocación o por influencia de familia y otros, por el excesivo sentido de la responsabilidad que nos habían inculcado nuestros padres y, viendo que si nos matriculábamos en una carrera de mayor duración, el concluir ésta, podría suponer una excesiva sobrecarga económica para el resto de la familia. Como digo, el tomar una decisión u otra, dependía de cada uno y de las condiciones monetarias de cada casa, pero sobre muchos de nosotros también influyó la admiración que sentíamos por varios de los profesores que nos impartían clase y que eran peritos. Puedo resaltar como merecedores de ser imitados, por nuestra parte, a tres señores: Hernández (perito agrícola), Quirós (perito industrial), y Raúl también perito industrial. Parte de los alumnos nos veíamos un tanto reflejados en aquellos buenos profesores y deseábamos para el día de mañana, ser como ellos.
Abundando sobre el sentido de la responsabilidad que nos solía acompañar, parecía que nos lo habían grabado a fuego en nuestra conciencia. Yo personalmente diré que, cuando finalicé los estudios, a los veinticuatro años, y comencé a trabajar, sentí un gran alivio por dejar de depender económicamente de mis padres. Y la verdad es que, nunca me apremiaron. Más bien, todo lo contrario.
La idea que tenía Jaime sobre nuestro futuro, no estaría mal si, nuestros padres nos hubiesen metido allí con esa finalidad, como se hace hoy día con los jóvenes que desde los primeros años de su formación, ya son orientados por los mismos profesores, hacia el módulo de Formación Profesional más idóneo para ellos, dada la capacidad intelectual de cada persona pero, en nuestro caso, creo que nada más lejos de la realidad. Yo , al menos, había ido a Corias con el propósito de estudiar bachillerato como trampolín para poder continuar estudios, y no para aprender a soldar. Para eso hubiese ido al Taller de Jaime, al Reguerón.
Pero hay que tener en cuenta que, entonces, tampoco teníamos muchas opciones pues, para la mayoría de nosotros, aunque fuese una modalidad novedosa y un tanto rara de bachiller, nos vino como anillo al dedo pues, de no ser así, igual no hubiéramos tenido la opción de hacer, ni siquiera bachiller, ni estudios posteriores. El comenzar a funcionar el INSTITUTO LABORAL, como tal, supuso para todo el Occidente asturiano una gran oportunidad de desarrollo y avance. Como muy bien es reconocido y recordado, cada año, por la gran mayoría de nosotros.
La modalidad de bachillerato laboral de entonces, con sus diferentes especialidades, parecía que estaba pensada más, como una formación para preparar personas de oficio que desarrollasen las posibilidades industriales y económicas de la región, que como formación base para poder continuar en la Universidad. Al menos, eso era lo que pensaba Jaime.
Debo decir que yo, siempre he considerado que aquel bachillerato que cursamos nosotros, era un bachillerato cojo. Le faltaban muchos apoyos y disciplinas esenciales para tener una buena base. Yo he echado mucho de menos: latín, música y más literatura. El idioma extranjero que se exigía, terminábamos el bachillerato y solamente habíamos adquirido conocimientos elementales. Además en nuestro caso, con el cambio de especialidad, primero dimos francés y después inglés; al final: babiano y vale. Al bachillerato laboral le sobraban muchas horas de perder el tiempo en los talleres. Que yo sepa, de todos nosotros, solamente llegó a ejercer la formación profesional, Jose, de casa de La Chata de Corias, pero sin llegar a ser bachiller. Este mozo, dejó el bachillerato y, estuvo primero como ayudante de Lisardo en el Taller de Metal del Colegio, y después, continuó la profesión como un excelente y ponderado tornero en el País Vasco.
Yo estando en la Escuela de Minas en León, y comparándome con los compañeros que habían hecho el bachillerato normal, de cuatro años y dos más para el superior con preuniversitario, me daba cuenta, día tras día, de las carencias que yo tenía respecto de ellos. Comprobado esto, siempre pensé en los compañeros de Corias que se habían orientado por estudiar carreras de letras, es decir, estudios ajenos a los temas técnicos e industriales. Entre los compañeros de diferentes promociones de Corias, me consta que hay: médicos, abogados, maestros, profesores de literatura, historia…, etc. Estos hombres habrán tenido que aplicarse de forma muy dura para poder compensar las deficiencias que arrastrábamos, en tema de letras y otras disciplinas humanísticas, por lo incompleto que era el bachillerato laboral.
Los que nos hemos orientado por carreras técnicas, vaya y pase; pero suponeros para un alumno que continuó estudios en la facultad de medicina, ¿de qué le sirvieron las numerosas horas que empleó desbastando tochos de hierro, o de madera?
Como conclusión diré que, esto que he expuesto, es una crítica hecha sin acritud a nuestro bachillerato, y responde a una simple reflexión que siempre tuve en mente. Pero, aún con todas las posibles deficiencias que tuviese nuestro bachillerato, lo que tengo claro es que, siempre estaré agradecido por haber tenido la oportunidad de ser alumno del INSTITUTO LABORAL SAN JUAN BAUTISTA DE CORIAS.
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2 comentarios:
Bueno, quiero que sepas que no eres el primero del que he oído que nuestra educación en Corias podría haber sido mejor. Sería patético negar tal aseverancia puesto que aún hoy en día, en todos los campos, existió, existe y existirá espacio para la mejora, pero estas siempre están condicionadas por sus entornos y estos a su vez por otros preponderantes, los cuales también sufren de limitaciones, etc., etc., etc., así podríamos continuar, hasta llegar hasta la rueda... Lo evidente, real y que nadie puede discutir es que la rueda existe, y yo, todavía hoy, no sé quien tuvo ese "pedo cerebral" para inventarla. Lo que quiero decir es que nosotros somos parte de una evolución, y se llama Corias, y por lo que he podido experimentar en los avatares de mi existencia, creo que hemos evolucionado favorablemente. No creo que hoy en día haya ningún profesor, que al igual que el Rvdo. P. Jaime, ponga a sus alumnos en fila, haga sus preguntas y a medida que vas contestando satisfactoriamente, vas avanzando hasta situarte en la cabeza; sin embargo todavía recuerdo los césares del imperio romano...Opino que Corias nos inculcó un sentido muy profundo de fraternidad, trabajo en equipo, amistad, compañerismo...y una serie de valores que desgraciadamente están en decadencia. Pero miremos al presente y verás que en este siglo 21 hay quien, en la TV, opina que no eran tan malos aquellos métodos, cuando deciden crear un programa como "El Internado", ¿no crees?. En el fondo creo que ambos opinamos igual, estamos muy orgullosos y agradecidos de "pertenecer" a un Club tan singular como el de "ALUMNOS DE CORIAS".
Haciendo una mención a los bares y sus especialidades he de admitir que solamente recuerdo uno en particular por una bebida que me quitó el frío bastantes veces y ese era el "fervidillo" de "La Chata".
Bueno, quiero que sepas que no eres el primero del que he oído que nuestra educación en Corias podría haber sido mejor. Sería patético negar tal aseverancia puesto que aún hoy en día, en todos los campos, existió, existe y existirá espacio para la mejora, pero estas siempre están condicionadas por sus entornos y estos a su vez por otros preponderantes, los cuales también sufren de limitaciones, etc., etc., etc., así podríamos continuar, hasta llegar hasta la rueda... Lo evidente, real y que nadie puede discutir es que la rueda existe, y yo, todavía hoy, no sé quien tuvo ese "pedo cerebral" para inventarla. Lo que quiero decir es que nosotros somos parte de una evolución, y se llama Corias, y por lo que he podido experimentar en los avatares de mi existencia, creo que hemos evolucionado favorablemente. No creo que hoy en día haya ningún profesor, que al igual que el Rvdo. P. Jaime, ponga a sus alumnos en fila, haga sus preguntas y a medida que vas contestando satisfactoriamente, vas avanzando hasta situarte en la cabeza; sin embargo todavía recuerdo los césares del imperio romano...Opino que Corias nos inculcó un sentido muy profundo de fraternidad, trabajo en equipo, amistad, compañerismo...y una serie de valores que desgraciadamente están en decadencia. Pero miremos al presente y verás que en este siglo 21 hay quien, en la TV, opina que no eran tan malos aquellos métodos, cuando deciden crear un programa como "El Internado", ¿no crees?. En el fondo creo que ambos opinamos igual, estamos muy orgullosos y agradecidos de "pertenecer" a un Club tan singular como el de "ALUMNOS DE CORIAS".
Haciendo una mención a los bares y sus especialidades he de admitir que solamente recuerdo uno en particular por una bebida que me quitó el frío bastantes veces y ese era el "fervidillo" de "La Chata".
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