lunes, 15 de octubre de 2012
POLA DE LENA – OVIEDO (ida y vuelta)
El trayecto de Lena a Oviedo por ferrocarril se divide en
dos trozos simétricos de unos 10 km. El trayecto Pola – Mieres es prácticamente
igual que la distancia Mieres – Oviedo. En tiempo suele llegar (casi con
puntualidad germánica). El billete, para los que disfrutamos de la Tarjeta Dorada
tiene un precio casi insignificante, máxime teniendo en cuenta que el entretenimiento
está garantizado. Es tan reality show como esos abominables programas de
Telecinco que hozan en cualquier miseria humana que divierta a su triste
audiencia.
Sin ánimo de ofender a nadie me voy a permitir reflejar por
escrito los avatares de uno de tantos viajes como hago de Pola a Oviedo.
1º Pola – Mieres: El operado.
Diez y diez de la mañana. Tomo el tren en Pola. No va mucha gente
y hay muchos asientos vacíos. Abro el periódico dispuesto a leer las tristes
noticias de cada día. En los asientos detrás del mío van dos hombres. Quiero
concentrarme en la prima de riesgo pero no lo consigo. Los que están detrás de
mí, sobre todo uno, habla tan alto que me impide concentrarme. Resulta, por lo
que va diciendo que hace unos meses le han operado de cáncer de colon. Todo
salió bien, según el operado. Pudo salvar la vida. Ahora está en la prórroga.
El único inconveniente es que, como cuenta minuciosamente, le anularon el ano y
le practicaron un ano artificial en el que defeca sin problema en una bolsa que
hace de recipiente y que él limpia y vacía dos veces al día. Funciona con una
rosca y casi no se nota que la llevas. Dejo el periódico. No me concentro. El
tío entra en más detalles sobre la higiene que requiere el mantenimiento de la
bolsa adosada. Yo, como buen hipocondríaco empiezo a sentir unas nauseas y las
arcadas que suelen preceder al vómito. Para evitarlo, me largo a otro vagón y,
hasta Mieres tengo unos minutos de descanso.
2º Mieres – Oviedo: La acosada
Reabrí el periódico. En Mieres entró bastante gente y los
dos asientos fronteros al mío los ocuparon dos mujeres jóvenes. Ambas de
bastante buen ver. Una, más dicharachera que la otra prosiguió la conversación
que ya traían: “Pues, hija, el jodido del jefe se pasa el día con
insinuaciones, a veces incluso me palpa aquí (se señala el trasero) y me pone
nerviosísima. Bueno, mira, tiene la ventaja de que no me anda cambiando de
turno cada semana. Pero, hija, una está casá y bien casá, que el mi Roberto
cumple bien y ¿qué quieres? No vas a andar por ahí bajándote las bragas con el
primero que llega”.
“¿Y él ta curiosu?” inquirió su acompañante.
“Bueno, eso tengo que reconocelo. El curiosu ye bastante,
pero, hija, nun vas a acceder así como así. Y él ye muy buenu conmigo. Ye
siempre muy atentu y simpáticu”.
Estamos llegando a Oviedo. No conozco al tal Roberto, pero
no se imagina el pobre lo que le va a suceder en la frente como las cosas sigan
así.
3º Oviedo – Mieres: Los estudiantes
Regreso a las siete de la tarde. El tren viene de Gijón y la
ocupación en Oviedo es muy numerosa. Con una algarabía muy propia de la edad
suben ocho o diez chicos y chicas. Ocupan todos los asientos contiguos al mío.
Desde mi asiento observo al grupo. La mayoría de las chicas llevan unos
pantaloncitos, tan cortitos y ceñidos que permiten ver una exhibición de muslos
bastante torneados. De entre todas, se destaca una rubita, de carita inocente,
casi angelical, que pasaría por monumento a la delicadeza. La frágil, bonita y
con apariencia de timidez, parece un tanto excitada, así que nada más moverse
el tren empieza: “No te jode, el hijo de puta del Arturo. ¿Qué se creerá el
cabrón? ¿Que somos unos mierdas que se dejan acojonar por el primer mierda de
profesor que llega? Ya verá, ya verá.”
Del grupo se desgajan una pareja que inician una sesión de
apasionados besos. El resto les corea: “Besitos, besitos, mua, mua, mua”. Y
ovación. Cada vez que los amantes paran para coger resuello se repite la
sesión. “Besitos, besitos, mua, mua, mua”. Se apean en Mieres. No logré captar
de qué institución educativa procedían. Pero al tal Arturo le espera una
temporada bastante traumática.
4º Mieres – Pola: La mujer del amigo
En Mieres sube poca gente. Un par de hombres de mediana edad
se sienta al otro lado del pasillo:
- “Entonces dices que la muyer…”.
+ “Sí, ho, fai tiempo. Por Les Feries del añu pasau vieronla
bailar con un de Ujo y morrease bien con él”.
- “¿Y el marido nun se entera?”
+ “Vaya, ye un prubín. Me cagon mi madre cómo son les
muyeres… Tocayos un rapaz que ye trabajaor y un santu y ellas a buscalo fuera
casa”
-“¿Entos ella ye facilona del too, no?”
+ “Bueno, nun tienes más que invitala a un cacharru y ya ta
prepará pa abrite el pasu”.
-“Él trabaya en el Ayuntamientu, ¿no?
+ “Si, ho, fai muchos años. Na, el probe tuvo muy mala
suerte con esa golfa. Tien dos fíos y nun mira pa ellos…”
Yo estaba seguro que, de seguir allí sentado, terminaría por
enterarme del nombre y apellidos del sufrido funcionario municipal. Me levanté
y me fui. No quería enterarme.
5º Pola de Lena
Llegamos a Pola. Cada mochuelo a su olivo. El próximo martes
tengo que volver a Oviedo. Ya os contaré.
Bueno, en fin de cuentas por 1.90 € ¿qué vas a pedir?
Tampoco vamos a ponernos exigentes y exigir una lección de física cuántica o
una conversación de alta filosofía.
Es lo que hay.
Pepe
Morán. Dominico ex.
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8 comentarios:
Joooeeerrr!!! Morán, yo también soy hipocondríaco y con el primer caso me has puesto los pelos de punta (aunque ya tengo pocos). El resto de temas son bastante normales y como no te pongas unos algodones en los oídos -también sirven unos auriculares- los puedes oir en cualquier medio de transporte, incluso caminando tranquilamente por la calle. Un cordial saludo.
Nuestro exprofesor y amigo Pepe Morán tiene distracción asegurada con sus frecuentes y divertidos viajes en tren desde Pola de Lena a Oviedo y regreso. No obstante, si los viajeros que tienen la fea costumbre de airear de forma muy audible para todo el vagón sus problemas, si supieran que junto a ellos viaja un excelente cronista que toma nota de todo de lo que oye y ve; y que posteriormente dará pelos y señales de lo que digan, ya tendrían más cuidado y se mostrarían un poco más cautos a la hora de exteriorizar sus interioridades y debilidades. De todos modos los viajes en tren, aparte de resultar divertidos, son una maravilla si los comparamos con los viajes en autobús de largo recorrido.
Yo hice muchísimos viajes de León a Madrid y regreso en el ALSA porque el horario del autobús coincidía mejor con mis compromisos que el del tren. Este trayecto, León-Madrid, yendo por la autovía, es decir por Benavente en el servicio “Non Stop” que es directo como su nombre indica, viene durando el viaje unas tres horas y media, aproximadamente. Sin embargo si es por Valladolid que va parando en distintas paradas a lo largo del trayecto, entonces no baja de las cinco horas y media. Como es lógico, durante ese largo tiempo da lugar a todo: a leer el periódico, a dormitar un rato, a ver parte de la película del video y a soportar las impertinencias y mala educación de ciertos viajeros.
Como la hora de salida de estos trayectos de largo recorrido suele ser muy temprana, en mi caso a las 7,30 h AM, la mayoría de los viajeros que eran jóvenes estudiantes y que nada más que se subían al coche ya pretendían seguir durmiendo como si continuaran en su cama lo mismo que estaban antes de venir al coche, lo primero que hacían nada más sentarse era abatir el respaldo hasta el tope con lo cual el de atrás si antropométricamente la naturaleza había sido un tanto generosa con él, apañado iba. Ya se podía preparar pues hasta que llegase a destino, que no se le ocurriese intentar abrir el periódico ni siquiera incorporarse un poco porque no podía. Ante este comportamiento tan grosero te quedaban dos alternativas: Una callar. Y dos exigirle al mal educado que echase hacia adelante un poco el respaldo de su asiento, con lo cual probablemente ya estaba el lío armado ya que se iba a negar en rotundo. Y aunque estaba prohibido comer dentro del autobús, no se llevaba a efecto de forma seria la prohibición y algunos se pasaban medio viaje deshaciendo envoltorios y mascando como cerdos chucherías de toda clase: sándwiches, bocadillos, chocolatinas, yogures líquidos, yogures sólidos, patatas fritas,cacahuetes, chicles, gominolas, fantas, colas, agua…, y que sé yo. Solo les hubiera hecho falta, un poco de mierda, con perdón. Como yo tuve que padecer tanto estas situaciones tan molestas e irritantes, si digo la verdad llegué a odiar los viajes largos en autobús. Y solamente por el incivismo y la mala educación de algunos viajeros.
Como bien narra Morán los viajes en tren son muy amenos. Yo los prefiero al autobús. Tienes más libertad de movimiento ya que puedes levantarte, dar un paseo y contemplar el paisaje. Hasta ir a la cafetería a tomar un café si te apetece, y si el viaje es largo tienes ocasión se entrerarte de la vida de la mayoría de los que viajan. Claro que también puede caerte el pesado de turno destrozará la paz de tu viaje. En cambio en el Bus como bien dice Benjamín te colocas en el asiento y allí vas como sardinas en lata hasta la parada oficial para estirar un poco las piernas, pues lo de tomar café ya es cosa de empezar a codazos y empujones con el resto del convoy. Hace unos años teníamos que ir a Madrid a coger un avión y por recomendación de nuestra hija fuimos en ALSA. Nunca hice un viaje tan tortuoso como aquel. Si no era el de la parte delante que reclinaba su respaldo era el de atras que te metía las rodillas en el tuyo y te enderechaba la espalda. Así que la vuelta la hicimos plácidamente en tren.
Quizás sea porque de niño viajabamos bastante en tren cuando visitabamos a la familia en Gijón, Siero o El Entrego.
Otra vez tengo que demostrar que no soy un Robot.
Hay que leer lo que no está escrito, pues la NOTICIA DEBE SE OTRA:
D. José MORÁN, se bebe la vida como quien bebe directamente de una cascada; busca, y halla, la vida en cualquier rincón y vuelve, regresa, con los oídos repletos, llenos, de ¿consejos o son sesgos de belleza?
¡Salud!
Gera
Hace días que por ocupaciones imprevistas no leo el blog y de veras que es un verdadero placer,Moran nos relato un viaje de los muchos que hace habitualmente y en este corto trayecto nos cuenta tantas cosas que es la vida misma,si amigos así es,contada de una manera u otra esa es la realidad amigo exprofesor.A Benjamín decirle que se olvide de los viajes colectivos mientras pueda,nunca mejor que tu coche particular y además sé que es un experto conductor y le gustan los viajes placenteros y sin prisas.A Gera...con tan pocas palabras nos dice tanto que siempre es un motivo de alegría leerte y saber que ahora estás aportando tus comentarios con más asiduidad,hay que seguir contando todas estas nuestras pequeñas historias de cada día,para terminar a Ulpiano,decirle que sus comentarios y fotografías son estupendas,qué bien lo haces y lo cuentas,se ve que aprovechaste muy bien la estancia en Corias,da gusto leerte.Bueno a los demás voy a leerlos ahora si me da tiempo,un abrazo.
Abundando un poco más sobre las sesiones gratuitas que nos suelen dar a menudo los “plastas” que andan sueltos por el mundo, y mira que los hay. Se podría decir sin miedo a exagerar, que este tipo de personas existe a porrillo, por no decir a montones.
En los frecuentes paseos que yo hago por las afueras de mi ciudad, como suelo tener solamente dos o tres itinerarios diferentes acomodados a mi gusto, el paso por cada uno de ellos se repite con bastante frecuencia y ya casi nos conocemos todos los que nos cruzamos por estos caminos. Hay veces que cuando llegas a un punto determinado y no ves a la persona que todos lo días encuentras en ese mismo punto y a esa misma hora ya piensas, ¿adónde se habrá metido el de la visera negra que hoy no está en su sitio?
Los primeros días que te cruzas con alguien desconocido en el camino igual no intercambias saludo alguno con esa persona, pero al cabo de los días ya va surgiendo como un cierto corporativismo entre los caminantes y se produce el saludo a secas. Pero se puede dar el caso de que si la otra persona es abierta y tú tienes ganas de rollo al tercer o cuarto encuentro ya no solo nos intercambiamos los buenos días, sino que es preciso hacer un pequeño alto en el camino para comentar el tiempo que hace y el que nos espera; incluso se puede comentar algo acerca de si la prima de riesgo está o se ha ido.
Esto es lo bueno y lo normal, creo yo. Lo malo y peligroso es cuando topas con una persona la cual el primer día te ha caído bien y te parece que puede existir hasta cierta empatía entre tú y él y al siguiente encuentro vas y te paras por cortesía para comentar el tiempo. En ese momento si el otro es uno de los plastas de marras camuflado, seguro que dice para sí: este “panolis” ya cayó. La táctica es la siguiente: primeramente comienza hablándote de los años que tiene para que le digas lo bien que está para esa edad y seguido cuando ya se da cuenta que la presa es propicia y está segura, comienza el repertorio que se lo tiene aprendido de memoria y te espeta toda una descripción pormenorizada y detallada de todos sus achaques, enfermedades e intervenciones sufridas. Estas personas suelen tener a sus familiares ya hasta el gorro de oírles lo mismo todos los días y por eso a primera hora los echan de casa buenamente, diciéndoles que el caminar es muy bueno para la salud y así se liberan por un rato de esa pesadez. Los familiares se lo han quitado de encima, pero lo malo de esto es que están a la captura del primer pardillo que pillen por la calle par darle la vara bien dada.
Yo esto lo digo por experiencia personal porque un día me tuvo retenido un gachó de estos, durante tres cuartos de hora largos, contándome detalles de su rehabilitación con el brazo derecho que no lo movía ni lo podía levantar, y gracias a un invento suyo de poleas, que él montó en su propia casa renunciando a los servicios que la Seguridad Social le ofrecía, llegó a levantar el brazo hasta arriba; mucho más que para llegar a hacer el saludo fascista.
Mi angustia y mis ganas de hacer aguas menores eran tantas que no tuve más remedio que fingir una llamada de teléfono móvil y desaparecí de junto aquel pesado insufrible. Una vez que me he visto lejos de aquella tortura juré no volver por aquel camino durante el paseo diario, pero como aquella ruta era una de las que más me agradaba pensé cómo haría para evitar la coincidencia con este torturador de caminantes. Después de cavilar un poco se me ocurrió que podía hacer el mismo camino pero en sentido contrario pues la coincidencia era en un cruce muy concreto y así lo hice. Tocaré madera, pero hasta el momento, en buena hora lo diga, no he vuelto a coincidir con “El Poleas”.
Esta entrada de Morán pone certera lupa en, actuales, microcosmos humanos. La calidad del texto, como siempre, delata su condición de antiguo profesor. Y además lo fue de letras.
Gracias Gión, pero las fotos, estupendas, que ilustran la entrada del otoño no son mías, son cosecha del Prior de este Blog. Él tuvo a bien cederlas.
Yo creo que Morán es adipto a los chismes del transporte. Una de sus primeras entradas se desarrollaba en un tren en Londres con comentarios sobre lo feo que era el que ocupaba el asiento contiguo. Espero que no se le ocurra meter baza, en los temas que comenta, por si sale trasquilado.
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