miércoles, 16 de febrero de 2011
SOBRE PEQUEÑOS RESQUEMORES (de Ulpiano)
Acababa de leer “Aguirre, el magnífico”, el último libro publicado por Manuel Vicent, un ameno ,ligero y a veces divertido fresco (no llevo comisión del autor ni de la editorial, aunque sea publicidad) sobre andanzas de intelectuales y políticos que transcurre en parte durante la etapa oscura y plomiza que como niños y adolescentes a nosotros también nos tocó vivir con la esperanza de que llegaran pronto las cerezas tempranas de Mayo, cuando fui al ordenador, artilugio al que juré odio eterno durante años, pero que ahora utilizo, con dificultad, para comunicarme con vosotros, y leí con retraso como siempre el “PEQUEÑO RESQUEMOR”de Benjamín.
Sin poner ni quitar una coma a sus recuerdos, pero con la certeza de que él, al igual que yo y tantos otros, cuando abrimos el armario de los resquemores a estas alturas sólo encontramos unas motas de polvo y de nostalgia, quiero como antiguo vecino y pariente lejano del Sr. Frade (Lito Perales como le llamaban en el pueblo por ser su casa la de “Perales”) comentar alguno de los recuerdos extraescolares que retengo de él.
Por la diferencia de edad no puedo decir que tuviésemos mucha relación, cuando yo era crío él estudiaba magisterio, creo que en Oviedo y sólo aparecía por Limés en algunas vacaciones. De esa época guardo la imagen de verle en un solar aledaño a su casa realizando al frente de sus camaradas (era jefe de centuria o algo así de Falange) ejercicios de gimnasia, defensa personal y demás. Pero el recuerdo más nítido de aquella época está relacionada con la colección completa de “Kid el pequeño sheriff“ que él atesoraba en un baúl en casa de una vecina (a escondidas de sus padres, que lo veían como un distraimiento de los estudios) y que yo soñaba con poder leer un día. Sueño vano ya que a él nunca me atreví a pedírselos y la vecina, como depositaria de un tesoro, sólo me dejó leer a hurtadillas, deprisa y corriendo, uno o dos ejemplares. .También fue muy comentado en el pueblo un viaje que realizó con un grupo de coros y danzas a Cuba (antes de Fidel), donde se encontró con un tío suyo que había emigrado hacía muchos años. A través de ese contacto, este señor, creo que se llamaba Ramón, tiempo después regresó a Limés y yo le recuerdo, cuando durante las vacaciones me mandaban a pastorear las vacas por los cerros de Penalba, sentado en el mullido suelo, ensimismado, contemplando y quizás recordando todo o nada de su niñez.
Cuando Manuel Frade llegó a Corias como profesor de gimnasia y FEN su trato conmigo fue como con el resto; ni yo, ni creo que él, estábamos interesados en que apareciese ningún otro vínculo que el de profesor – alumno. Es posible que dada mi condición de negado para los deportes en alguna ocasión realizase algún comentario que me hiriese, pero esa herida, si la hubo, no es ni la mota de la que hablaba antes. Tiempo después de Corias, cuando por vacaciones iba a Celorio, algunos años me lo encontraba en Barro, lugar donde pasaba los veranos, y era amable conmigo, aun cuando sabía perfectamente que estaba en actividades políticas diametralmente opuestas a las suyas y la “lucecita” del Pardo aún continuaba vigente. Pasaron años sin saber de él, hasta que por mi familia supe que había muerto.
Benjamín, al recordar a una persona con sus actos más o menos positivos lo que realmente hacemos es mantenerle vivo entre nosotros. Me trae a la memoria un relato, creo de Stefan Zweig, que leí cuando era pequeño (aunque luego venga el amigo Francos-gracias por el más que amable “bienvenido”- diciendo que nunca fui pequeño por lo de la estatura), una de las veces que la biblioteca del ayuntamiento se imponía a la tienda-almacén de intercambio de novelas del oeste a las que era tan aficionado y que estaba frente al Garaje Pelayo, no recuerdo el nombre, seguro que Víctor Gión si lo recuerda. En este relato el autor describe la desaparición del rastro de un ciudadano normal a partir de su muerte, cuando después se mueren familiares y amigos y con ellos su último recuerdo, cuando derriban su casa y desaparecen sus últimas pertenencias, cuando arrasan el cementerio y con él la lápida que señalaba su sepultura y cuando al final se incendia el Registro censal y se quema la partida de nacimiento, último vestigio de su estancia en la tierra. Bien narrado es lo que describe el autor sobre el paso de la inmensa mayoría de personas por este mundo. Tal vez con este Blog nosotros nos rebelamos contra ese destino queriendo mantener vivos recuerdos que compartimos.
Ulpiano Rodríguez Calvo
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1 comentario:
Amigo Ulpiano,efectivamente había un almacén que era de el padre de Villabol y Paulino,allí se intercambiaban novelas y además creo que tenía también telares o chatarra,de eso no me acuerdo muy bien,estaba como bien dices frente al garaje Pelayo.Agradézcote mucho tu comentario sincero y real,yo no recordaba que Frade fuese pariente tuyo,es más,paseando por Oviedo,ciudad donde resido,lo encontré varias veces,pues creo que me dijo que tenía algún hijo aquí estudiando, y charlamos recordando Corias,de esto hace ya mucho tiempo,después le perdí la pista.Ulpiano un abrazo sincero y Slds cariñosos,anímate y si te es posible ven para la primavera hasta casa Ezequiel ,nos encantaría verte y charlar un rato.
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