domingo, 14 de octubre de 2012
AMULETOS NATURALES
Viendo que el tema de las castañas de Indias, o locas, como
se les denomina en muchos sitios, ha despertado cierto interés entre los lectores
del Blog, me he acordado de que yo tengo contactado con personas que sentían cierta admiración por los frutos que nacen con
alguna irregularidad en su morfología y precisamente
por eso, por ser distintos, los rebuscan y coleccionan para convertirlos en una
especie de amuletos.
En cuanto al asunto de las dolencias todos sabemos que a
nivel popular, existen una serie de creencias que a determinadas personas les
sirven de terapia contra esos males que padecen casi de forma crónica y que según ellos, parece que el sistema les funciona
muy bien. Entre otros muchos, el lumbago es un mal muy extendido por desgracia entre
la gente: tanto joven como menos joven entre los que me encuentro y también lo
he padecido. Yo tuve amistad con una persona que durante muchos años llevó consigo
continuamente, en el bolsillo del pantalón, una patata pequeña del tamaño de una nuez, aproximadamente, como prevención de sus
frecuentes ataques de lumbalgia.
La dichosa patata una vez que transcurrieron varios años en
los que se mantuvo todo el tiempo recogida y calentita en el bolsillo de su portador,
pues esa era otra: no valía un bolsillo cualquiera de la chaqueta o del abrigo,
no. Tenía que ser del pantalón y a poder ser cuanto más pegado estuviese el
amuleto a la piel del doliente, mucho mejor, pues más efecto hacía. Tal que, la
dichosa patata al cabo de los años se transformó en algo rarísimo y que resultaba totalmente imposible de reconocer a
simple vista su procedencia por lo extraña negra, dura y arrugada que estaba.
La patata había adquirido tal dureza que más parecía un
botón de un abrigo que un tubérculo disecado. Sin embargo, el portador de esta
pieza estaba encantado con ella pues decía que, desde que se la había echado al
bolsillo se había olvidado por completo del problema del lumbago. Aquí también
se confirma lo de: “la fe mueve montañas”. El “milagroso” tratamiento era trasmitido de boca a boca pues esta persona comenzó a
utilizarlo por recomendación de otro que sufría los mismos ataques de lumbalgia
que él y que también le había dado resultados extraordinarios el amuleto-placebo.
En otra ocasión, se me dio el caso de ver a una persona en un
gran almacén de frutos secos que estaba comprando nueces y avellanas naturales, sin
tostar, y yo veía que no se movía y que permanecía largo rato delante de los
recipientes que contenían exclusivamente: nueces, avellanas y almendras, y removía continuamente los cestos que
contenían la mercancía. Tal que ya tomé
yo cierto interés por el asunto y quise saber que es lo que rebuscaba aquella buena
persona entre todos aquellos frutos.
Después de permanecer un buen rato casi a su lado, observando
lo que hacía, me atreví a preguntarle qué era lo que buscaba, arriesgándome a
que me dijera: y a usted qué coño le importa. Pero no, ni mucho menos. Me contestó
muy amablemente y me explicó que buscaba
ejemplares diferentes entre todos aquellos frutos; es decir, frutos que
tuvieran irregularidades o
malformaciones como los que vemos en la fotografía.
Las cáscaras de las nueces todos sabemos que tienen solamente
un eje de simetría y se componen de dos mitades, prácticamente iguales. Pues
bien, de vez en cuando la madre Naturaleza
se olvida de algo, o añade nuevos ingredientes y las nueces en vez de las
cáscaras tener dos partes tienen tres. Normalmente suelen ser escasas, pero en
un montón grande de estos frutos es fácil encontrar unas cuantas. Y la buena
señora era lo que rebuscaba desesperadamente en el saco: nueces cuya cáscara
estuviera compuesta de tres partes. Con las almendras y avellanas pasaba cosa
parecida, pero no igual. Con las almendras buscaba que fuesen ejemplares dobles,
como siamesas y en el caso de las avellanas también dobles o que la parte
picuda terminara de forma piramidal. Esta mujer me dijo que a ella nunca le
faltaba en su bolso algunos de estos frutos de aspecto distinto a sus semejantes,
pues según ella, estos amuletos le protegían de un montón de cosas malas. Así
pues, los amantes de estas curiosidades supersticiosas, tanto los que ya lo supieran
como los que no, ya pueden comenzar a rebuscar como entretenimiento para distraer
el tiempo libre de este otoño, pues como no se prevé que traiga nada bueno,
todos los amuletos serán pocos para poder superarlo y que nos deje llegar, sanos y salvos, al
invierno.
B. G. G. bloguero
“Prior”
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5 comentarios:
Benjamín, acabo de ver tu entrada sobre los amuletos naturales. Como siempre, lo ilustras con una fotografía muy adecuada.
Antes de nada decirte que sigo pendiente de lo de las castañas de indias, cuando sepa algo más lo comentaré.
Yo en lo de amuletos no creo nada, como tampoco en los curanderos, adivinos etc. En mi casa la única cosa que se puede llamar “rara”, es que la “sorpresa” del Roscón de Reyes, se deja en un determinado sitio todo el año, hasta que llegue la del año siguiente a sustituirla. Toque a quien toque, ya sabe que la tiene que dejar allí (en un borde que tiene la encimera de la cocina). Aunque es así desde hace muchos años, creo que fue porque una vez quedó allí durante un tiempo y alguien dijo que ya no se quitaba, pero no esperamos nada de tal cosa.
También me recuerda lo de los tréboles con cuatro hojas, que no sé si fue Samuel que comentó hace un tiempo que le habían ofrecido mil pesetas hace muchos años por encontrar uno, lo encontró, y sigue esperando por la recompensa.
Hace unos años, estaba yo esperando en la consulta del médico y había dos hombres contándose sus respectivas dolencias, y uno le dijo al otro, “Para eso tuyo hay un curandero muy bueno en tal sitio” a lo que el otro contestó: Ahí ya fui, hasta que “La enfermedad me dijo que tenía que venir aquí”. Me hizo mucha gracia la contestación. Era el típico “aldeano cortés”.
Están desmontando los “chiringuitos” de la Fiesta de la Vendimia, que oficialmente, finalizaba a las 14 horas. Y como está lloviendo ya no les merece la pena seguir. Fue un gran éxito de público, no se podía caminar con tanta gente. Nosotros el vino no lo probamos, pero sí frixuelos, bollos preñaos, pulpo, en fin… Nos va más la comida.
¡Ah! Se me olvidaba preguntarte, si el día del “anís con moscas” os pagó el que con tan buena voluntad os invitó. Deduzco que no, porque si llegarais a casa con el dinero, supongo que diría tu madre, bueno… lo principal es que os pagó.
Maribel, te diré que el día de la moscas regresamos a casa tal como habíamos ido. Tan solo con buenas palabras y la promesa de que en unos días la deuda sería pagada, pero de parné nada de nada. ¡Cómo para pagar estaba el tío; no tenía ni un duro encima! La única ventaja que tuvimos fue que regresamos a casa “purgaos” para una temporada. De todos modos, si hubiéramos traído el dinero con nosotros, a pesar de la purga y todo, seguro que mi madre nos hubiera dicho: Vaya, menos mal, sois igualmente un par de pasmaos, pero esta vez tuvisteis algo de salero y habéis hecho el recado de una vez, como Dios manda; pero no fue así no. Luego pasado el tiempo, por fin, el pufo fue saldado. Mi madre nos enviaba a nosotros dos delante como avanzadilla, para no violentar demasiado la cosa pues mi padre tenía mucha paciencia y buen carácter, y mi madre decía que de ir ella, el cobro era tan evidente como decir que era de día en aquel momento. Y sería cierto. Aunque, dado el tipo de deudor que se trataba, no estoy yo seguro del todo de que aquello resultara así de efectivo, a pesar de que las mujeres en general, tienen mucho más remango y efectividad que los hombres a la hora de tener que reclamar algo que es suyo y usando solamente el don de la palabra. Nosotros sí llevábamos bastón y todo, pero se intuía al instante que aquellas nobles armas que portábamos, eran simplemente para ayudar a caminar y de paso para espantar los perros en el caso de que se cercasen demasiado con intención de morder.
Dos días sin conectar y, como en un frondoso bosque de comentarios, estoy medio perdido. Tantos, interesantes, amenos y cercanos, son demasiados para la frágil conexión que puedo disponer desde aquí. Sumando la tesis doctoral de Galán sobre castañas de Indias acabo desbordado. No tenía ni idea de las virtudes de esas castañas, y, aunque soy refractario a ritos y amuletos, mañana bajaré al parque y recogeré alguna, al menos son decorativas.
Recuerdo perfectamente el regueiro de Sta. Catalina, Maribel. Durante años pasé por allí, hasta cuatro veces al día. Pero, al ir rápido en bicicleta, no recuerdo haber reparado - en aquel lugar - tanto en las corvas como el llamado Jesusín. Me parece que, a la parte de abajo, había un petril, lo digo porque en alguna ocasión pude estar sentado en él intentando cortejar algo. Por esa zona paraba bastante, sobre todo para cambiar las novelas del Oeste en un almacén que estaba por debajo del Pelayo, Gión, en una ocasión me recordó su nombre. De Marcial Lafuente Estefanía y compañía, creo que las leí todas. Cuando tenía remordimiento de conciencia iba a la Biblioteca del Ayuntamiento para sacar y leer alguna novela de más enjundia literaria. Además de algunos clásicos tenían bastantes novelistas norteamericanos. Lo que permitía la censura de la época. Y si disponía de algo de dinero recurría a Pol, tan serio, me caía bien.
Noticias preocupantes parecen cernirse sobre Bodegas del Narcea. Tantas ilusiones, tanto trabajo y dinero nunca debería irse al traste. Cangas no puede permitirse un nuevo fracaso. Habrá que hacer lo que sea.
Ulpiano, recuerdas bien, enfrente del “Regueiro”, había un pretil que llegaba hasta Santa Catalina y era un sitio muy frecuentado tanto por gente que tomaba el sol en invierno, como el fresco en verano. Ya sabes que en aquellos tiempos a los “bares y cafés” como se decía entonces, sólo iban los hombres, (las mujeres a la confitería en ocasiones especiales). Así que “las terrazas” de ahora era cualquier cosa que sirviera para sentarse. Al estar sentadas las chicas, los chicos al pasar se paraban. Bueno creo que todos y todas estuvimos sentados en algún sitio porque suponíamos que iba a pasar alguien que nos gustaba, o pasábamos por un sitio porque pensábamos que allí iba a estar. También había parejas que iban dando un paseo y se sentaban allí, sobre todo los domingos por la tarde.
No sé de cuanto tiempo disponíais en Corias para comer, pero ir a Limés en invierno, sobre todo los días desapacibles, debía de ser duro. Y eso que como le decía yo a Galán, el día 29 después de la comida, que estuvimos tomando algo, vosotros los estudiantes erais los privilegiados.
El almacén donde cambiabas las novelas del Oeste era de Herminio. Era de un pueblo de Astorga, y tenía un carácter muy seco y serio. Durante diez años vivimos en el mismo edificio y siempre tuvimos mucho trato con él y con Tina, su mujer. En dicho edificio vivíamos cuatro familias, Marentes, Herminio, Victorino el dentista y nosotros. Cuando yo tenía diez años mis padres hicieron una casa al lado y nosotros pasamos a vivir allí. Pero seguíamos teniendo el mismo trato con todos.
Yo también frecuentaba mucho la Biblioteca Municipal, empecé leyendo cuentos y luego ya seguí con los autores de moda, entre las chicas al menos, en la época que yo tenía 15 años. Leíamos mucho de J. L. Martín Vigil, Maxence Var Der Meersch, Pearl S. Buck y también los Premios Nadal y Planeta. Desde hace unos años leo mucho menos y suelo leer Biografías. ¡Ya me enrollé! Igual no cabe el comentario.
Saludos
Benjamín, en este momento veo que tenemos dos visitantes de Suiza, uno damos por supuesto que es Ulpiano, pero hay otro que entra con frecuencia, pues coincide muchas veces que hay dos. Yo estoy pensando en un chico de aquí de Cangas que vive allí hace muchos años y creo recordar que estuvo en Corias. Así que esto va para él: ¿Eres Rafael?, si es así, como veo que te gusta el Blog, entra y comenta algo. Si no eres, también puedes entrar y sacarnos de dudas.
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