jueves, 11 de octubre de 2012
OTOÑO EN GINEBRA
Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Si tuviera pericia y
medios enviaría al blog esta fotografía. Al no ser así, intentaré, como si
fuera un ejercicio de redacción ordenado por el P. Jesús Martín, describir
aquello que veía al caminar hacia el lugar donde quedé para comer este
mediodía.
Espero que Galán, con el acierto de siempre, tire de su inagotable
fondo de armario fotográfico para darle un poco de color.
Una lluvia de hojas doradas cae mansamente sobre el verde
intenso del tapiz vegetal que cubre el suelo. Haciendo contrapunto, los castaños
de Indias desprenden con violencia sus frutos que restallan contra el pavimento
del camino provocando sobresalto a las pequeñas ardillas atareadas en almacenar
sustento para el invierno que se avecina. El parque de La Perle du Lac, iluminado este mediodía por un
tímido sol otoñal, aparece lleno de vida. Una lagartija despistada, ignorante
del final del estío, corre a refugiarse bajo las pizarras que cubren uno de los
senderos. Los cuervos, desde las ramas más altas emiten graznidos portadores de
presagios tan negros como su plumaje. Las altas matas aún floridas, un tanto
agotadas de regalar tanta belleza multicolor durante todo el verano, ofrecen ya
el festín de sus semillas a las miríadas de pájaros mientras aguardan turno para ser arrancadas y sustituidas por
otras invernales. Una pequeña hoja portando su semilla aprovecha la suave brisa
y vuela para reproducirse allá, a lo lejos.
Mientras, por el sendero que bordea el lago, un hombre
corre, sudoroso, controlando el ritmo cardiaco, buscando su forma física. Otro,
con uniforme de oficinista, pasa raudo a lomos de bicicleta camino de sus
tareas. Un grupo de adolescentes sestea en un banco bajo la caricia del sol,
los cabás esparcidos alrededor son testigos mudos de un escaqueo colegial. Una
pareja de abuelos camina ufana empujando un carricoche, donde, bien abrigado,
viaja el fruto de algún retoño. Inasequibles al desaliento, negándose aceptar
el inevitable final del verano, un grupo de clientes se acomoda en la terraza
del restaurante para comer mientras el camarero se afana expulsando hojas del
mantel. Cerca un grupo de obreros, empleados en el mantenimiento de los parques,
hacen pausa para comer sentados en el pretil del lago, y balancean sus piernas
sobre él mientras dan cuenta del correspondiente condumio.
La superficie del lago es una inmensa alfombra, móvil por
las infinitas ondas que arrastra la brisa, teñida de tonos azul y plomo. En el
antiguo embarcadero de la mouette
media docena de pequeñas embarcaciones, ya preparadas para el invierno, cubiertas
de lona blanca y azul, son mecidas rítmicamente por el casi imperceptible
oleaje. Otros barcos de mayor calado y algún osado velero continúan su ruta
perdiéndose en la lejanía. También las mouettes, imperturbables, hacen la
travesía aportando las pinceladas de su color amarillo. Una bandada de patos
dibuja en el aire un ala delta perfecta y los cisnes buscan refugio en la orilla recibiendo salpicaduras
de la nívea espuma que forma el agua al chocar contra las piedras que la
encorsetan. La fuerza que imprime el Jet
d’Eau no logra impedir que el tenue viento convierta el chorro en una gran
vela líquida anclada al lago, único barco con el que parece querer partir.
Al levantar la vista, el Salève, más próximo, muestra sus cicatrices de piedra blanca, y
tras oscuras moles de montañas, se alza majestuoso el Montblanc, hoy coronado de nubes, solo deja ver su falda blanca.
También algunos montes próximos, sus hermanos menores, comienzan, tímidamente,
a imitarle mostrando las cumbres del mismo color.
Este mediodía, este instante, transcurre bajo los imponentes
árboles pobladores de este parque. Algunos ya casi desnudos, sin ningún pudor,
exhiben descarnadas ramas donde se enseñorea la mandrágora, otros, como los
centenarios cedros y las gigantescas secuoyas, parecen impasibles al cambio de
estación. Tampoco se da aún por enterado el joven roble plantado hace hoy 89
años por iniciativa de una delegación de trabajadores letones delante del
enorme caserón grisáceo que en la actualidad alberga a la Organización Mundial
de Comercio y en aquel entonces a la Organización
Internacional de Trabajo.
Pero quizá no sea este el momento de preguntarse por qué,
con el transcurso del tiempo, unas cosas cambian tanto y otras tan poco.
Ulpiano Rodríguez
Calvo
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11 comentarios:
Después de disfrutar leyendo esta preciosa descripción que nos ha hecho Ulpiano, referente a lo que ha visto durante el paseo previo a la xanta (como diría el Pelgar), me ha venido a la memoria algo relacionado con los erizos de los castaños de Indias cuando expulsan a cierta distancia sus frutos, las castañas locas, para favorecer la dispersión y evitar así la acumulación y juntura de los futuros nuevos árboles. Concretamente en Galicia y alrededores existe una superchería bastante popular que consiste en estar bien atento por estas fechas, una vez llegado el otoño, sobre todo cuando uno pasea por jardines o paseos donde haya castaños de Indias para poder ver caer alguna castaña loca. La primera de la temporada que tú hayas visto caer con tus propios ojos, si la guardas en el bolsillo y la llevas continuamente contigo durante todo el año, te proporcionará mucha suerte y curación de un montón de males, según la leyenda popular. Así pues, los que crean en estas cosas: hala, atentos a ver si cae algo de arriba y sino, al rebusco se ha dicho.
Ulpiano, tu relato resulta hasta poético, tienes unas dotes para escribir fuera de serie. Transmites tan bien, que parece que podemos ver lo que describes. Y ahí hay que ponerle una matrícula de honor también a Galán, pues la primera fotografía que puso, creo que resulta perfecta.
Ginebra fue la primera ciudad Suiza que visité, y como no podía ser de otra manera, me sorprendió muy gratamente. Fue en el año 1989 a primeros de septiembre, y llegamos a la ciudad cuando estaba oscureciendo, por lo que los escaparates tan lujosos que hay, al tener las luces encendidas, todavía destacaban más. Al día siguiente hicimos una visita guiada y ya vimos que todo rezumaba clase. Hubo una cosa insignificante que me llamó la atención y que no sé si seguirá; me refiero a una especie de cajas de plástico transparente con periódicos que había por las calles, y cogías el periódico y echabas el importe por una ranura que tenían. Después estuve en más ciudades Suizas y no lo volví a ver.
Te agradezco que dijeras que mi relato tiene ritmo y es preciso, viniendo de alguien que escribe como tú es importante. Me puse a hacer un comentario, y según lo estaba escribiendo pensé que igual podía hacer una entrada, así que lo revisé y aumenté un poco. Las fotografías no estaban pensadas para eso, pero, al final, creo que están aceptables.
En septiembre un día que estuvimos comiendo con Galán y Elena, hablábamos de las diferentes maneras de escribir y de la influencia que tenían los trabajos en ello. Mi forma se parece a la que utilizo en el trabajo. Nunca podría escribir como lo haces tú. De todas maneras creo que para un Blog es buena la variedad. Por eso, nuestro amigo Jesusín nunca puede faltar.
Bueno, no siempre es así. Hoy el día está gris,casi no se ve el lago y llueve permanentemente. Dicen que manana estena y habrá que aprovechar para dar una vuelta por alguna montana. Continúa siendo así Maribel, dejan periódicos en cajetines de la calle para cogerlos y depositar el dinero. Aún son muy cívicos.
omo decía Benjamín el blog está que arde y las recientes incorporaciones están que se salen.
Saludos
Una vez más Ulpiano
alimenta nuestro asombro,
narrando lo cotidiano
con el más sencillo? tropo.
Como esto es conocido
por el lector y el bloguero,
cambio ipso facto el sentido
y toco de nuevo el suelo.
Regresando a los Castaños
ya mencionados de Indias,
he de apuntar que sus frutos,
amén de otros atributos,
repelen bien las polillas
y es gran remedio casero
para un perfecto ropero.
Como estamos en tiempo de castañas, la fotografía me trae a la memoria que " in illo témpore"; los guajes de Corias, los domingos nos desplazábamos a la Villa,(en el coche de San Fernando); para ver las películas del " Gordo y el Flaco" en en Cine Toreno,por aquel entonces único en Cangas. Siguiendo el relato; entre Obanca, donde se encontraban hermosas viñas, propiedad de "Colás", hermano de la "Galdina" de Corias, y la fuente del Reguerón, a ambos lados de la carretera,existían Castaños de Indias por decir algo centenarios, ya que por su volumen no lo abarcábanos tres "guajes·Las castañas que caían a la carretra nosotros las llamábamos "Pilongas", y era pecado ( no sé si mortal o venial)comerlas, so pena de ser explusados del paraíso como " Adan y Eva".Hoy en día debido al ensanche de las carreteras, dichos castaños han pasado a mejor vida.
Galán, llevo 25 años en Galicia,y no conozco la superchería que comentas: estaré atento poque " Habelas haylas".
A tí Ulpiano, por el Blog deduzco que eres de Limés, externo en Corías " Chapeau", por bajar a estudiar en bicicleta resguardándote de la lluvia con aquel " Pisiglas"que no tapaba nada.
Carlos, lo de la creencia de las castañas locas o de Indias, a mí me lo dijo una moza de la zona de Mondoñedo por primera vez hace años, pero en otra ocasión no hace mucho, también me ha dicho lo mismo uno de Monforte de Lemos. Se ve que esta costumbre es más popular y está más arraigada en la provincia de Lugo que en el resto de Galicia.
Sí señor, las propiedades antipolilla que le atribuye José Manuel a las castañas locas son ciertas. Aquí en la ciudad de León, hay muchos castaños de Indias en parques y jardines y será raro el día que por estas fechas no veas a personas, sobre todo mayores, recogiendo castañas del suelo bajo los árboles. Casi siempre hay alguien que se les acerca y les pregunta: ¿Pero son comestibles estas castañas? Y el “apañador” responde: no, que va, saben a rayos, son amargas como la hiel. Éstas son para meter en los muebles pues dicen que evitan que la carcoma ataque a la madera. Yo lo he probado con un reloj de pared muy viejo que el mueble estaba acribillado de la polilla y la verdad como a la vez también utilicé un spray antipolilla que se introduce en los agujerillos mediante una cánula y se va inyectando el líquido agujero por agujero para matar el bicho, no llegué a saber cuál de los dos métodos había surtido más efecto. Me consta que el spray sí lo hizo. De las castañas ya tengo más dudas, pero la gente lo sigue haciendo.
También sé que estos frutos tienen fuertes propiedades astringentes y se usan en farmacia como componente de medicamentos antidiarreicos.
Galán, estuve “investigando” sobre lo de las castañas de indias, con una persona de un pueblo cercano a Lugo, y que estudió y trabaja en Lugo, y dijo que no lo había oído, pero que sí conoce gente que siempre lleva una encima, que seguramente será por eso.
Mañana voy a preguntarle a una tía mía de Trabada, que ya sabes no está muy lejos de Mondoñedo, y como es una persona de más edad, y tiene sus “creencias”, es una buena fuente.
De todas maneras al que le pregunté hoy, casi seguro que hará sus averiguaciones con gente mayor, pero estos días, hasta el lunes, no está en Lugo.
Aquí estoy nuevamente, como los ojos del Guadiana.
Lo de las castañas me interesa, aunque tengo mis dudas. Como restaurador de muebles nunca me informaron de semejante repelente para los xilófagos. ¿O es para la polilla de la ropa?.
Ya le comenté ayer al prior que tengo serios problemas con la conexión y acabo cogiendo unos cabreos de mucho cuidado.
También le informaba de la noticia de La Nueva España sobre Bodegas del Narcea. Espero que terminen pronto el parador o nos quedamos sin pesebre.
Haxa salú.
Dejé pasar una semana, por si Maribel Pérez, me sacaba de dudas, con el tema de las castañas.Al no haber consultado a sus dos fuentes de información, puede que Benjamín tenga razón, pero yo no soy supersticioso, pese a vivir en Terra Meiga.
En Galicia, existe un santuario "San Andrés de Teixido", sito en la sierra de A Capelada Concejo de Cedeira, donde los acantilados a más de 600 m de altitud; la unión de las aguas del Atlántico con el Cantábrio,hace del mismo un lugar muy agreste y salvaje; de hecho por dicha Sierra campan a sus anchas caballos semi-salvajes, a veces dando disgusto a los conductores. Hay un refrán gallego que dice: "vai de morto quen non foi de vivo". Y otra creencia popular, que la Vía Láctea, no acaba en Santiago, sinó que se detiene corta y acaba en dicho Santuario.
Por lo tanto recomiendo su visita para aquellos que crean en leyendas populares.
Dejé pasar una semana, por si Maribel Pérez, me sacaba de dudas, con el tema de las castañas.Al no haber consultado a sus dos fuentes de información, puede que Benjamín tenga razón, pero yo no soy supersticioso, pese a vivir en Terra Meiga.
En Galicia, existe un santuario "San Andrés de Teixido", sito en la sierra de A Capelada Concejo de Cedeira, donde los acantilados a más de 600 m de altitud; la unión de las aguas del Atlántico con el Cantábrio,hace del mismo un lugar muy agreste y salvaje; de hecho por dicha Sierra campan a sus anchas caballos semi-salvajes, a veces dando disgusto a los conductores. Hay un refrán gallego que dice: "vai de morto quen non foi de vivo". Y otra creencia popular, que la Vía Láctea, no acaba en Santiago, sinó que se detiene corta y acaba en dicho Santuario.
Por lo tanto recomiendo su visita para aquellos que crean en leyendas populares.
Carlos, no desistí de lo de las castañas de indias, pero es que las circunstancias me impidieron hablar con una de las personas cuando pensaba hacerlo. Y la otra, que quedó en enterarse, la veré mañana seguramente. Así que para el domingo igual ya sé algo más.
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