PRESENTACIÓN

Anualmente cuando nos reunimos los antiguos alumnos de Corias, bien sea en grupos minoritarios por promociones en diferentes lugares del Principado y alrededores, o de forma general en el encuentro de Corias a finales de cada mes de septiembre, siempre solíamos comentar al sentir la alegría de juntarnos de nuevo que, era una pena el que hubieran pasado tantos años sin comunicarnos y sin saber unos de otros.

Afortunadamente, en estos tiempos eso está subsanado gracias a los medios informáticos disponibles que tenemos a nuestro alcance. Aprovechando la oportunidad que nos brinda BLOGGER para poder crear un espacio cibernético común, en la nube, donde se pueda participar y expresar los recuerdos que cada uno de nosotros guardamos celosamente de aquellos años, es cuando surge el Blog de los antiguos alumnos de Corias.

Esta elemental presentación lo único que pretende y persigue es reavivar la amistad y la armonía que hemos trabado entre todos nosotros durante los años de convivencia en el Instituto Laboral San Juan Bautista de Corias y, que a pesar del tiempo transcurrido, aún perviven frescas en nuestro recuerdo.

Otro de los objetivos del blog es recordar y compartir las peripecias vividas por aquellos jóvenes que coincidimos bajo las mismas enseñanzas, disciplinas, aulas, comedores, dormitorios, juegos, etc., durante varios años en el convento de Corias y que aún las tenemos muy presentes.

La mejor forma que tenemos para rememorarlo es ir contando en este blog todos los pasajes que cada uno de nosotros recuerde, expresados con la forma y estilo propios de cada uno pero, siempre supeditados a los principios del buen gusto, el respeto y a la correcta educación que nos han inculcado los padres dominicos. El temario en principio aún siendo libre, sí debiéramos procurar en general, que tengan preferencia los temas relacionados con el colegio y su entorno, ya que es el vínculo y denominador común entre todos nosotros.

Como es lógico, cada colaborador es el único responsable de sus opiniones vertidas aquí en el blog; las cuales pueden ser expresadas libremente sin condicionantes ni cortapisa alguna por parte de la dirección; tan solo debemos atenernos todos, a las premisas mencionadas anteriormente del respeto y el buen gusto.

Una vez hecha esta breve presentación, se pide la colaboración y aportación de todos los antiguos alumnos pues, seguro que todos tenemos algo ameno e interesante que contar. Unas veces serán relatos agradables y divertidos, y otras no tanto; pero así es la realidad de la vida.

Al blog le dan vida una serie de antiguos alumnos que colaboran de forma fehaciente y entusiasta con Benjamín Galán que es el bloguero administrador. A este galante caballero el cargo de administrador no le fue asignado por méritos propios, más bien por defecto, de forma automática; simplemente, por ser el titular del blog. Pero podría delegar el cargo en cualquier otro colaborador que así lo deseara.

De antemano, muchas gracias a todos los participantes y colaboradores. Tanto a los antiguos alumnos y profesores que deseen intervenir, como a todos nuestros amigos lectores.

¡A colaborar y a disfrutarlo!

(21 de noviembre de 2009)

B. G. G. (BLOGUERO PRIOR)

jueves, 6 de diciembre de 2012

INGRESO CON SOL Y SOMBRA


Con doce años, próximo a cumplir trece, fui a Corias para hacer el examen de ingreso en  primer curso, años 1959-60.
 Atrás quedaban dos años de resistencia, de mi madre y hermanas, a la presión de parientes vinculados a la Iglesia. Ellas dudaban  que mi destino fuese un seminario de Navarra. De cura o fraile yo no tenía nada, pero la perspectiva de abandonar los limitados, casi siempre aburridos, horizontes de Limés en busca de otros más amplios,  imaginados o soñados a través de revistas y novelas, era un imán invitando a  subir al primer vehículo que llegara. Al final se impuso la opción Corias.

En la escuela de Limés había tenido dos maestros: D. Francisco y D. Ginés. D. Francisco vivía en Cangas y siempre venía en bicicleta, salvo cuando nevaba, entonces no venía. Aquellos eran los más maravillosos días. Comenzaban cuando el  sonido hueco del silencio provocaba el temprano despertar. Sigiloso, cualquier tenue crujido de las viejas maderas restallaba atronador, y anhelante, abría la contraventana, para descubrir  prados, montes y tejados vestidos por la nieve; resplandeciendo blanca poesía. ¡Qué felicidad volver, por poco tiempo, a las tibias sábanas! Por delante quedaba un ajetreado día. Burlar la vigilancia y escapar de casa, buscar a los amigos, subir al monte y hoyar el virginal manto siguiendo el rastro de perdices, liebres, zorros y otros  animales. Poner trampas a los pájaros con unos granos de maíz o trigo en los pequeños espacios liberados  de nieve; enterrarnos en ella, tirar bolas….Hasta quedar empapados, con las manos atenazadas por el intenso dolor de frío y fuego. Luego vendrían la regañina y los sabañones. Pero aún quedaba la tarde, los cálidos juegos de guajes y guajas  entre la hierba del parreiro. Si continuaba nevando, la dicha, y la fiesta, se extendía. Si cesaba  y, convertida en agua, la nieve daba paso al odiado barro, la nostalgia y la tristeza de nuevo acosaban. Al día siguiente, aparecería D. Francisco con su bicicleta, y la rutina de siempre.

D. Francisco, además de dar clase, encendía y atizaba la estufa de carbón. A veces, la estufa no tiraba; por impericia, decían algunos, por el tiempo (presión atmosférica, supe después), pensábamos otros, hartos de ver revolotear el humo en la tsariega de casa determinados días. El caso es que cuando esto ocurría, entre toses abandonábamos la escuela y tiritábamos en mitad  del camino hasta que ventilara.  El carbón lo subíamos nosotros a cuestas desde la carretera, donde, delante de la escuela de las niñas, era descargado por el camión que lo bajaba de la mina. D. Francisco también preparaba, en una perola grande, sobre esa estufa de carbón, la leche en polvo donada por los americanos. Tomar aquella leche grumosa, no digo yo que el maestro no se esforzara, generaba batallas diarias. Muchos de nosotros, hastiados de la  leche de las vacas de casa, intentábamos resistirnos a tomarla, con los consiguientes castigos. Rechazarla era, casi, una ofensa a la patria y al imperio americano. El queso amarillento/ anaranjado - solo años después descubrí su verdadero nombre- de las latas redondas y doradas me gustaba más, pero ese llegaba escaso.

Después de duros inviernos sobre la bicicleta, D. Francisco obtuvo recompensa; le dieron plaza en Cangas, y entonces llegó D. Ginés.

D. Ginés era joven y entusiasta vocacional. Con él, al finalizar la clase, quedaba solo en la escuela. Así aprendí álgebra, buscando la “x”, como jugando a una adivinanza. Si aparecía pronto, la meta era buscar la “y”.También nos internábamos por la trigonometría, abriendo y cerrando abanicos con sus senos y cosenos. Años después, cuando me tocó dar estas materias en Corias, me parece que en tercero, estaban ya casi olvidadas. Con la atención, quizá, centrada en otras cosas, la mente era como un encerado borrado, donde  resultaba más difícil volver a escribir.

No solo las matemáticas nos ocupaban. La historia, a pesar de su importancia, importancia que descubrí bastantes años después, la pasábamos un poco de puntillas. Aquella historia árida, enterrada entre nombres y fechas, adornada con el añorado “Imperio” y “La Unión de Destinos en lo Universal,” tengo la impresión, ahora, de que tampoco atraía mucho a D. Ginés, y no era cuestión, entonces pensaría él, de ponerse a parlamentar de historia veraz, con un guaje de once o doce años.
 Dedicábamos muchas horas a viajar, sin salir de los viejos mapas, de color ocre por el humo y tachonados con diminutas cagadas de moscas, colgados de las paredes. Por toda España, por todos los continentes, pero sobre todo por África. Su hálito, misterioso y  aventurero, entre todos los demás me atraía. Teníamos un problema, aquellos viejos mapas para nada recogían la bulliciosa modificación a que aquel periodo de descolonización les sometía. Buscábamos la solución en los periódicos que D. Ginés traía. Con esa información trazábamos nuevas fronteras, asignando a cada nuevo país el exótico nombre que le correspondía. Todo era cambiante, un mundo nuevo ante nosotros se abría. Por eso, cuando la mañana del 1 de enero de 1959 fui a buscar, como de costumbre, a mi amigo Eduardo el de Rondo - hermano mayor de Toño el de la librería Treito de Cangas- y me anunció - en su casa tenían uno de aquellos aparatos de radio de caja enorme-  que un grupo de barbudos había tomado La Habana, nuestra imaginación, alimentada por tantas lecturas de aventuras, comenzó a volar. Nos veíamos de guerrilleros por El Acebo o por la Sierra del Pando. Años después - ya estaba en Corias y tendría quince o dieciséis años-, circuló un bulo asegurando que se estaban reclutando voluntarios para ir a la zafra de la caña de azúcar en Cuba. Crédulo, me presenté en el ayuntamiento para inscribirme. D. Gil Arce, funcionario del ayuntamiento y profesor durante los primeros cursos en Corias de FEN y Gimnasia, me recibió. Después de escuchar mi pretensión, entre perplejo y airado, dijo algo así: Venga ya, chaval, vete a….

Perdón… pretendía hablar del ingreso en Corias y terminé por los cerros de Cangas, intentaré volver por donde quería.

D. Ginés me acompañó a Corias para hacer el examen de ingreso. El viaje lo hicimos a pie, recorriendo los seis kilómetros de distancia desde Limés. Aún no montaba en bicicleta; me quedaba, durante el verano, un duro aprendizaje visitando bardeos  alcantarillas y cunetas, antes de mantener el equilibrio sobre ella. La mañana era maravillosa, como suelen ser por Cangas en esa época del año. Junio, puerta de los calores de estío, provoca en el concejo de Cangas la explosión de todos los colores verdes, de pájaros, y de flores, cumpliendo estas con el rito de extender por todas partes sus infinitos olores. El agua, aún abundante, susurra por los regueiros, buscando fundirse, en lo más profundo del valle, con el gran hipnotizador, aún amenazador río. La alta hierba de los prados, esperando la guadaña, comienza a mostrar su crin dorada y hasta el transparente aire, pintado por mariposas, es de colores. Es cuando el tibio viento de la noche trae enredado, desde lo más profundo del monte, el misterioso canto del cuco, cadencioso, con la precisión del mejor reloj suizo. Junio, en Cangas, es el apogeo de las zreizales ofreciendo sus frutos, rojos pendientes de enamoradas.

Del examen, salvo los nervios, no recuerdo ninguna dificultad. Sí retengo la primera impresión del magnífico claustro con la esbelta, evocadora de tierras lejanas, araucaria; además de la causada por los frailes. Aquellos hombres vestidos con hábitos de blanco impoluto unos, de blanco y negro otros, y bien afeitados, daban la imagen de cuidadosamente aseados. Más, incluso, que la mayoría de curas conocidos, por mi  condición anterior de monaguillo que me llevó a ayudar, durante años, a bastantes de ellos a vestir sus ropajes litúrgicos. Posiblemente las negras sotanas ayudaban mejor a disimular las manchas, si no eran vistas muy de cerca. Pero más me sorprendió ver frailes muy jóvenes, alguno, incluso, me pareció ciertamente guapo, al menos según mi apreciación de entonces. No comprendía por qué estaban en aquel caserón, vistiendo aquellos hábitos, en lugar de estar en Holywood ejerciendo de galán; máxima aspiración  que, creía en aquella época, podía tener un hombre.

Finalizado el examen regresamos a Cangas. Allí nos encontramos con algunos habituales tertulianos (nada que ver con los que ahora desbarran, interesadamente, en algunas emisoras) de D. Ginés. Estos eran hombres serios, incluso severos, profundos, siempre parecía que callaban más de lo que decían, al menos delante de mí. Eran bastante mayores que D. Ginés, la mayoría perdedores de la aún reciente guerra; entre los brazos de alguno de ellos, a los que acudía en ocasiones, siempre había encontrado un refugio sosegado y antiguas historias de España, Argentina y otros lugares lejanos. Independientemente de su posición social, portaban con hidalguía las sempiternas madreñas, el traje y chaleco de pana, la camisa blanca o de rayas, y la boina sin capar. Aquel día la conversación giró sobre mi ingreso en el Instituto del convento, se sucedieron felicitaciones y propusieron celebrarlo en la terraza del Café Chacón. Comenzaron a pedir bebidas con nombres raros que, poco acostumbrado a visitar tan elegantes lugares, jamás había escuchado (una de ellas, creo recordar, era Blanco y Negro). Yo pensaba que eran bebidas fuertes, para hombres recios. Cuando llegó mi turno, con muchas dudas, pedí un Sol y Sombra quizá pensando que era más adecuado, aunque aquel día me sentía mayor, para el bosquejo adolescente que aún era (para ser sincero ya había tomado unos cuantos, a escondidas con mis primos en distintas celebraciones familiares). Al pedirlo noté que se entrecruzaban miradas y algún gesto de sorpresa, mas no dijeron nada, y ordenaron las consumiciones - entonces no existía ninguna prohibición de servir alcohol a menores de 18 años- Cuando trajeron las bebidas todas eran distintas combinaciones de café, con leche, con crema, con nata etc. La única, delatadora copa, una mezcla de anís y coñac era la mía. Ellos continuaron la tertulia mientras, yo, un tanto abochornado, daba cuenta del edulcorado brebaje.

Así fue como celebré el ingreso en el Instituto Laboral San Juan Bautista de Corias.  

Ulpiano Rodríguez Calvo     

17 comentarios:

Benjamín Galán dijo...

De la cantidad de recuerdos bonitos que destaca Ulpiano aquí, en su evocadora entrada, me ha llamado la atención cuando resalta cómo se sentía la presencia de la nieve aún antes de abrir las ventanas por la mañana al levantarse. Él lo define como “el sonido hueco del silencio” y es verdad. Yo de niño era rara la vez que cuando despertaba y notaba ese silencio tan especial de la nieve, me decía: menudo nevazo que debe haber ahí fuera. Y efectivamente, nada más abrir las ventanas lo podía comprobar. Raras veces me he equivocado. La nieve es un amortiguador perfecto del ruido. Podríamos decir que, en las noches que nieva copiosamente, se oye el silencio. En mi caso, había veces que ya al acostarme tenía un pequeño indicio añadido que me anunciaba la posibilidad de que al día siguiente podía amanecer cubierto de nieve. Y eran los bandos de aves frías (peguetas) que por la noche sobrevolaban el cielo a gran altura en círculo, emitiendo de continuo unos sonidos sordos y cortos, muy característicos, los cuales nos alertaban de su presencia y de que la nevada, si no estaba cayendo ya, no se haría de esperar mucho.

Samuel dijo...

Bajo mi punto de vista, Ulpiano, equivocó su profesión; tenía que haberse dedicado: al periodismo, enviado especial en algún pais remoto, o a la narrativa pura y dura.
Se nota que disfruta recordando, con todo detalle, cada uno de los acontecimientos vividos.
Además de conseguir la participación en la redacción de Coca-Cola no conseguiste que fuera seleccionada tu carta para el día de la madre?. Seguro que estaba entre las mejores del curso, o la mejor.
Yo, aún conservo la carta que tuve que leer en el salón de actos y por la que el P. Morán me dio de premio el libro "Corazón". Pero lo más curioso del tema, y que nunca salió a la luz, es que la famosa carta, que tuve que leer, no la escribí yo; fue escrita por un fraile y yo la persona seleccionada para su lectura. ¿Sabiais algo sobre esto?.

Maribel Pérez dijo...

Ulpiano, ya leí tres veces tu entrada, y, creo que la voy a leer muchas mas. Podría ya, hacer un resumen de lo que cuentas, pero está tan bien escrito, con ese tono poético que tú sueles dar a los relatos, que hay que “saborearlo” frase a frase y palabra a palabra.
Ahora voy a pasar al contenido, que me devuelve a mi niñez también, cosa normal por otra parte, teniendo en cuenta que las edades son parecidas y que vivíamos a unos dos kilómetros de distancia.
A D. Francisco lo veía pasar en la bicicleta, y sabía que era maestro de Limés. Luego fue maestro de mi hermano en Cangas, y, a veces, seguía pasando, probablemente de paseo, en la bici. De D. Ginés no tengo ningún recuerdo. Quizá no lo conocí.
En cuanto a los días de nieve, creo que a todos los niños nos gustaban y por los mismos motivos. En aquellos tiempos se suspendía el colegio por cualquier cosa y no había problema. Yo no llegué a poner trampas a los pájaros, porque era impensable, en aquellos tiempos, que una niña lo hiciera. Además yo era muy “apocada”. Pero sí recuerdo a chicos vecinos que lo hacían, y claro, cuando pillaban alguno, íbamos todos a ver la “hazaña”.
Otra cosa muy conocida para mi, eran los pendientes que poníamos las niñas con dos cerezas. Nos debíamos de ver muy favorecidas. Como ves, más de lo mismo.
El Café Chacón, con su terraza, también me trae muchos y buenos recuerdos. Pero el interior prefería el de la Confitería Milagros, pues siempre me gustaron mucho los pasteles.
Espero que no te parezca mal, pero me reí, cuando leí que fuiste al Ayuntamiento a inscribirte para ir a la zafra de la caña de azúcar a Cuba. Recordando como eran las cosas en los sitios oficiales en aquellos tiempos, me imagino la cara que te pondrían.
Esto de reírme me recuerda dos entradas de Galán, una sobre el día que fue a examinarse de ingreso para entrar en Corias, y otra del día que ingresó. Lo leí hace tiempo y todavía me acuerdo y me río. Incluso lo busco alguna vez para volver a leerlo, sobre todo la del día que ingresó. Debía de ser de lectura obligada en los cursos de Risoterapia.

Benjamín Galán dijo...

Pues sí. Yo también tengo algo que decir al respecto sobre las cartas a la madre. Un año por la Inmaculada, cuando se celebraba en esa fecha del 8 de diciembre el Día de la Madre, nos pusieron en clase de literatura como ejercicio, el redactar una carta a la madre. La mía fue elegida como ganadora, pero debo decir que el comprensivo Padre Dimas, no la vería del todo bien y me echó una mano amplia, y por si esto fuese poco, también le dio el retoque final. Lo que no sé, Samuel, si coincidimos en el mismo año tú y yo, y si tu “negro” fue el mismo que el mío. En el Blog hay una foto donde se ve al padre Morán haciéndome entrega de un lote de libros de aventuras. Sí, los mismos que después de muchos años me he enterado, porque lo dijo él, que el amigo Francos me los cogía para leer durante la noche y una vez finalizada la lectura me los volvía a poner en su sitio, sin que yo nunca advirtiese el uso clandestino que tenían los libros aquellos. Supongo que lo haría bajo las sábanas, alumbrado por una linterna. Buenos comienzos como lector. Sí señor.

Marta dijo...

Lo siento, no tiene nada que ver con esto, pero me pareció interesante, y no sabia donde ponerlo.


BREVE HISTORIA DE LA MALATERÍA DE SAN LÁZARO EN RETUERTAS



La Malatería de San Lázaro en Retuertas, parroquia de Regla de Corias (Cangas del Narcea)
La Malatería de San Lázaro está emplazada en el pueblo de Retuertas, parroquia de Regla de Corias. Este pueblo está situado en la margen izquierdo del río Narcea, a tres kilómetros de la villa de Cangas del Narcea y a uno de Corias. Tradicionalmente, se viene aceptando que el pueblo «debió de nacer cuando desapareció la Malatería y quedaron asentados los criados, ya que en los alrededores no existe ninguna fuente ni arroyo y por tanto no es lugar ideal para ubicar un pueblo» (GONZÁLEZ AZCÁRATE, «Retuertas», La Maniega, n.º 37, Cangas del Narcea, 1987, pág. 16). El nombre de Retuertas puede provenir del latín «tortum» que significa torcido, adjetivo que puede utilizarse tanto para referirse a un campo, una tierra o un camino (GARCÍA ARIAS, Pueblos asturianos: el porqué de sus nombres, Ediciones Ayalga, pág. 266).

Hasta 1771, el administrador de la leprosería fue el monasterio benedictino de Corias. Su fundador había sido el conde don Piñolo Ximenez y su esposa doña Aldonza Muñoz, que dotaron el monasterio en el 1032. La fundación de la malatería la conocemos gracias a un inventario de una «escritura de donación que a favor de la Malatería de San Lázaro de Retuertas hizo Dominga Menéndez, malata y natural del lugar de Francos, concejo de Tineo, de todos sus bienes, en los 9 días del mes de enero de 1756». El conde don Piñolo, hijo de Ximeno Sánchez, sobrino del conde Gundemaro Pinoles, de la casa de los Guzmanes, fue uno de los caballeros más distinguidos en el reinado de Alfonso V y en los siguientes, hasta el de don Fernando el Magno de León. En 1037 asistió a la coronación de aquel monarca. Fue alférez mayor de Alfonso V y gozó de la dignidad de conde. Legendariamente, su familia entronca con la de Queipo de Llano, ya que su hermana Munia Domna se casó con don Nuño Núñez o Muñoz cuyos descendientes son la familia Llano de Asturias (TRELLES Y VILLADEMOROS, Asturias Ilustrada. Primitivo origen de la nobleza de España, su antigüedad, clases y diferencias, Madrid, 1760, t. III, pág. 395). El 14 de febrero de 1737 la Chancillería de Valladolid dictó sentencia contra la feligresía de Corias por la que declara que la Malatería no estaba obligada a criar expósito alguno que en ella se ponga (AHA: Libro inventario de los efectos y papeles pertenecientes al Real Hospicio y sus Malaterías, libro, 281,

Marta dijo...

Finalmente, en 1771 fue incautada por la Audiencia de Oviedo, tras las pertinentes visitas y apeos del licenciado Cacho. No obstante, cinco años más tarde, en 1776, se presentó ante el fiscal una carta orden de la Cámara sobre su patronato, expresiva de su pertenencia al monasterio de Corias; en 1777 el hospicio de Oviedo siguió pidiéndole cuentas al monasterio y el 12 de febrero de 1778 en vista «del poco efecto que tuvo la providencia tomada contra el juez y monasterio» el regente envió para entenderse con los frailes a don Manuel Antonio Muñiz, escribano, con nombramiento de administrador de la Malatería y amplias facultades para «tomar cuentas, recoger papeles, caudales, etc.» (TOLIVAR FAES, Hospitales de leprosos en Asturias durante las Edades Media y Moderna, Oviedo, RIDEA, 1966, págs. 191). Nada se sabe del número de malatos registrados en la Malatería de Retuertas, solo se sabe que ya había el 27 de julio de 1266, por el testamento del arcediano don Fernando Alfonso, y que todavía había internos en la segunda mitad del siglo XVIII (TOLIVAR FAES, Ob. cit., pág. 191).

La Malatería de Retuertas fue la más destacada de las leproserías del suroccidente de Asturias. Junto a ella se registran las de Cecos (Ibias) y Mirallo (Tineo). Sobre la primera apenas se posee una leve noticia y en la segunda mitad del siglo XVIII ya llevaba muchos años inactiva, habiéndose desechado sus bienes en el mismo siglo. No obstante, fue un enclave fundamental ya que por la villa de Cecos transcurría la ruta que desde Cangas de Tineo (hoy, del Narcea) se dirigía a Galicia. La de Mirallo, por su lado, estaba situada en el transito de Tineo a Pola de Allande; de ella hay noticias de su fundación desde el siglo XIII. Antes de finales del siglo XIII hay documentadas en Asturias un total de veintidós leproserías, pero en 1627 ya solo se enumeran nueve, entre las que figura Retuertas (TOLIVAR FAES, Ob. cit., pág.
Lo tuve que poner en dos veces.

Siendo niña, recuerdo que todos los años el dia de la fiesta el P. José en su homilia nos contaba la historia de San Lázaro, ponia tal énfasis, que yo quedaba traumatizada por un tiempo

JM Martinez dijo...

Lo que nos narra Ulpiano,
sea cual fuere el motivo,
está siempre estructurado,
es bien ameno y divertido
y carente de pies de barro.

Los duros fríos de invierno
y el vaivén de aprendizajes
por ausencia de enseñantes,
los contaré en su momento.

Estando en Castro Limés
con mi tía abuela Dolores,
fue ese mismo don Ginés
quién en dos meses de rigores
preparó con gran acierto
mi ingreso en el convento.

ulpiano dijo...

De las cartas a las madres que apunta Samuel no guardo especiales recuerdos. Tal vez era un ejercicio más centrado en los internos al tener a las madres lejanas, los externos, en teoría, teníamos la posibilidad de transmitirles nuestro amor todos los días. En mi caso, debo reconocer, siempre me costó mucho expresar el amor filial.
Sobre escrituras lo que puedo decir es que de siempre me dio mucha pereza ponerme a escribir. Cierto que, de muy joven, hacía algunos pinitos escribiendo, incluso poesía, pero durante cuarenta años lo único que escribí fueron informes de trabajo, algún escrito político cuando militaba activamente, temas que poco tienen ver con la literatura, y alguna carta al director de El País que si publicaron
Aunque suene a batallita antigua mi ruptura con la escritura, llamémosla literaria, se produjo en enero del 71.
Al dejar Corias y llegar a Madrid entré en contacto con organizaciones clandestinas contrarias al régimen de entonces, esto provocó que fuera detenido en varias ocasiones. A raíz del Consejo de Guerra de Burgos se decretó un estado de excepción y como tenía antecedentes políticos una noche, ya estaba en la cama, se presentó la Político –Social para detenerme. En una caja, bajo la cama, además de documentos, llamados entonces subversivos, estaban los escritos que conservaba, la mayoría de poesía, que no dejaban en buen lugar al dictador de entonces. Se lo llevaron todo, también a mí.
Me tuvieron unos diez días incomunicado en los sótanos del caserón de la Puerta del Sol, solo me sacaban a las doce de la noche para interrogarme hasta las cuatro o cinco de la mañana cuando me devolvían a la celda, casi siempre bien caliente. Aunque los interrogatorios solían centrarse sobre temas más “interesantes”, de cuando en cuando los policías me vacilaban diciendo que las poesías parecían de Miguel Hernández. Los escritos no aparecieron en el sumario que después sobreseyeron, pero aún estuve tres meses en Carabanchel.
Cuando salí continué la militancia acarreándome otras detenciones, pero nunca más volví a escribir, y aquellos escritos, tampoco lo recuerdo con pena, jamás los recuperé.
Solo cuarenta años después, cuando Samuel me localizó e invitó a participar en el blog, he vuelto, con el hábito oxidado, a intentar escribir algo.
Otra casualidad, José Manuel, no solo hemos compartido años en Corias, también preparador. A Dolores la recuerdo como una mujer entrañable, no porque fuera la madre de uno de mis cuñados, sino por cariñosa y bondadosa.











Samuel dijo...

Ulpiano, no se si sentirme culpable o afortunado por invitarte a esta "tertulia". De todas formas, creo que tus vivencias son para otra ocasión más en mesa redonda. Como la reunión en León fue una puesta en escena de Carmelo, la próxima te toca a ti. Seguro que tienes muchas más cosas que contar.
De lo que si estoy seguro es de que tus relatos y la forma de exponerlos causan admiración a tod@s l@s tertulian@s y, por lo tanto, me alegro de haberte rescatado para el blog.
Galán, el negro al que te refieres y me preguntas no era el P. Dimas y no me echó una mano, la carta era totalmente suya. Yo sólo puse mi buena voluntad para leerla.

jrFRANCOS dijo...

Ulpiano, tengo que decirte después de leer con retraso tu entrada, primero, que escribes muy bien, hasta por momentos con cierto aire poético; y segundo, que escribes como hablas (y supongo como eres), esto es, desprendiendo paz y tranquilidad.

Mamen dijo...

Tambien como a todos, me gusto mucho el relato,tengo idea de ti que siempre fuiste asi,tranquilo y creo que un poco timido,es el vago recuerdo que de ti tengo,y os veo en la foto,en plena adolescencia,muy juveniles y guapos,los años,nos cambian,totalmente,pero es ley de vida,mientras lo contemos,ya nos damos por satisfechos,sobre todo,si tenemos bien las meninges,pero se os reconoce bien,tampoco quiero daros un bajon,con el comentario

ulpiano dijo...

Mamen, -aunque nos veíamos por Cangas y no sé si llegamos a hablarnos - me tenía bien calado. Siempre fui un tímido rayando lo patológico. Intentaba disimularlo, se ve que con poco éxito.
Gracias por vuestras amables palabras sobre el escrito. Pero el mayor valor, en mi opinión, de todo lo escrito en el blog, más allá de la forma, es poder compartir vivencias y opiniones más cercanas o más lejanas.
Y no soy yo el que ahora está conectado desde Suiza en este momento.

Olga dijo...

Ulpiano, esta historia que cuentas relata fielmente la forma de vivir en aquellos tiempos, que yo no se si fueron mejores o peores, simplemente fue la época que nos tocó vivir, pero creo que estaban en circulación unos valores y un respeto que en general se fue perdiendo.
Colaborábamos todos en el funcionamiento del aula. Un grupo cada semana se encargaba de encender la estufa. Limpiar el encerado. Fregar las mesas y darles cera. Creo que si comparamos las horas de estudio de aquella época, estaban muy bien aprovechadas. Yo tengo muy buen recuerdo de todas las MAESTRAS que me dieron clase y les estaré eternamente agradecida.

Esta entrada tuya ha servido para que las recuerde a todas con ternura

Carlos Lobato dijo...

Ulpiano, leo tu relato y es mi infancia, tu en Limés yo en Corias. La leche en polvo que no te gustaba, al estar harto de la leche de vaca, en mi caso todo lo contrario, me sabía a gloria, lo mismo que el queso amarillento.
Tardaste mucho en aprender a montar en bicicleta,siendo unos guajes, ya montábamos tres en una, guiaba en del manillar lo que le iba diciendo el que iba sentado en él, y otro atrás.Más de una vez nos fuimos todos al suelo.
!Eras un idealista, Soñabas despierto!, imaginarse de gerrillero por el Acebo y Sierra Pando, me escacharro de risa con ello, teniendo en cuenta que hacía poco, La Dictadura, había acabado con los últimos ( Girón en el Bierzo, Juanín y Bedolla en Cantabria).
Tu utopía, te hace ver que tienes que ayudar a los barbudos de Sierra Maestra, por eso intentas anotarte para cortar zafra, y recibes la contestación que te deja cortado.
Me admira tu fuerza y coraje, en defensa de los más débiles.En los estertores de la Dictadura, era mucho peor,veían que su mundo de mentiras se les venía abajo, por eso apretaban bien las clavijas.

ulpiano dijo...

Carlos, dudaba si dar respuesta a tus elogiosas palabras, pero al sentirme un tanto abrumado, te diré, sin falsa modestia, que hacer lo que te dicta la conciencia tiene relativo mérito. Además yo pagué un peaje no muy alto, otros pagaron un precio mucho más elevado. Seguro estoy que tus palabras van dirigidas a ellos. Saludos.

Mamen dijo...

Si Ulpiano,si que llegamos a hablar a alguna vez,ademas tenias una admiradora entre mis amigas,por eso te decia lo de la timidez,pues eras de pocas palabras,alguna vez estuvimos por el Paseo,que habia aquellos arboles y bancos,que de alli guardo yo grandes recuerdos,pues era el sitio donde nos reuniamos todas las amigas,y amigos, de aquella epoca,ademas de Limes guardo buenos recuerdos,mucha fruta tengo yo comido de la finca de Dña. Maria Gomez,hoy el Restaurante La Casilla,que por cierto el otro dia,que los del TouspaTous le hicieron un homenaje a Mario Gomez, el que habia construido la casa y pusieron alli una placa conmemorativa, porque el fué, el antiguo fundador del TouspaTous,que ellos actualizaron,decia yo, si esto no se parece nada de nada, a lo que era la casa antigua,pudieron consevar algo de la primitiva,tu lo sabras tambien como yo,pues tenia su encanto,al ser de estilo moruno,aquellas puertas de estilo ojival,que no tiene nada de nada, de como era antes.

ulpiano dijo...

Recuerdo perfectamente todo aquello, Mamen. Decía lo de hablarnos porque siempre me daba mucho corte hablar con vosotras.
Me alegra saber del homenaje a Mario Gómez, mi madre me habló mucho de este hombre y, mientras vivió, estuvo suscrita a La Maniega también fundada por él. Las guardaba para que yo las leyese cuando iba por allí, ahora lo continúa haciendo mi hermana.
La Casilla la conozco bien. En el piso de arriba vivía el cura D. Ismael, cuando era su monaguillo tenía que ir con frecuencia, su ama D. ª Balbina me solía dar fruta, en temporada fresas con vino. El primer piso lo tenían reservado las herederas de D. ª María, en alguna ocasión las ayudé a bajar cestos de fruta hasta Cangas, me parece que vivían detrás de Secundino. En la planta baja vivía Enrique que era de Cacabelos y tenía un camión. En la caja de ese camión nos llevaba, a casi todo el pueblo, una o dos veces al año de excursión, también nos subía el día de la fiesta a El Acebo. Era muy amigo de mis padres y yo todos los días bajaba a jugar con sus hijas, eran de mi edad, por el patio y en las fuentes de la casa. El huerto con frutales era parada obligatoria para los chavales cuando subíamos de las verbenas de Cangas, si armábamos mucho follón el cura o Enrique, los dos eran cazadores, salían con la escopeta y pegaban dos tiros para espantarnos.
Cierto que con la reforma han desaparecido la mayoría de ornamentos y estructuras moriscas que D. Mario había incorporado recordando su estancia en Marruecos, y cada vez que voy por allí me viene a la memoria el gigantesco fresno que estaba al lado de la puerta de entrada.
Cosas muy lejanas, pero muy cercanas.