humor

Muy intersantes las entradas de Francos (como las de todos los demás, claro). Es por eso que me decidí hacer una nueva entrada para daros la vara con un nuevo chiste, y así no pisarle la de él (ni de ningún otro). Deciros además, que agradezco las entradas con comentarios positivos (ya está bien de enfermedades, no?) y también (cómo no!) los elogios que hace Víctor Gión de mis malísimos chistes. Sin mas, ahi va uno: Cuentan que en el CIELO, ese lugar donde dicen los clásicos que van los justos -a lo mejor es porque no cabe nadie mas...- también llegan las crisis y existen los problemas de otros sitios (me pregunto, con perdón, si Zapatero habrá dejado algo sin tocar...). Y se dice que en una ocasión, el buen San Pedro, necesitaba evacuar unas consultas con los sindicatos, con lo cual debió dejar su puesto en porteria por unos momentos. Aprovechando que pasaba por alli Jesús, le preguntó si podría hacerse cargo por un ratito de aquella ocupación. Para animarlo, le dijo que a aquellas horas no trabajaban los del seguro, y por eso había menos llegadas de almas. Sería raro que apareciese alguien antes de que Pedro volviese a hacerse cargo del trabajo. Bueno. Y alli quedó el hombre observando todo alrededor y el desorden que aquel hombre tenía con los libros, todos llenos de polvo, unos abiertos, otros tirados por el suelo... El bote de las propinas ya gastado de sacarle a menudo los escasos centimos que le dejaban, para pagar al pichero. Varias latas de cerveza aplastadas y tiradas por debajo la mesa. En una esquina, un montón de colillas mal barridas (serán de los que llegan, intentaba pensar y consolarse Jesús...) Un desastre, vaya. Se fijó en un libro abierto, de crucigramas, al que le faltaban varias palabras, todas muy sencillas. En un pispás, se lo rellenó y volvió a dejarlo como estaba, para que no se diese cuenta. Y en esto que oye pasos en portería. Se queda atento, porque parece ser que alguien llega del otro mundo. Escucha unos leves carraspeos, un arrastrar de pies y unos golpecitos acompasados en el suelo, como de un bastón... Alguien llama a la puerta y, efectivamente, era un viejecito muy arrugado, caminando muy doblado y con problemas, apoyándose en una vara de avellano. Ocupa su sitio en el despacho y le hace pasar con toda solemnidad. Dice: Adelante, dígame quién es, por favor. Y el buen hombre, con una voz casi inaudible, empieza a relatarle que es tan viejo, que ya ni se acuerda de quien fue en la vida. Sólo que era algo asi como carpintero y trabajaba con la madera. Que le parece que viviera en un pueblecito pintoresco y muy conocido, al lado de un lago, o de un mar pequeño... Y que tuviera un hijo al que los niños adoraban, y muchos mayores también. Cuando va relatando esto, Jesús empieza a palideceder. Sus ojos se vuelven vidriosos y húmedos. Hasta que no resiste mas y se levanta. De un salto, pasa al otro lado de la mesa. Mirándole fijamente a los ojos, le dice: A ver: fuiste carpintero. Viviste en Nazaret. Tuviste un hijo que es Dios...... Papááááá!!!!! y le da un colosal abrazo, que casi no le deja respirar. El viejo, cuando se sobrepone, consigue articular unas palabras y, entre sollozos, le dice: Pinooocho!! Qué alegría! Pero cómo llegaste aqui??