martes, 30 de octubre de 2012
CRÓNICA DE UN VIAJE POR FRANCIA. ETAPAS 1 Y 2
+ I - CRÓNICA (CASI
TELEGRÁFICA) DE UN VIAJE POR FRANCIA.
Al finalizar cada viaje, consciente que el tiempo es una goma
implacable y todo lo borra, sentía la necesidad de escribir algo sobre él,
para desafiar el olvido al que estaba condenado. Otras ocupaciones, y la
pereza, siempre lo impidieron. Hasta este último viaje viniendo hacia aquí, cuando, después de tomar
algunas notas durante el recorrido, al llegar me puse a escribir. La intención
inicial era dejar un recuerdo escueto, telegráfico, pero las palabras, como
plomo derretido se derramaron, resultando más pesadas que la primera intención.
Y esto solo contando una parte del viaje; y ya se sabe que, en este tipo de
recorridos fugaces, solo se conoce y percibe una mínima parte de lo visitado
Al menos cumplí un deseo, mi hija siempre me animaba a que lo hiciese,
para después ella leerlo, como una forma de viajar juntos. Este viaje ya lo
hemos hecho a través de estos folios.
Hace unas semanas comenté a Galán, como prior de este blog, la
existencia del relato. Él me animó a enviarlo a pesar de que no pudiera ir
acompañado, por falta de medios y práctica, de alguna de las fotografías que
había tomado. De ese capítulo, como hace en todas las entradas que le envío, ya
se encargaría él. Dudé, pensando que por
extensión y tema tenía difícil encaje en el blog, hasta llegar a la conclusión que el blog es como
una librería: entras, ojeas, tomas para leer aquello que interesa, y lo que no,
se queda en la estantería. Así pues, ahí va.
1ª ETAPA.---DE
HENDAYA A NANTES
Era una mañana temprana de finales de agosto. La fina lluvia
azotaba los pinares crecidos sobre los arenales de Las Landas mientras la caravana de vehículos cargados hasta los
topes, con bultos y bicicletas, se dirigía hacia el norte como lentas tortugas
anunciando el final de las vacaciones.
Autopista de dos
carriles por sentido, tramos en obras, velocidad autorizada 110 respetada
escrupulosamente por los franceses, todos por la derecha hasta alcanzar 115
para adelantar provocando la desesperación de quienes, casi siempre extranjeros,
circulan por la izquierda a velocidad superior conscientes o no del pago
inmediato, o inmovilización del vehículo, si los gendarmes detectan la
infracción. Pasado Burdeos y sus
famosas comarcas vinícolas - este año anuncian mala cosecha en la zona-, la
autopista mejora, velocidad autorizada 130, y el sol comienza tímidamente a
despuntar. Al atravesar Cognac el
sol resplandece ya sobre los cuidados viñedos, festoneados por rosales,
productores de ese líquido dorado que, si es auténtico, entra como la seda. Más
al norte, a la altura de la llamada
Venecia Verde, la vista se pierde por infinitos verdes maizales cruzados
por brochazos gruesos de amarillos girasoles.
Nantes recibe
patas arriba. Las obras, como se descubrirá más adelante, se extienden por gran
parte de Francia trayendo a la memoria el
Madrid de Gallardón con crédito fácil y ansia de dar
negocio a sus amigos constructores. Pero a pesar de las obras Nantes tiene cosas interesantes. La
catedral gótica puede resultar un tanto fría, hasta artificial; fue reconstruida
hace unas decenas de años, después de un pavoroso incendio, pero su interior alberga la magnífica tumba
renacentista de Francisco II. Al
lado de la catedral se encuentra una puerta románica de apariencia más
auténtica. Por ella, dicen, entró Enrique
IV antes de pronunciar la frase que le hizo famoso: “París bien vale una
misa” y firmar el “Edicto de Nantes” para acabar con las guerras religiosas
entre católicos y protestantes. Cerca se encuentra el Jardin des Plantes, el Jardín Botánico, abierto al público, muy
cuidado, con abundantes plantas exóticas, también estanques, fuentes y patos, y
una agradable terraza para sentarse a tomar algo. Próximo está el rehabilitado Castillo de los Duques de Bretaña, del
siglo XIII, al que antiguamente el Loira
lamía los pies de su muralla.
Nantes, como tantas
ciudades de España, ha sufrido la reconversión industrial. Actualmente en el
lugar que ocupaban los antiguos astilleros se levanta una especie de parque
temático con creaciones mecánicas fantásticas, entre ellas un elefante de 12 metros de alto y 45
toneladas de acero y madera que se desplaza por la zona, entre el crujido de
sus articulaciones, llevando en el vientre y lomo hasta 50 personas.
Imaginación no falta en esta ciudad cuna de Julio Verne cuya casa está convertida en museo. Existen varios
museos, algunos curiosos, como el de la antigua fábrica de galletas Lu. Esta tierra es también afamada
productora de galletas.
El centro tiene zonas tranquilas para pasear y disfrutar de
terrazas, y un lugar, La Cigale , para comer y
deleitarse con el marco sin arruinarse. Este restaurante, fundado en el siglo
XIX, es una institución en la ciudad, con maderas talladas, dorados, azulejos
art déco, frescos en el techo; puro francés de la Belle Epoque , y encima se come
bien. Eso si, conviene reservar. Para los amantes del chocolate otro local
precioso y chocolates espectaculares, hasta “chocolates de verano” ofrecen en
esta época: el Gautier Débotté.
La impresión es que los habitantes de esta ciudad son
especialmente amables: basta detenerse en una calle a consultar un plano para
que alguien se acerque, solícito, a facilitar información del destino buscado.
2ª ETAPA.---DE
NANTES A ST-MALO
Un cielo plomizo
cubre la autopista y se tiende sobre las suaves colinas cubiertas de prados y maizales,
también de espesos bosques de robles y abedules, camino de St-Malo. El conjunto de edificaciones y murallas formando una
ciudadela sobre el mar, la ciudad intra-muros, resulta muy armonioso; pasear
por sus calles es como hacerlo siglos atrás. A ambos lados se extienden playas
kilométricas, largas y anchas cuando baja la marea, y que desaparecen cuando
está alta y el mar golpea con fuerza el muro. Por toda esta costa las mareas son muy vivas, llegando a
variar hasta quince metros el nivel del mar. Ignoro que hay de cierto, pero
alguien asegura que las aguas de ciertas mareas suben por la playa a la
velocidad del galope de caballo A lo largo de esas playas se suceden paseos que
invitan a caminar y contemplar las variadas pero armoniosas construcciones,
muchas de ellas hoteles, que obligan a recordar, con pena, el desastre
urbanístico de casi toda la costa española.
Cerca, al este de St. Malo, se encuentra Cancale, el paraíso de las ostras, al
que se puede acceder en barco aunque más práctico resulta hacerlo en coche. A
este pintoresco pueblecito se va a comer ostras, también otros mariscos y
pescados, a unos precios muy razonables. En el caso de las ostras, las hay de
todo tipo y tamaño, mucho más baratas que en España, especialmente si se
compran en los puestos de venta del muelle y se consumen en las gradas del dique.
En las rampas de bajada a nivel del mar hay auténticas montañas de conchas de
ostras ya consumidas que se van llevando las mareas. Pero más cómodo resulta
degustarlas en alguno de los múltiples restaurantes que rodean el puerto. Uno
con una relación calidad- precio muy conveniente es el Au Pied de Cheval. Para los rumbosos hay hasta un tres estrellas
Michelin.
Desde Cancale se divisa, como una pequeña pirámide emergiendo
del mar al fondo de la bahía, el Mont-St.-Michel,
otro de los puntos imprescindibles del viaje.
Al oeste de St. Malo, a pocos minutos en barco, está Dinard una pequeña ciudad enclavada en
un alto sobre el mar famosa por ser lugar de veraneo de la aristocracia europea
a comienzos del pasado siglo. Testigos de la época son las mansiones que aún
hoy lucen su esplendor. En estas playas, Hitchcock, asiduo visitante, y, dicen,
enamorado de la ciudad, rodó secuencias escalofriantes de su película Los
Pájaros, que a buen seguro algunos recordamos. Acorde con la grandeza del
lugar, los precios también lo son, en alguna terraza pueden soplar seis euros
por una triste caña (pequeña) de cerveza como en la mismísima Plaza Navona de
Roma o cualquier otro reputado lugar de asaltar el bolsillo. Dejando de lado
estas menudencias, merece la pena la visita, aunque solo sea para pasear por la
Promenade du Clair
de Lune que discurre a mitad de la pendiente ladera sobre el mar y tiene el
ribazo cubierto de gran variedad de plantas vigorosas y multicolores. Desde
este paseo se ofrecen estupendas vistas del estuario hasta St. Malo.
Un plato muy típico en toda la zona son las crêpes. En
versión salada, rellenas de jamón, tomate, queso, champiñón etc. etc. se llaman
galettes, una cena socorrida y barata como en Italia la pizza. Por todas partes
abundan las crêperies, en St. Malo una muy recomendable es Le Corps de Garde; además de hacer bien las galettes, al estar
enclavada en la muralla, ofrece unos atardeceres sobre el mar memorables. Los
bancos y mesas de tablones de madera toscamente trabajados crean un ambiente
rústico y agradable.
Ulpiano Rodríguez Calvo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
Ulpiano, una vez leído detenidamente tu primer artículo de esta crónica viajera, tengo la sensación de que yo también te he acompañado en ese periplo. Tus descripciones son tan precisas que se llega uno a situar en el lugar correspondiente sin grandes esfuerzos. El premio Nobel de Literatura, señor Cela, relató muy bien su Viaje a la Alcarria, pero tú Ulpiano, no te quedas atrás, no. Para satisfacción de los lectores les diré que esta crónica consta de siete etapas. Solo tenemos que esperar un poco pues las iré dosificando para que nos dure más la ilusión de saber que aún queda alguna sin publicar.
Estupendo relato de Ulpiano de esta primera entrega de sus viajes por la France.
Conozco alguna de las zonas que relata, pues mi mujer tiene familia en la zona de Burdeos, concretamente en el Mèdoc, zona vinicola por excelencia. Más hacia el norte y camino de París en un viaje en coche hicimos parada en el fastuoso Castillo de Chambord ¡IM PRE SI O NAN TE! como diría Jesulín pero con más pausa.
En cuanto a las ostras estaba en la creencia de que las mejores eran las de la Bahía de Arcachón,distante unos 90 km de Burdeos y próxima a las famosas Dunas de Pyla, que para quien no las conozca les recomiendo una visita.
Al final Ulpiano,en nuestros comentarios siempre sale algo necesario para el "sustento diario".
Esperamos esa segunda entrega que el Sr. Marqués de Posada ya anuncia que irá dosificando para que preste más.
Sino fuera por la prudencia –y no sé cuantas virtudes más- del prior, habría que decir como Don Juan, lo mismo el del Burlador que el del Tenorio-, “…largo me los fiais, Don Pero…”
Gera
Ulpiano, tendría que repetirme y decirte lo mismo que en el comentario a la entrada “Otoño en Ginebra”. Pero, como no es igual un paseo por un parque, que una crónica de un viaje, te diré que la explicación perfecta, como siempre. El viaje tiene menos parte poética que el paseo, y más de otras muchas cosas, cultura, historia, paisajes… y ¡Cómo no! gastronomía. Los de la Guía Michelín no saben lo que se pierden; sino te llamarían para que colaboraras en el próxima edición.
Felicidades don Ulpiano
por dibujar caminando,
qué imágenes mas bellas
de seducción si observas.
Con riqueza y sencillez
distancias a don Pedante
y hasta citando el comer,
eres casual y brillante.
Publicar un comentario