¿QUÉ PASÓ CON LAS FRIEGAS DE MARRAS?

Ayer viernes día 11, nada más sentarme a desayunar, he arrancado la hoja del taco correspondiente al día 10, y al leer su reverso me ha venido a la mente “Jesusín”, pues el tema que hoy aborda este genuino almanaque  son las propiedades curativas del tacto.

En ese momento me dije: ¿Qué habrá pasado con las friegas del Pelgar?, ¿habrán surtido efecto a la hora de reclamar las  “agarraderas” que este hombre decía  tener en el gobierno del Principado? Pues no lo sabemos. Y  aunque aún estamos a la espera de saber en qué quedó aquella reclamación,  me da la sensación de que si se da la callada por respuesta, eso quiere decir que la cosa no habrá ido tan bien como se las prometía el asilvestrado novio de la Gúmer. Con toda seguridad, si ha querido friegas, habrá tenido que dárselas él mismo con tisanas de malva común, pues con los recortes presupuestarios actuales que se están haciendo en el Principado, el asistir a domicilio a una persona para darle unos masajes tan especiales, como los que requería este mozo, eso  no lo verán sus ojos ni que se estuviese muriendo; antes le enviarían  el viático. Él,  si debiera  comprender que esa petición estaba totalmente fuera de lugar por resultar excesivamente gravosa para las paupérrimas arcas de la Sanidad asturiana. De todas formas, el diagnóstico, sí parece que era certero y que podría dar buenos resultados, pues os voy a transcribir literalmente lo que decía la hojita del taco respecto de las friegas.

VIRTUDES CURATIVAS DEL TACTO

La idea de que el tacto puede aliviar es muy antigua. La primera mención escrita del masaje (palabra proveniente de un término árabe que significa “tocar”) data de hace 2.500 años y fue hecha en China. Un bajorrelieve  de la tumba  de Anj-mar-hor, sacerdote egipcio que vivió hacia el año 2200 a. C.,  muestra un hombre sentado, al cual le están dando lo que varios historiadores interpretan como una fricción de pies.

Hipócrates, padre de la medicina moderna, ya en el s. IV a. C. se refería al uso del masaje terapéutico: “El médico debe saber muchas cosas”, escribió, “pero sobre todo de anatirpsa”, o sea, del arte terapéutico de frotar. La ciencia ha comprobado ya lo que sabíamos por intuición: que “el masaje es medicinal”.

Según estudios realizados por expertos en masaje terapéutico, el masaje alivia o mitiga trastornos como el cólico, la hipertensión, la diabetes y la migraña. El masaje también parece ayudar a los asmáticos  a respirar mejor, aumenta la capacidad de concentración de niños autistas y hace que las víctimas de quemaduras se sometan sin temor a la dolorosa operación llamada desbridamiento, que consiste en extirpar la piel sobrante.

Después de leer en el último párrafo la palabra desbridamiento, ya me explico yo el porqué del capricho del Pelgar, con tanto empeño, en que le dieran las dichosas friegas: seguro que era una recomendación de la  Gúmer, pues a ella como en todos esos retoques faciales que se ha hecho últimamente,  le habrán tenido que eliminar  piel de la cara y del cuello como para hacerse un bolso con los sobrantes;   para poder soportar la retirada de todo este pellejo  es probable que previamente, le hayan  tenido que propinar  buenos “masajes”.

De ahí el origen del capricho del Pelgar. Pero yo creo que no lo hizo bien. Si él   hubiera utilizado en sus reclamaciones por escrito, una palabra tan técnica y sonora como desbridamiento, seguro que le hubieran hecho caso; pero el Pelgar, tengo entendido que ha descrito su dolencia como: criadillas hinchadas como calabazones. Con esta descripción tan burda de la dolencia, ¿vosotros creéis que alguien le podía atender? ¡Vamos, que ni lo sueñe!  Si al menos hubiera dicho que padecía “intumescencia en semejantes partes”. Eso ya tendría otro color.

B. G. G. (bloguero “prior”)